En busca del liderazgo perdido
El lema que presidir¨¢ la exposici¨®n universal de Zaragoza 2008, Agua y desarrollo sostenible, me genera sentimientos contradictorios. Lo aplaudo sin reservas porque subraya la importancia de gestionar el agua eficientemente. Pero como mediterr¨¢neo, y mientras me pregunto qu¨¦ habremos hecho (o mejor qu¨¦ no habremos hecho) para que Arag¨®n nos arrebate un liderazgo que siempre anduvo a orillas del mar, me despierta cierta nostalgia. Lo m¨¢s relevante de su curr¨ªculo h¨ªdrico es su oposici¨®n al trasvase del Ebro. Fue aireada por doquier mientras con tupido velo ocultan la fractura social que les genera su ?Pacto? del Agua. Pero al C¨¦sar lo que es del C¨¦sar. Mientras otros dormit¨¢bamos sobre secos laureles Arag¨®n nos tomaba la delantera. Atr¨¢s quedan los milenios de innovaci¨®n que a los mediterr¨¢neos nos contemplan.
As¨ª lo certifica la historia de la ingenier¨ªa del agua. Los libros que la cuentan explican que el water harvesting (almacenar agua de lluvia para su posterior utilizaci¨®n), de plena actualidad en los pa¨ªses del norte de Europa (contribuye a la sostenibilidad del ciclo urbano del agua), tiene ya m¨¢s de cinco mil a?os. La cita, referida a la ciudad de Tiro que por aquel entonces superaba los dos milenios de antig¨¹edad, es de Herodoto de Halicarnaso (hoy Bodrum). Dos ciudades mediterr¨¢neas pre?adas de historia. Como mediterr¨¢neos fueron, siciliano uno, toscano el otro, Arqu¨ªmedes y Frontinus. Cumplidos los dos milenios, vigentes est¨¢n el tornillo que para elevar agua concibi¨® el primero y el tratado que para operar el suministro de agua a Roma escribi¨® el segundo. Y tambi¨¦n el Mare Nostrum vio nacer a quienes fundaron el Tribunal de las Aguas y a los que hace m¨¢s de cien a?os, tan pronto dispusieron de bombas, poniendo en peligro sus vidas con pico y pala alumbraron aguas subterr¨¢neas. El himno de Vila-real, mi pueblo, lo recuerda. Foradant les dures penyes/ fent eixir al sol les aig¨¹es/ convertint en horta hermosa/ el sec¨¤ dels nostres pares.
Agua, innovaci¨®n y trabajo han forjado una cultura mediterr¨¢nea que siempre mir¨® hacia el futuro. Una cultura que, por seguir la rutina del ayer, hoy estamos perdiendo. No es razonable gestionar el agua como en el siglo pasado porque el problema ¨²nico de anta?o (conseguir agua) hoy tiene tres vertientes bien distintas (las m¨¢s de las veces con intereses opuestos). Por ello s¨®lo armonizando lo social, lo econ¨®mico y lo ambiental, las tres caras de la pol¨ªtica del agua en el siglo XXI, seguiremos la estela de quienes nos precedieron.
Porque a la dimensi¨®n social de siempre (sin agua no hay vida) debemos a?adir las nacidas al comp¨¢s del desarrollismo del siglo XX. Instintivamente la cultura actual busca cobijo en lo social (agua para todos, solidaridad, etc¨¦tera), mensajes l¨ªcitos,..., si se compatibilizan con las otras dimensiones. Porque lo social, sin ning¨²n freno, acaba en absurda barra libre. Un freno ambiental que, cual ley del p¨¦ndulo, ha generado la misma naturaleza. Conviene recordar que nuestros abuelos no conocieron la agricultura ecol¨®gica (toda ella lo era), mientras la industria de hace cien a?os apenas contaminaba. Finalmente, como la tecnolog¨ªa actual permite almacenar grandes vol¨²menes de agua y transportarla hasta donde se quiera, el m¨¢s preciado de los recursos naturales tambi¨¦n se ha globalizado. Ello, y la creciente demanda (nuevos usos, aumento del regad¨ªo, crecimiento industrial y mayor calidad de vida), ha propiciado la competencia entre usuarios y territorios adquiriendo el agua car¨¢cter de bien econ¨®mico. Muy distinto a lo que vieron tiempos pasados.
