Las urnas contra el terror
Sin duda habr¨ªa que tener mala fe para no apreciar el valor con el que millones de iraqu¨ªes se han empe?ado en participar en la consulta electoral a pesar del aumento considerable de actos terroristas y de la mediatizaci¨®n organizada de la amenaza. Pr¨¢cticamente todo el mundo se ha equivocado. De pronto, en este siniestro far west, el h¨¦roe ya no es el que decapita o secuestra, sino el ciudadano que vota. Pero, en cambio, hay que tener cierta indecencia para cantar victoria, para alegrarse sin comedimiento en un mundo de duelo y ruina, y para descubrir, en la temeridad de los nuevos ciudadanos iraqu¨ªes, la justificaci¨®n del c¨¦lebre plan de paz para el Gran Oriente Pr¨®ximo proyectado por George W. Bush. En este caso, los iraqu¨ªes s¨®lo habr¨ªan votado, en definitiva, a favor de una extensi¨®n de la cruzada. Pero, cuidado, se trata exactamente de lo contrario.
La v¨ªspera de la votaci¨®n, uno de nuestros colegas de The New York Times, Thomas L. Friedman, tras realizar una breve visita a Par¨ªs, cre¨ªa poder llegar a la conclusi¨®n de que los franceses deseaban el fracaso de las elecciones, y por lo tanto, la derrota de George W. Bush. Y eso por el mero placer de poder espetarle: "?Ya te lo hab¨ªamos dicho!". La idea de que, por odio a George Bush, los franceses pueden elegir la pol¨ªtica de lo peor y subestimar los efectos de una victoria de los terroristas sobre las comunidades musulmanas de Francia, esta idea tan chocante es considerada como evidente por nuestro estimado colega...
En realidad, los franceses no parecen tener unas reacciones distintas a las de las dem¨¢s opiniones p¨²blicas europeas, ni a las de muchos estadounidenses que votaron contra George W. Bush. Es cierto que les costaba imaginar que tantos iraqu¨ªes se atrevieran a exponerse a los riesgos que nos impiden, a los periodistas, ir all¨ª. Todos los observadores que estuvieron en Irak en los ¨²ltimos meses quedaron impresionados por la calma, la resoluci¨®n y la organizaci¨®n de los kurdos. En esta regi¨®n, hay un pueblo en gran medida disciplinado y aut¨®nomo. Por otro lado, sab¨ªamos que entre los chi¨ªes hab¨ªa sectores enteros de la poblaci¨®n dispuestos a cualquier soluci¨®n que les evitase sufrir de nuevo la ley de la minor¨ªa sun¨ª. Por ¨²ltimo, nuestros enviados especiales advirtieron que el antiamericanismo, es decir, la lucha contra el ocupante, pod¨ªa muy bien acompa?arse de una denuncia de los atentados sangrientos e indiscriminados contra la poblaci¨®n civil iraqu¨ª. Parece evidente que la "resistencia", ya que ¨¦ste es el nombre con el que se la ha bautizado, ha dejado de mostrar por todas partes esta homogeneidad en el reclutamiento, este rigor organizativo y esta claridad en los objetivos que le permiten, aqu¨ª y all¨¢, desafiar a las fuerzas de la "coalici¨®n".
En todo caso, desde el pasado lunes por la ma?ana el mundo est¨¢ ante un pa¨ªs sembrado de ruinas en el que los muertos se cuentan por decenas de miles y donde los estadounidenses rara vez han sido tan impopulares. Pero tambi¨¦n, en este mismo pa¨ªs, ante una poblaci¨®n singularmente firme en su realismo y que, si creemos a algunos de sus ministros, quiere lograr mediante la negociaci¨®n todo, absolutamente todo, lo que los insurgentes no han obtenido mediante la violencia. Ahora es de esperar que los pa¨ªses fronterizos con Irak adapten su actitud a este ¨¦xito electoral y que las grandes potencias observen con m¨¢s paciencia y m¨¢s inter¨¦s las iniciativas de George W. Bush. Si nos atenemos a las m¨¢s recientes declaraciones de este ¨²ltimo, el giro que toma de repente la cuesti¨®n iraqu¨ª vuelve a situar en el orden del d¨ªa el debate sobre la exportaci¨®n de la democracia. En efecto, buena parte de los argumentos de quienes creen en la posibilidad de dicha exportaci¨®n se basan en la regularidad y la libertad de las elecciones palestinas, ayer, y en el valor c¨ªvico de los electores iraqu¨ªes, hoy. A todos aquellos que, famosos o no, le dec¨ªan que la guerra de Irak no podr¨ªa ganarse mientras no se hubiese logrado la paz en Oriente Pr¨®ximo, Bush respond¨ªa que se obtendr¨ªan ambas cosas mediante "la lucha contra el terrorismo y por la democracia". Hoy parece que ¨¦se sea m¨¢s que nunca su estado de ¨¢nimo.
