La belleza s¨²bita
Algas, vino caliente y mandarina son algunos de los ingredientes de Rotterdam, el perfume producido por Herzog y De Meuron para celebrar la exposici¨®n de su obra en la ciudad holandesa. El objeto olfativo, como lo llaman los arquitectos, contiene tambi¨¦n hach¨ªs, pachul¨ª y agua del Rin -el r¨ªo que une Basilea y Rotterdam-, se distribuye en una edici¨®n limitada de 1.000 frascos de 15 mililitros, y su aroma violento persiste en la piel con la misma tenacidad que las im¨¢genes de sus obras se aferran a la retina. Jacques Herzog llevaba a?os hablando de hacer un perfume que recordara "la pintura al ¨®leo, el cemento fresco o el asfalto caliente despu¨¦s de la lluvia", fascinado por la capacidad de los olores para almacenar la memoria y evocar experiencias o espacios del pasado "casi como fotograf¨ªas". Las aulas de nuestra infancia, una vieja cocina o la iglesia durante la misa est¨¢n entre los lugares que inspirar¨ªan esos objetos olfativos, el primero de los cuales ha visto la luz con ocasi¨®n de la muestra en el Instituto Holand¨¦s de Arquitectura, donde bajo el t¨ªtulo Belleza y residuo se expone hasta el 8 de mayo una formidable colecci¨®n de objetos, ensayos y maquetas que ilustran el proceso creativo del despacho suizo.
La biblioteca de Cottbus pone en primer plano la relaci¨®n de la arquitectura con la innovaci¨®n formal y la originalidad est¨¦tica
Belleza no es una palabra frecuente en la cr¨ªtica del arte y la arquitectura de nuestro tiempo, pero conviene bien a esta exploraci¨®n obstinada de la emoci¨®n est¨¦tica que deja tras de s¨ª tan copioso residuo de despojos, pruebas fallidas y experimentos abandonados: desechos de un progreso en la penumbra que avanza con tropiezos y extrav¨ªos para producir objetos de perfecci¨®n exacta que se dir¨ªan alumbrados sin esfuerzo. Con la elegancia ingr¨¢vida del atleta que salta sin que la proeza del gesto revele su preparaci¨®n laboriosa, la naturalidad asertiva de las obras de Herzog y De Meuron no hace sospechar los meandros y laberintos del camino, documentados en Rotterdam a trav¨¦s de una multitud de descartes que subrayan lo prolijo del proceso. En ese jard¨ªn de senderos que se bifurcan, el arquitecto que tantea entre la fronda recibe de cuando en vez el auxilio de un rel¨¢mpago que ilumina la ruta, y a ese resplandor entre tinieblas llaman algunos inspiraci¨®n.
As¨ª ocurri¨® notoriamente en
1997, cuando durante el dise?o del edificio de marketing de Ricola -su tercer proyecto para la compa?¨ªa de caramelos de hierbas- los croquis de piezas compactas con cubierta a dos aguas dieron s¨²bitamente paso a una planta v¨ªtrea de forma estrellada, disolviendo el volumen en la vegetaci¨®n circundante; una propuesta ins¨®lita que se extender¨ªa despu¨¦s con toda una familia de proyectos fracturados. Y as¨ª ocurri¨® tambi¨¦n en la obra que ahora se inaugura -una biblioteca universitaria en una localidad de la antigua Alemania del Este pr¨®xima a la frontera con Polonia-, ganada en concurso en 1994 con un proyecto de prismas con pieles inscritas reminiscente de su biblioteca de Eberswalde (otra instalaci¨®n universitaria en la antigua Alemania del Este, dise?ada ese mismo a?o), y que se construir¨ªa finalmente con la planta ameboide concebida en 1998; una extrusi¨®n de la curva expresionista que tendr¨ªa igualmente progenie en la producci¨®n de la oficina. Pero tanto la estrella como la ameba surgen en la regularidad pautada del trabajo diario como pecios del naufragio de la historia, intuiciones rescatadas del acervo pret¨¦rito que emergen en la superficie de la conciencia para mantenernos a flote, m¨¢s bien que como iluminaciones ext¨¢ticas en la selva oscura de la m¨ªstica.
