Negociar en Palestina
La opini¨®n mundial converge hacia un nuevo punto de inflexi¨®n que se estima positivo en Oriente Pr¨®ximo. El primer ministro israel¨ª, Ariel Sharon, habla de "momento hist¨®rico" para la negociaci¨®n; el nuevo presidente palestino, Mahmud Abbas, despliega a su polic¨ªa en Gaza y Jeric¨® -all¨ª donde resta alguna autonom¨ªa- para impedir nuevos atentados.
Ha habido ya contactos entre las partes en materia de seguridad que podr¨ªan fructificar en una reuni¨®n Abbas-Sharon, en la segunda semana de febrero, con la liberaci¨®n de algunos centenares de los 8.000 presos palestinos y la retirada de cinco ciudades de Cisjordania, a guisa de concesiones israel¨ªes. Y todo ello a cambio de la puesta en pr¨¢ctica de un plan efectivo por parte palestina contra sus propias huestes del terror. Y, sin embargo, tantas veces se han saludado aperturas luego fracasadas que todo optimismo ha de estar acorazado de prudencia.
Pero ni siquiera el ¨¦xito de Ham¨¢s en las elecciones locales de Gaza, en las que el movimiento terrorista ha capturado dos tercios de los esca?os contra menos de un 30% del partido gubernamental, Fatah, ha de ser, necesariamente, una mala noticia, porque su eventual incorporaci¨®n a la pol¨ªtica municipal puede hacer a la organizaci¨®n m¨¢s permeable a las presiones de Mahmud Abbas para una tregua duradera, al menos hasta que se vean los frutos de un nuevo comienzo: una vida que sea soportable en la Palestina semiocupada.
Hasta en el frente internacional las noticias son alentadoras. La secretaria de Estado norteamericana, Condoleezza Rice, tras la gira que realizar¨¢ la pr¨®xima semana por Europa -en la que no ha incluido a Espa?a-, viajar¨¢ a Israel y a los territorios palestinos, donde ver¨¢ a su nuevo l¨ªder y dar¨¢, t¨¢citamente, la alternativa a la cumbre Sharon-Abbas. George W. Bush alab¨® ayer, en esta ofensiva general de positivas convicciones, a la nueva autoridad palestina. El presidente de Estados Unidos, que ve en Abbas un pol¨ªtico de confianza a diferencia del fallecido Yasir Arafat, ha manifestado el deseo de invitar al nuevo dirigente palestino a la Casa Blanca.
Mientras las partes negocien sobre seguridad -fin del terrorismo a cambio de alg¨²n repliegue militar israel¨ª-, no es tan dif¨ªcil que prevalezcan intereses comunes. La segunda Intifada ha sido un fracaso, adem¨¢s de un crimen, y hora es ya de que sus protagonistas lo reconozcan. Pero cuando se quiera pasar a lo sustantivo -el estatuto de la Jerusal¨¦n ¨¢rabe, el desmantelamiento de las colonias jud¨ªas en Cisjordania y el problema de los refugiados-, se yergue una sucesi¨®n de muros de mutua incomprensi¨®n. Pero el movimiento hacia la paz se demuestra andando.
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