Tolerancia frente a fanatismo
Con frecuencia, y con raz¨®n, se ha sostenido que, en Espa?a, el auge de la pr¨¢ctica religiosa no siempre ha ido acompa?ado de la debida reflexi¨®n teol¨®gica. Este dato confiere a nuestro pasado religioso un cierto aire de preocupante desinformaci¨®n. En efecto: creer sin teolog¨ªa encierra el peligro de no saber exactamente en qu¨¦ se cree; y, cuando se abandona esa fe no ilustrada, tampoco se sabe propiamente qu¨¦ es lo que se deja atr¨¢s. Podr¨ªa, pues, ser cierto que ni en el pasado sab¨ªamos en qu¨¦ cre¨ªamos, ni en el presente sabemos en qu¨¦ hemos dejado de creer. Entre nosotros, la religi¨®n ha sido largamente practicada, pero escasamente pensada.
Nuestro catolicismo careci¨® de figuras comparables a Kant o Hegel, grandes maestros en el arte de pensar la religi¨®n. En los d¨ªas de la Modernidad, tan pujantes filos¨®ficamente, el catolicismo se asfixiaba intentando mantener un pasado que ya no pod¨ªa ser futuro. Mientras los grandes pensadores europeos del momento articulaban la rica tensi¨®n existente entre fe y raz¨®n, entre autoridad y argumentaci¨®n, la jerarqu¨ªa cat¨®lica se decantaba, ya desde el siglo XVI, por una "m¨ªstica de la autoridad" (Congar) y por un populismo misionero bien intencionado, pero declaradamente timorato a la hora de afrontar los debates te¨®ricos.
FUNDAMENTALISMOS Y DI?LOGO ENTRE RELIGIONES
Juan Jos¨¦ Tamayo
Trotta. Madrid, 2004
309 p¨¢ginas. 17 euros
Problemas de este g¨¦nero se dilucidan en la ¨²ltima obra de J. J. Tamayo. Toda ella es un bien trenzado alegato en favor de un cristianismo pensado y sentido. Pero el cristianismo no es el ¨²nico protagonista de estas p¨¢ginas, por cierto muy bien escritas. Con soltura, con naturalidad, se va dando entrada a lo que solemos llamar "las otras" religiones. El lector recibe una informaci¨®n objetiva, serena y dialogante, sobre las tres grandes religiones monote¨ªstas (juda¨ªsmo, cristianismo e islam), pero tambi¨¦n sobre las llamadas religiones m¨ªsticas, como el hinduismo y el budismo.
Tamayo inicia su reflexi¨®n con una l¨²cida contraposici¨®n entre los logros de la secularizaci¨®n y el nuevo despertar de las religiones. Quien en d¨¦cadas pasadas pensase que, por fin, nos ¨ªbamos a contentar con la austeridad de lo secular se topa hoy con un variopinto resurgir de nuevas pr¨¢cticas y creencias religiosas atentas a las demandas de nuevas sensibilidades. Con frecuencia se trata de sectas que se desgajan de su matriz originaria y se abren a nuevos recorridos, a nuevas experiencias. No responden a lo que se suele entender por un "concepto fuerte" de religi¨®n, pero ofrecen cobijo y calor a los que desconf¨ªan de las grandes tradiciones religiosas y se abren a los relatos breves, puntuales y "d¨¦biles" de la posmodernidad.
Lo que Tamayo propone es que todas las religiones se sienten a dialogar. La categor¨ªa central de su obra es el di¨¢logo interreligioso. S¨®lo ¨¦l podr¨¢ evitar el choque de civilizaciones, anunciado por Huntington. Un di¨¢logo que, como la historia muestra, es dif¨ªcil, aunque no imposible. Todo empieza por conocerse mejor, por estudiarse a fondo, por abandonar rancias e infundadas descalificaciones. Especialmente complicado es el di¨¢logo entre cristianismo e islam. Es m¨¢s f¨¢cil entenderse con el hinduismo o con el budismo, que nos quedan lejos geogr¨¢ficamente y llegan hasta nosotros con una aureola de ex¨®tico encanto. Con el islam, en cambio, casi siempre hemos andado a la gresca. Nos hemos disputado la misma geograf¨ªa, el mismo Dios, los mismos lugares sagrados. Hemos procedido seg¨²n el lema: "Qu¨ªtate t¨² que me pongo yo".
El gran obst¨¢culo para el di¨¢logo interreligioso es, naturalmente, el fundamentalismo. Son muy atinadas y valiosas las reflexiones que Tamayo dedica a los fundamentalismos, sobre todo al religioso y al econ¨®mico. El fundamentalista absolutiza su propia verdad, su religi¨®n, su cultura, su sistema econ¨®mico. El colmo del fundamentalismo es pretender imponer por la fuerza la propia verdad. Y, sin llegar a tanto, tambi¨¦n el encumbramiento desmedido de la propia tradici¨®n puede frenar el di¨¢logo.
Ninguna religi¨®n es la ¨²nica religi¨®n verdadera. Y, desde luego, ninguna religi¨®n posee car¨¢cter absoluto. El registro de la verdad puede ser ampliamente compartido, pero el car¨¢cter absoluto no. En alg¨²n sentido, todas las religiones son verdaderas. Acertadamente, Tamayo relaciona esa verdad con los derechos humanos. Una religi¨®n ser¨¢ tanto m¨¢s verdadera cuanto m¨¢s se comprometa con los derechos humanos. No es el ¨²nico criterio de verdad, pero s¨ª uno de los m¨¢s decisivos. Y algo muy importante: el "pecado" de los movimientos fundamentalistas no se localiza en su b¨²squeda del fundamento. Esa b¨²squeda es necesaria y esencial. Sin ella se esfuma la identidad y se camina a la deriva. El paso al fundamentalismo se produce mediante el olvido de la historia. Es fundamentalista quien considera que la identidad es un producto enlatado, revelado de una vez para siempre y libre de los avatares del devenir hist¨®rico. El fundamentalista rechaza las fatigas de la duda y el ejercicio de la raz¨®n cr¨ªtica. Por lo general, los fundamentalismos reniegan de la contingencia hist¨®rica.
A medida que se avanza en la lectura de esta obra de Juan Jos¨¦ Tamayo, uno piensa calladamente que libros como ¨¦ste tal vez podr¨ªan, en unas fechas en las que, una vez m¨¢s, el tema religioso parece dividir a la sociedad espa?ola, ayudar a serenar los ¨¢nimos y a tratar los asuntos referidos a la religi¨®n con cordura. En todo caso, el lector de este libro tiene dos cosas aseguradas: por un lado, recibir¨¢ una informaci¨®n rica y actualizada y, por otro lado, disfrutar¨¢ con la elegancia literaria en la que dicha informaci¨®n se le transmite.
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