El per¨ªmetro ondulado de la biblioteca de Cottbus tiene, desde luego, el prop¨®sito de convertirla en un objeto singular que pueda servir como hito ciudadano y emblema de renovaci¨®n en un campus construido en 1945 con edificios de disciplinada homogeneidad dimensional y material. Sin embargo, sus formas fluidas -definidas por una cortina de vidrio grabada con un patr¨®n abstracto de origen tipogr¨¢fico que hace inmaterial el volumen escult¨®rico desvaneciendo en el cielo su perfil org¨¢nico- no provienen de la emoci¨®n agitada o el capricho azaroso del arquitecto: surgen m¨¢s bien de una estirpe eminente de curvas cristalinas que tienen su origen en el rascacielos de vidrio de Mies van der Rohe -el proyecto te¨®rico de 1922- y se extienden hasta las torres Trade levantadas por Coderch entre 1968 y 1973 o el Willis Faber Dumas construido por Foster entre 1971 y 1975, pasando por el inevitable episodio de las ondas de Aalto que tan admirablemente resumen los jarrones dise?ados para el restaurante Savoy en 1937, y que desde entonces se han convertido en s¨ªmbolo de la Finlandia lacustre.
Dentro de la membrana de cris-
tal, las nueve plantas se organizan alrededor de n¨²cleos de comunicaci¨®n cil¨ªndricos, y est¨¢n seccionadas por interrupciones rectas de manera que todas sean diferentes y ninguna agote la superficie total, cre¨¢ndose una gran variedad de espacios y salas de lectura con distintas alturas y grados de intimidad: una disposici¨®n que los arquitectos llaman heterot¨®pica y no jer¨¢rquica -previsiblemente para contraponerla a la homotop¨ªa burocr¨¢tica del campus socialista de la posguerra- y que en su contraste entre los seud¨®podos, n¨²cleos o vacuolas digestivas de la planta celular y la precisi¨®n perpendicular de los cortes utiliza un recurso compositivo muy aaltiano, aunque aqu¨ª interpretado con una aleatoriedad juguetona y un ritmo jazz¨ªstico que no deja adivinar el movimiento pl¨¢cido de la piel exquisita, cuya sutileza monocroma y transl¨²cida no resulta por cierto f¨¢cil de conciliar con el desenfreno crom¨¢tico de algunos interiores.
Obra que inaugura una secuencia apretada de aperturas (el dirigible neum¨¢tico del estadio en M¨²nich, la Allianz Arena, y las formas aristadas de dos importantes museos norteamericanos, el Walker Art Center en Minneapolis y el De Young en San Francisco), la biblioteca de Cottbus pone en primer plano la relaci¨®n de la arquitectura con la innovaci¨®n formal y la originalidad est¨¦tica, algo de obligada discusi¨®n al comentar la obra de un estudio que, tras sus inicios carnavalescos con Beuys en 1978, ha colaborado siempre con artistas -desde los proyectos con sus vecinos de Basilea Helmut Federle y R¨¦my Zaugg hasta los trabajos recientes con Adrian Schiess o Ai Wei Wei, pasando por su permanente relaci¨®n con los fot¨®grafos Margherita Spiluttini y Thomas Ruff-, y una parte importante de cuyos edificios han estado destinados a instituciones o clientes del mundo del arte, con el hito bien conocido de la Tate londinense. En una extensa conversaci¨®n con el fot¨®grafo Jeff Wall -que expondr¨¢ de mayo a septiembre en el Schaulager de los suizos-, Jacques Herzog se enfrentaba a estas cuestiones con ¨¢spera lucidez, reconociendo su deuda con el romanticismo de Novalis o los dibujos de nubes de Goethe, y manifestando la incompatibilidad entre su sensualismo amante de las im¨¢genes y el fervor iconoclasta protestante que alimenta la abstracci¨®n art¨ªstica, pero admitiendo tambi¨¦n el respeto que le inspira la arquitectura "ordinaria" y normativa de Haussmann o Hilberseimer, que en nuestros d¨ªas se extiende hasta la regularidad repetitiva de las nuevas ciudades chinas: "El problema de la arquitectura actual no es la ausencia de libertad, sino la libertad misma... Ahora nuestros proyectos son mucho m¨¢s espectaculares que al principio, y nadie nos puede criticar por falta de inventiva o riqueza formal. Sin embargo, el problema es precisamente esa riqueza, las variaciones interminables que inundan el mundo de la arquitectura y el arte, creando una especie de ceguera. La cuesti¨®n, al cabo, es c¨®mo eludir la tiran¨ªa de la innovaci¨®n". As¨ª habl¨® el autor de la biblioteca de Cottbus y el perfume Rotterdam. Esc¨²chenlo.
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