Milagrosa June Anderson

Se dedic¨® la representaci¨®n a Victoria de los ?ngeles y el p¨²blico bilba¨ªno aplaudi¨® la decisi¨®n. Tambi¨¦n se anunci¨® por megafon¨ªa que June Anderson estaba afectada de una infecci¨®n bronquial y ped¨ªa comprensi¨®n por las limitaciones. Era la ¨²nica superviviente de las cuatro voces principales del primer reparto anunciado en Bilbao y los aires de naufragio flotaban en el ambiente.

Pues bien, la soprano bostoniana se ech¨® encima toda la responsabilidad de la noche y plasm¨® una actuaci¨®n sensacional, dej¨¢ndose en el escenario hasta el ¨²ltimo poro de energ¨ªa y cantando excepcionalmente bien. Verla al final sin fuerzas casi para caminar hasta el camerino, renunciando a alargar el griter¨ªo de aclamaciones que se hab¨ªa montado en torno a ella, fue verdaderamente emocionante. Qu¨¦ ejemplo de entrega y profesionalidad. No es extra?o que Alfredo Kraus dijese que era la soprano belcantista con la que se sent¨ªa m¨¢s a gusto en un escenario.

El resto de los cantantes simplemente cumpli¨®. La direcci¨®n musical de Marcello Panni fue machacona y bastante plasta en el primer acto, al frente de una orquesta h¨²ngara no precisamente experta en el lenguaje rossiniano. En la segunda parte mejoraron sustancialmente ante el empuje irresistible de Anderson. En la puesta en escena de Gasparon dominaron los elementos decorativos, en una concepci¨®n esteticista y est¨¢tica al estilo antiguo. Capas, antorchas, banderolas desplegadas, geometr¨ªa hasta el delirio y color, mucho color. En dorados, especialmente. Fue un montaje lujoso, pero con poca chispa. En cualquier caso, por la escena se paseaba June Anderson y todas las miradas eran para ella. Qu¨¦ artistaza.