El 'hombre de Davos'
Algunas de las personas m¨¢s listas e interesantes que he conocido, este a?o, en los cinco d¨ªas de la reuni¨®n del Foro Econ¨®mico Mundial que se celebra en la ciudad suiza eran indias, chinas, africanas, y mujeres. Sin embargo, siguen siendo una minor¨ªa entre los participantes. La cultura dominante en Davos es la del hombre occidental blanco.
Samuel Huntington, a quien se atribuye la invenci¨®n del t¨¦rmino hombre de Davos, afirm¨® el a?o pasado que los miembros de esta ¨¦lite mundial "tienen escasa necesidad de lealtades nacionales, consideran las fronteras nacionales como obst¨¢culos que, por fortuna, est¨¢n desapareciendo, y creen que los Gobiernos nacionales son restos del pasado y que su ¨²nica utilidad es la de facilitar las actividades de esa ¨¦lite mundial". Curiosamente, su art¨ªculo se public¨® en The National Interest.
La sensaci¨®n que he tenido en Davos es que los estadounidenses se han vuelto m¨¢s estadounidenses; los europeos, m¨¢s europeos, y los brit¨¢nicos est¨¢n desgarrados entre los dos
La globalizaci¨®n es una idea deliciosa: una especie de comunismo capitalista. En vez de "el trabajador no tiene patria", ahora es "el capitalista no tiene patria"
Los chinos y los indios, llenos de astucia, no dec¨ªan nada, pero lo ve¨ªan todo, callados y conscientes de su poder econ¨®mico, cada vez mayor
William F. Browder, director del Fondo de Gesti¨®n de Capitales Hermitage, con sede en Mosc¨², parece confirmar la hip¨®tesis de Huntington. "La identidad nacional no supone ninguna diferencia para m¨ª", le declar¨® a un periodista de la revista Time. Como para demostrarlo, en 1988 obtuvo la nacionalidad brit¨¢nica. "Me siento completamente internacional. Si uno tiene cuatro buenos amigos y le gusta lo que hace, da igual d¨®nde est¨¦. Eso es la globalizaci¨®n".
Es una idea deliciosa: una especie de comunismo capitalista. En vez de "el trabajador no tiene patria", ahora es "el capitalista de riesgo no tiene patria". No obstante, tengo que decir que, cuando conoc¨ª brevemente a Browder en el abarrotado centro de congresos de Davos, y le o¨ª hablar en una de las sesiones de debate, todo ¨¦l me pareci¨® muy estadounidense. Su acento, su lenguaje corporal, su forma de vestir, su estilo de hablar directo y sensato; todo denotaba una en¨¦rgica cultura nacional. Como ocurre, por cierto, con Huntington, catedr¨¢tico de Harvard.
EE UU y Europa
En todo caso, la sensaci¨®n que he tenido este a?o en Davos es que los estadounidenses se han vuelto m¨¢s estadounidenses, los europeos m¨¢s europeos y los brit¨¢nicos est¨¢n desgarrados entre los dos. En una comida con los directivos de varias multinacionales entre las mayores del mundo, se palpaba la tensi¨®n reprimida entre estadounidenses y europeos. Al comenzar un debate de BBC World, cuando habl¨¦ de la hostilidad existente en todo el mundo hacia George W. Bush, el senador republicano John McCain y el senador dem¨®crata Joseph Biden se apresuraron a acusarme, furiosos, de atacar a Bush como todos los europeos. El senador McCain insisti¨® en que George Bush no era "un gilipollas", pese a que ni yo ni nadie hab¨ªa empleado ese lenguaje para referirse al presidente de EE UU.
En otra discusi¨®n hacia el final del foro, otro veterano pol¨ªtico estadounidense solt¨® un lamento emocionado. Dijo que "se hab¨ªa ganado los galones" durante tres d¨ªas. El mensaje que le hab¨ªa llegado en Davos era que "los estadounidenses son unos b¨¢rbaros". Al o¨ªrle, parec¨ªa que hab¨ªa pasado tres d¨ªas con activistas callejeros del movimiento antinuclear o antiglobalizadores franceses, no en lo alto de la monta?a m¨¢gica con la ¨¦lite econ¨®mica mundial. Los europeos, continu¨®, tienen que comprender que la diplomacia, sin una amenaza cre¨ªble de emplear la fuerza militar, es una sociedad de debates, "palabras sin obras", dijo, recurriendo a una expresi¨®n religiosa. Cuando los iraqu¨ªes acudieran en masa a votar el domingo, los europeos tendr¨ªan que comprender y valorar el bien que su pa¨ªs est¨¢ haciendo en el mundo.
Se le notaba verdaderamente herido porque a EE UU nunca se le reconoce nada de lo que hace bien. Para mi sorpresa, una amiga estadounidense, que es liberal y muy partidaria de la colaboraci¨®n transatl¨¢ntica, dijo que ella tambi¨¦n se siente as¨ª, a veces, despu¨¦s de hablar con europeos.
