Europe¨ªstas del rechazo
Como no pod¨ªa ser de otro modo, el Tratado Constitucional para la UE (TCUE) presenta luces y sombras al ser un reflejo contradictorio de las diferentes posiciones pol¨ªticas que se manifiestan en su seno. No debiera ser ¨¦sta la cuesti¨®n central a la hora de ponderar su conveniencia general o no en abstracto, pues, m¨¢s all¨¢ de las leg¨ªtimas diferencias de apreciaci¨®n, lo esencial es calibrar si supone un avance (siempre parcial por definici¨®n en la UE) o no en el proceso de construcci¨®n europea.
En este sentido, es perfectamente comprensible y coherente el rechazo del TCUE de eur¨®fobos y euroesc¨¦pticos, pero me parece un error de c¨¢lculo el anunciado voto negativo de los europe¨ªstas de cierta izquierda. En efecto, la extrema derecha europea est¨¢ radicalmente en contra de la UE dadas sus tesis chauvinistas, xen¨®fobas y populistas. Asimismo, los euroesc¨¦pticos -de inspiraci¨®n ideol¨®gica mayoritariamente conservadora- pueden aceptar cierta UE siempre que s¨®lo sea un estricto mercado com¨²n y no "amenace" potencialmente con desbordar el marco de la cooperaci¨®n econ¨®mica. En cambio, resulta un tanto contradictorio pedir "m¨¢s Europa" en todos los ¨¢mbitos y rechazar el TCUE por sus insuficiencias y limitaciones, aun siendo objetivamente un paso integracionista m¨¢s.
Una cosa son los argumentos cr¨ªticos en abstracto y otra las consecuencias del 'no'
La izquierda europe¨ªsta del no parece ignorar la correlaci¨®n de fuerzas del Parlamento Europeo (en el que el centro-derecha es mayoritario) y la inviabilidad absoluta de plantear abiertamente estrategias de federalismo pol¨ªtico por el rechazo frontal que suscitan en casi todos los Estados y, adem¨¢s, parece caer en la ilusi¨®n de creer que el eventual triunfo de su punto de vista permitir¨ªa "ir m¨¢s all¨¢" la pr¨®xima vez: el resultado pr¨¢ctico ser¨ªa el de no dar una nueva oportunidad en d¨¦cadas.
Son cinco los principales argumentos cr¨ªticos de los que los dos primeros me parecen mejor fundados, aunque todos presenten cierto desfase entre su planteamiento te¨®rico -en abstracto razonable- y las consecuencias pr¨¢cticas inmovilistas del doctrinarismo cr¨ªtico. As¨ª, se aduce que el TCUE :
1. Es insuficientemente democr¨¢tico. En comparaci¨®n con las Constituciones de los Estados es cierto, pero no puede ignorarse que ahora se reduce el conocido "d¨¦ficit democr¨¢tico".
2. Es neoliberal. Es cierto que faltan elementos de garant¨ªa social en diversos derechos relacionados con el welfare, pero es que las Constituciones nacionales tampoco suelen reconocerlos en algunos ¨¢mbitos esenciales (basta recordar el car¨¢cter declarativo que tienen el derecho al trabajo o a una vivienda digna). El TCUE ha normativizado la Carta de derechos fundamentales que preserva, en general, los principios del modelo social europeo y, en cualquier caso, sale ganando en comparaci¨®n con el modelo de mercado irrestricto de los EUA. Por lo dem¨¢s, es muy significativo el apoyo que el grueso de las direcciones sindicales da al TCUE, algo incongruente si ¨¦ste fuera estrictamente neoliberal.