Tenga el presidente estadounidense raz¨®n o no, aunque decida descaradamente olvidar todos los sacrificios impuestos a su pueblo y las desgracias causadas a sus protegidos, tiene entre las manos algunas bazas importantes. En efecto, George W. Bush puede hoy lograr la "legitimidad" de la que ha carecido hasta ahora porque ignoraba con desd¨¦n a la ONU, la OTAN y la Uni¨®n Europea. Puede muy bien dirigirse a estas instancias y decirles: "Tras las elecciones en Irak habr¨¢ un Parlamento, una Constituci¨®n y un Gobierno. Solicitar¨¢n la salida de las fuerzas estadounidenses, lo que siempre ha figurado en nuestro compromiso. Ahora les toca a ustedes mover ficha, ayudarnos a marcharnos, ya que han deseado nuestra partida. En adelante, las responsabilidades de la gesti¨®n de la paz son suyas". Es una situaci¨®n que Colin Powell hab¨ªa imaginado perfectamente antes de ceder su cargo a Condoleeza Rice. Cuando dec¨ªa "nos marcharemos cuando nos lo pidan", todo el mundo pensaba que no se lo pedir¨ªan, y que si lo hac¨ªan, no se marchar¨ªan. De repente, todo ha cambiado, todo ha variado.
Lo que puede modificar la nueva situaci¨®n diplom¨¢tica -es decir, las nuevas relaciones de fuerza- es evidentemente la situaci¨®n sobre el terreno en Irak y en Oriente Pr¨®ximo. Salvo un milagro de sabidur¨ªa (pero, ?qui¨¦n puede excluirlo tras las elecciones del domingo pasado en Bagdad?), todo el mundo teme, en Irak, una divisi¨®n del territorio acompa?ado de guerrillas o de disturbios. Si hombres como Henry Kissinger y George Schultz creyeron oportuno desaconsejar encarecidamente a George W. Bush y a los suyos que contemplaran la retirada de las fuerzas estadounidenses antes de que transcurra mucho tiempo, es porque esta retirada ya estaba siendo estudiada en todos los niveles de responsabilidad de la Administraci¨®n estadounidense. Aceptar la marcha de los ocupantes -lo que provocar¨ªa el riesgo de una situaci¨®n a la ruandesa- o bien cambiar el mantenimiento de las fuerzas estadounidenses por una participaci¨®n de las fuerzas mundiales en territorio iraqu¨ª y una soluci¨®n acelerada de la cuesti¨®n palestina; ¨¦ste es el nuevo y escaso margen de maniobra de la diplomacia internacional, sobre todo europea.
Personalmente, opto sin duda por la segunda actitud, pero a condici¨®n de definir cuidadosamente las modalidades. M¨¢s concretamente, en el caso de la UE, ¨¦sta puede muy bien hacer un inventario de las medidas que reclama al mismo tiempo en Palestina y en Irak para desempe?ar un papel en el que su participaci¨®n financiera, ya de por s¨ª importante, se vea acompa?ada de una presencia militar y de responsabilidades pol¨ªticas. Dicho de otro modo, si hay una victoria pol¨ªtica de George W. Bush en el resultado inesperado de las elecciones iraqu¨ªes, puede muy bien consistir en entregar el beb¨¦ iraqu¨ª a los europeos y a los dem¨¢s en un futuro cercano. La situaci¨®n iraqu¨ª era catastr¨®fica para los estadounidenses. Se ha vuelto desastrosa para todo el mundo.
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