El acuerdo
Ocurre que cada vez que escribo sobre el reciente y todav¨ªa vivo conflicto entre el gobierno valenciano y la AVL parece que s¨®lo son objeto de cr¨ªtica los acad¨¦micos proponentes del acuerdo que no pudo tratarse el pasado 22 de diciembre, y me olvido del resto de actores. Algunos lectores, incluso, me recriminan que sea condescendiente con los que, en su opini¨®n, no tienen raz¨®n, y severo con el resto. Sin embargo, si se analiza la cuesti¨®n en fr¨ªo y sin olvidar qu¨¦ es lo fundamental a preservar en el papel de la AVL, la cosa cambia. Y puesto que lo dicho, dicho est¨¢, y las rectificaciones con entidad se dan cuando son los propios actores del conflicto sus protagonistas y no cuando quien hace de cronista desde el compromiso con la lengua propia vuelve sobre su propia mesura, me permito a?adir a la dilatada lista de razones que aconsejaron desde siempre la prudencia all¨ª donde le es m¨¢s natural, las que los recientes hechos vierten en el asunto. As¨ª, la prensa ha informado de sendas reuniones que el conseller portavoz del gobierno valenciano ha mantenido con la presidenta y dos miembros de la junta de gobierno de la AVL, y con los acad¨¦micos (llam¨¦mosles) en minor¨ªa ante el acuerdo en litigio. De la primera reuni¨®n ha trascendido que el conseller y los dirigentes de la AVL habr¨ªan repasado detenidamente el borrador del acuerdo d¨¢ndole una redacci¨®n m¨¢s suave a algunos (pocos) puntos, salvando el texto, el esp¨ªritu y la intenci¨®n que en ¨¦l subyacen; de la segunda, se sabe poco, y lo poco que hay no parece trascendente.
Que, paralelamente, el conseller valenciano haya mantenido contactos con otros actores de un modo u otro implicados en el problema y en la soluci¨®n (tambi¨¦n con pol¨ªticos catalanes, y, muy especialmente, con Joan Rigol, el dirigente dem¨®crata-cristiano catal¨¢n, ex vicepresidente del Senado en la legislatura 1996-2000, y con el que Esteban Gonz¨¢lez Pons tuvo -y, al parecer, tiene-, un especial feeling), apunta a la voluntad de llegar a una soluci¨®n consensuada del texto tambi¨¦n extramuros de la AVL, y enjugar con ella las reticencias pol¨ªticas ante sus presuntos excesos (algo que debe descartarse, a juzgar por lo que se sabe de ¨¦l, de sus versiones y de su pulcritud). Esa soluci¨®n habr¨ªa de tener el l¨®gico y correspondiente correlato en el interior de la instituci¨®n, pues lo que puede satisfacer a la visi¨®n pol¨ªtica externa a ella no necesariamente ha de cosechar la totalidad de los votos de los acad¨¦micos. Es decir, que el esfuerzo pol¨ªtico que el gobierno hace fuera de la AVL para que lo que se acuerde dentro resulte plenamente satisfactorio en el ¨¢mbito pol¨ªtico no empece a que puedan persistir aristas t¨¦cnicas que s¨®lo los acad¨¦micos est¨¢n capacitados para limar, discutir, y, en su caso, acordar, o bien por unanimidad, o por mayor¨ªa, manteniendo, si es menester, votos particulares y espec¨ªficas abstenciones ante determinadas afirmaciones. Yo no veo a los acad¨¦micos siempre de acuerdo en todo, ni antes, ni ahora, ni despu¨¦s, y tampoco hay que dramatizar si no nos dan siempre la raz¨®n (por ejemplo: ?Es la ib¨°la, taib¨°la, l'ib¨°la -o, con uve-, el paraje entre A¨ªn y Almed¨ªjar? ?Es lat¨ªn, ¨¢rabe, eusquera, berebere?); por lo que si un acuerdo mayoritario que resuelve el trauma pol¨ªtico de estas ¨²ltimas semanas va acompa?ado de meditados y l¨²cidos votos particulares en contrario (no votos pelados s¨ª y no, que no son nada entre acad¨¦micos) s¨®lo ser¨¢ un paso hacia la normalidad, aunque el acuerdo se vote en junio, que fue lo primero que suger¨ª cuando empez¨® la tormenta.
Vicent.franch@eresmas.net
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