3. Es estatalista. Es una obviedad al ser un Tratado, pero aqu¨ª lo que subyace es la objeci¨®n de que no reconoce a las "verdaderas" naciones. ?ste es un argumento grato a los partidos nacionalistas subestatales y que tambi¨¦n es usado por la parte de la izquierda que sostiene la vigencia del principio autodeterminista. El TCUE asume el eventual reconocimiento de la plurinacionalidad de los Estados y su organizaci¨®n territorial tal como dispongan las respectivas Constituciones. En este sentido, no se le puede pedir al TCUE algo que no puede dar, a la vez que no deja de tener sus inconvenientes para el conjunto de la izquierda enzarzarse en un debate sobre la "cuantificaci¨®n" de los pueblos europeos, pues ello carece de par¨¢metros objetivos de definici¨®n universalmente aceptados. Por lo dem¨¢s, el TCUE no cierra en s¨ª mismo las aspiraciones nacionalistas subestatales y, de hecho, algunos relevantes partidos de esta familia ideol¨®gica ya se han apercibido de ello recomendando el s¨ª como el PNV soberanista.
4. Es antiecologista. Desde el punto de vista de los principios, no, pues los criterios generales de sostenibilidad y protecci¨®n medioambiental est¨¢n reconocidos, aunque es cierto que las disposiciones efectivas son manifiestamente mejorables. Pero lo m¨¢s significativo es constatar que la gran mayor¨ªa de los partidos verdes europeos da apoyo al TCUE, lo que relativiza un tanto esta cr¨ªtica.
5. Es militarista. Este argumento me parece poco convincente, pues la UE, como tal, carece de fuerzas armadas propias. S¨®lo existen los ej¨¦rcitos de los Estados que, a su vez, est¨¢n casi todos integrados en la transatl¨¢ntica OTAN. La coordinaci¨®n militar estrictamente europea es muy embrionaria, pues los gobiernos mantienen como opci¨®n estrat¨¦gica intocable el atlantismo, y esto s¨ª que limita la construcci¨®n europea. La cr¨ªtica deber¨ªa dirigirse, pues, mucho m¨¢s a la OTAN que al TCUE, todo ello al margen de que sin un sistema defensivo integrado com¨²n la UE seguir¨¢ siendo s¨®lo un civilian power en el contexto internacional, lo que est¨¢ bien, pero explica su debilidad al respecto.
En conclusi¨®n, una cosa es defender la bondad de todos estos argumentos cr¨ªticos en abstracto y otra analizar las consecuencias pr¨¢cticas de un eventual triunfo del no al TCUE. Es muy ¨²til para el debate pol¨ªtico el papel cr¨ªtico de esta izquierda, pero si el conjunto de la misma siguiera sus prescripciones, nunca se habr¨ªa llegado hasta la actual UE. Por cierto, el Tratado fundacional de Roma de 1957 era muy poco democr¨¢tico, adem¨¢s de capitalista, estatalista y antiecologista y, sin embargo, visto desde hoy queda claro que la posici¨®n contraria que entonces sostuvieron los partidos comunistas (y que hoy ya no mantienen) fue err¨®nea. Y esto se podr¨ªa decir de todas las reformas sucesivas, siempre criticadas por insuficientes por los grupos que est¨¢n a la izquierda de la socialdemocracia. Extremando la cr¨ªtica habr¨ªa que concluir que lo m¨¢s congruente ser¨ªa abandonar una entidad tan poco democr¨¢tica, adem¨¢s de capitalista y estatalista, como esta UE, pero el realismo tambi¨¦n lleva a esta izquierda a no preconizar tal salida.
Est¨¢ bien pedir "m¨¢s Europa" a condici¨®n de que sea "otra Europa", pero la constataci¨®n f¨¢ctica nos hace ver que los graduales avances europeos nunca son entusiasmantes, pero son avances. Si fu¨¦ramos siempre intransigentes en cuesti¨®n de principios, creo que ni siquiera podr¨ªamos votar, pues es imposible coincidir plenamente con un partido o una propuesta: debe ser el c¨¢lculo subjetivo de los pros y los contras lo que, al final, incline la balanza.
Ces¨¢reo Aguilera es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica de la Universidad de Barcelona.
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