La tristeza del tigre
Se?oras y se?ores. Ladies and gentlemen. Damas y caballeros. Disculpen las molestias. No figura en mi lista de prop¨®sitos incordiar y mucho menos arruinarles el d¨ªa, pero va en serio que Guillermo Cabrera Infante, el cubanito de Cibara, se nos ha muerto como quien dice ahora en un hospital de Londres sin que La Habana le dispense una simple plegaria, un adi¨®s estampado y urgente, tibio al menos, en medio de los ojos.
Si no recuerdo mal, hace la friolera de cuarenta a?os que el escritorcito caribe?o salt¨® al ruedo con una novela deslumbrante y diab¨®lica: Tres tristes tigres. Por ella le concedieron el Premio Biblioteca Breve -hecho que supuso su consagraci¨®n-, pero sobre todo premiaron su rara habilidad con el lenguaje, sus dotes de prestidigitaci¨®n, sus juegos verbales y un sentido del humor envolvente y profundo. Quienes m¨¢s han saboreado sus libros, sus cuentos, sus historias, dicen que Cabrera Infante ha hecho m¨²sica con las palabras, ha encadenado sonidos y momentos, p¨¢ginas que sugieren, m¨¢s que nada, sinfon¨ªas de muy variada ejecuci¨®n, imprevisibles siempre, raudas y fugaces en muchos casos o melanc¨®licamente pausadas, lentas, en otros.
Y luego est¨¢ lo del cine, cr¨¦anselo; una pasi¨®n en toda regla que dej¨® bien cumplida en varios libros y en miles de art¨ªculos publicados aqu¨ª y all¨¢ desde 1954. Pero, miren por d¨®nde, yo me quedo con la vida, con ese redoble arrebatado que resuena en las p¨¢ginas de La Habana para un infante difunto (1979), Mea Cuba (1992) o Ella canta boleros (1996). Ah¨ª est¨¢n los grandes temas: la amistad, la lucha por salir de la miseria, las peque?as traiciones, la seducci¨®n, el amor, el desarraigo o la misma muerte. Su enfrentamiento definitivo con Fidel y su r¨¦gimen lleg¨® en 1965. Desde entonces viv¨ªa en Londres. En 1997 le concedieron el Premio Cervantes y el 21 de febrero de 2005 mor¨ªa en el Charing Cross Hospital de la capital brit¨¢nica. No es por incordiar, pero mucho me temo que ese sonido quejumbroso no procede de una puerta. Es la tristeza del tigre, no lo duden, insomne y pertinaz, larga como un gemido en la noche.
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