La confusi¨®n est¨¢ servida porque cada cual defiende sus intereses desde su ¨®ptica, ignorando si le conviene las otras dos. El riego de campos de golf o la dotaci¨®n de nuevas urbanizaciones tienen, desde la vertiente econ¨®mica, todo el sentido. Como desde una perspectiva social es razonable subvencionar el agua agr¨ªcola que permite asentar la poblaci¨®n rural o las tarifas por bloques que, adem¨¢s de propiciar el ahorro, eximen a los d¨¦biles de recuperar todos los costes. Y tambi¨¦n la ¨®ptica ambiental avala a quienes quieren ver sus r¨ªos como anta?o estuvieron, a¨²n cuando deben conocer y valorar los sacrificios que tal disfrute hoy conlleva. Al fin y a la postre para ello sirve el, anta?o inexistente, manido concepto de impacto ambiental.
Armonizar estas tres ¨®pticas es el problema que la pol¨ªtica del agua hoy afronta. Un problema de muy compleja resoluci¨®n pues exige adecuar instrumentos dise?ados para resolver problemas unidimensionales al actual escenario tridimensional. Y es la sociedad la que, sopesando ventajas e inconvenientes, debe definir las coordenadas del punto de equilibrio. Tales son los vientos que vienen de Bruselas. Los acuerdos que en temas medioambientales promueven la participaci¨®n ciudadana (adoptados en la Convenci¨®n de Aarhus) van incorpor¨¢ndose a la legislaci¨®n europea. Nadie ignora que el punto de equilibrio debe reflejar fielmente la escala de valores decidida por una ciudadan¨ªa educada y responsable.
Los mensajes que vienen calando en la sociedad del siglo XXI (los dichos siempre preceden a los hechos) son los compatibles con todas las ¨®pticas. Por ello nadie los rechaza. Mayormente si utiliz¨¢ndolos con la debida ambig¨¹edad no comprometen en el corto plazo. Ejemplo paradigm¨¢tico es el eslogan Agua y desarrollo sostenible. La Exposici¨®n de Zaragoza ha acertado, pues, con su lema. Pero a m¨ª, por claro y concreto, comienza a gustarme m¨¢s el t¨¦rmino eficiencia, tambi¨¦n compatible con las tres ¨®pticas. Tiene, adem¨¢s, el valor a?adido de que no sirve para marear la perdiz.
Y puesto que de eficiencia hablamos es probable que, como defienden nuestros pol¨ªticos, los valencianos nos encontremos entre quienes m¨¢s juiciosamente utilicemos el agua en Espa?a. Y conviene reconocer el esfuerzo realizado modernizando buena parte de nuestro regad¨ªo. Pero dado el ilimitado margen de mejora, no debi¨¦ramos parar en ser los tuertos en un pa¨ªs de ciegos. Entre otras cosas, porque s¨®lo la eficiencia facilitar¨¢ encontrar un punto de equilibrio que satisfaga a la mayor¨ªa. Y ese es el reto. Si somos capaces de darle cumplida respuesta recuperaremos el liderazgo perdido y, al tiempo, desempolvaremos nuestra vieja pero necesaria cultura. La del trabajo y la innovaci¨®n. S¨®lo as¨ª, y olvidando la ret¨®rica que nos preside, seguiremos escribiendo, como nuestros ancestros, el futuro del agua con letra indeleble.
Enrique Cabrera es catedr¨¢tico de Mec¨¢nica de Fluidos de la Universidad Polit¨¦cnica de Valencia.
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