Gambas, manglares y maremoto
Un mes despu¨¦s de la cat¨¢strofe del tsunami llega el momento de las reflexiones. Un estudio anterior al maremoto de la brit¨¢nica Environmental Justice Foundation analiza los efectos sociales, econ¨®micos y medioambientales de la implantaci¨®n de granjas de cultivo de gambas en las costas de pa¨ªses tropicales, incluidos los del ?ndico. El estudio denuncia que este tipo de acuicultura es responsable del 38% de la destrucci¨®n de los manglares; el turismo y sus consecuencias se han encargado del resto.
Los manglares son ecosistemas boscosos de las costas tropicales, con vegetaci¨®n tolerante al agua salada, y albergan numerosas especies de pescado, marisco y crust¨¢ceos, fuente ancestral de alimento para las poblaciones locales. Conviene recordar que los manglares act¨²an como barrera natural frente a los ciclones tropicales, como se demostr¨® en Bangladesh en 1991 y en la India en 1999. Muchos cient¨ªficos se est¨¢n cuestionando ahora cu¨¢ntas v¨ªctimas se habr¨ªan evitado si se hubieran hecho esfuerzos para compatibilizar de forma razonable la acuicultura, el turismo y el medio natural. Como an¨¦cdota, uno de los pocos hoteles que pr¨¢cticamente no padeci¨® los efectos del tsunami fue el de una cadena internacional que como reclamo tur¨ªstico decidi¨® conservar los bosques aut¨®ctonos.
Los manglares no s¨®lo han actuado de barrera protectora, sino que siguen actuando de fuente de subsistencia de los pueblos de pescadores tras la cat¨¢strofe. En cambio, en las ¨¢reas devastadas ser¨¢n necesarias inyecciones multimillonarias de capital para la reconstrucci¨®n de las granjas de cultivo de gambas (muchas con sede en Europa y subvencionadas por el Banco Europeo de Inversiones).
Las consecuencias del tsunami del ?ndico son tan fuera de medida que culpabilizar la acuicultura o el turismo de la desgracia ser¨ªa una aberraci¨®n. Pero s¨ª que la funci¨®n protectora de los manglares nos tendr¨ªa que hacer reflexionar en c¨®mo planificamos nuestra convivencia con el planeta, y que el precio que estamos pagando por los sistemas de producci¨®n insostenibles es mucho m¨¢s alto que el de las etiquetas del supermercado.
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