Ante estos comentarios, un astuto observador de EE UU coment¨® que el peligro no est¨¢ ya en el "aislacionismo f¨ªsico" de su pa¨ªs, sino en su "aislacionismo psicol¨®gico". Los estadounidenses, explic¨®, viven en una realidad psicol¨®gica cada vez m¨¢s distinta de la de los europeos. Ya no les une el gran enemigo com¨²n -la Uni¨®n Sovi¨¦tica-. Y ahora tenemos distintas opiniones incluso sobre las cosas que nos amenazan a todos, como el terrorismo internacional o el calentamiento global. Hasta cuando usamos las mismas palabras, "libertad", "democracia", "derechos humanos", nos referimos a cosas distintas. Es posible que los dos queramos llamar al pan, pan, y al vino, vino; pero a algunos nos parecen tortas. Los que intentan traducir del americano al europeo y viceversa, como Tony Blair, tienen que hacer aut¨¦nticas contorsiones con su lengua.
He sostenido anteriormente que este divorcio no es inevitable, ni mucho menos. Un an¨¢lisis sensato de los intereses vitales a largo plazo de europeos y estadounidenses muestra que coinciden en lo fundamental o, al menos, se complementan. La nueva secretaria de Estado norteamericana, Condoleezza Rice, viene a Europa esta semana para buscar un terreno com¨²n, y detr¨¢s llegar¨¢ el presidente Bush, a finales de este mes.
Adem¨¢s, un intelectual progresista de Nueva York sigue pareci¨¦ndose m¨¢s, cuando piensa y cuando habla, a un intelectual progresista de Londres que a un miembro de la derecha religiosa estadounidense. Las pol¨¦micas entre el sector azul y el sector rojo de EE UU son tan feroces como cualquiera de las del otro lado del Atl¨¢ntico. Y el sector azul (el progresista) mira a Europa con esperanza. En la p¨¢gina web que figura al final de este art¨ªculo, un estadounidense azul reaccion¨® ante la reelecci¨®n de Bush pidiendo, en broma, a los europeos que invadieran Estados Unidos y les salvaran del "fascismo teocr¨¢tico cristiano".
Pero lo que he visto en Davos me ha preocupado. Al fin y al cabo, todos los empresarios y economistas que estaban all¨ª -y, en eso, Huntington tiene raz¨®n- son la gente m¨¢s internacional que existe. Representan a compa?¨ªas que poseen grandes intereses en los dos continentes. La paradoja de la d¨¦cada y media transcurrida desde el final de la guerra fr¨ªa es que, a medida que la relaci¨®n pol¨ªtica transatl¨¢ntica se ha debilitado, la relaci¨®n econ¨®mica se ha reforzado m¨¢s que nunca, mediante propiedades e inversiones cruzadas. Y, sin embargo, las emociones est¨¢n a flor de piel.
Di¨¢logo de sordos
Cuatro a?os m¨¢s de este di¨¢logo de sordos, junto a otra gran crisis transatl¨¢ntica, tal vez a prop¨®sito de Ir¨¢n, podr¨ªan desembocar en una fusi¨®n psicol¨®gica dentro de cada uno de los dos bandos continentales. En Estados Unidos, el orgullo herido podr¨ªa hacer que los progresistas se aproximen a los conservadores, mientras que la llamada nueva Europa se unir¨ªa a la vieja movida por un sentimiento de superioridad e indignaci¨®n.
La gran novela La monta?a m¨¢gica, de Thomas Mann, que ocurre en Davos, muestra la Europa anterior a 1914, con su interdependencia econ¨®mica, tejida en la cima por una ¨¦lite internacional y exquisita de arist¨®cratas, empresarios y monarcas, que se ve desgarrada por prejuicios nacionales y disputas ideol¨®gicas, como la sostenida entre el humanista laico Ludovico Settembrini y el jesuita Leo Naphta. Termina cuando su joven h¨¦roe, Hans Castorp, se sumerge en el infierno de 1914, el comienzo de la segunda Guerra de los Treinta A?os de la civilizaci¨®n occidental, y la org¨ªa europea de autodestrucci¨®n que culmin¨® en Auschwitz.
El hombre de Davos, pues, tiene una prehistoria conflictiva, unos antecedentes de mezclar la inteligencia y la estupidez, dejarse cegar por prejuicios ideol¨®gicos y nacionales que le impiden ver sus intereses a largo plazo, destruir con una mano lo que ha construido con la otra. Si vuelve a caer en lo mismo, si los europeos y los estadounidenses repiten, al comenzar este siglo, el error que cometieron alemanes y franceses al comenzar el pasado, no creo que esa idiotez vaya a desembocar en otra guerra dentro de Occidente.
No. Pero s¨ª acelerar¨¢ el ascenso de Oriente. En Davos he visto que los chinos e indios presenten observaban, con una mirada aguda e ir¨®nica, c¨®mo los europeos y los estadounidenses se dejaban llevar por la irritaci¨®n de lo que Sigmund Freud llamaba "el narcisismo de las peque?as diferencias". Esos chinos e indios, llenos de astucia, no dec¨ªan nada pero lo ve¨ªan todo, callados y conscientes de su poder econ¨®mico cada vez mayor. Si Occidente sigue jugando a ser Hamlet, Asia, como Fortinbras, heredar¨¢ el reino.
(www.freeworldweb.net).
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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