Ni?os que callan
Sobre el silencio, el temible aforista Karl Kraus escribe: "Quien tenga algo que decir que d¨¦ un paso adelante y se calle". Sin complejos, doy el paso adelante y hablo. Acerca del silencio, mi escena preferida la protagoniza en Z¨²rich la llamada tertulia de los Parcos, de la que nos hablara Walter Benjamin. Les llamaban los parcos porque adoraban el silencio. Eran Arnold B?cklin, su hijo Carlo y Gottfried Keller. Un d¨ªa estaban sentados en la taberna, en silencio como de costumbre. Transcurrido un largo tiempo sin que se oyera palabra alguna, dijo el joven B?cklin: "?Vaya calor!". Siguieron 15 minutos de silencio, hasta que dijo B?cklin padre: "No circula nada de aire". Keller esper¨® que pasaran unos minutos para ponerse en pie y decirles: "No pienso seguir bebiendo entre charlatanes".
Como se puede ver, esta an¨¦cdota sobre el silencio tiene toda la estructura de un chiste. De hecho, el otro d¨ªa, un amigo me la cont¨® en forma de chiste, sin los nombres de sus verdaderos protagonistas y sin saber que Walter Benjamin hab¨ªa escrito en serio sobre ella. Y es que la l¨ªnea fronteriza que separa un relato dram¨¢tico de un chiste es fr¨¢gil y muy sutil. Un chiste vulgar puede transformarse en un relato de gran profundidad. El silencio, por otra parte, se presta a una gran bulla y origina alegres bromas y chistes que, a veces, eso s¨ª, pueden acabar dram¨¢ticamente. Ya dec¨ªa Shakespeare en Mucho ruido y pocas nueces que el silencio es el int¨¦rprete m¨¢s elocuente de la alegr¨ªa.
En cierta ocasi¨®n, Luis Alegre, el mejor contador de chistes de Zaragoza, nos cont¨® uno al que yo le vi una clara estructura dram¨¢tica, hasta el punto de que decid¨ª secretamente convertirlo en un cuento muy serio. El chiste que tanto nos hizo re¨ªr habla de un ni?o que, pudiendo perfectamente hacerlo, no habla nunca. Aunque el m¨¦dico dictamina que no tiene ning¨²n mal f¨ªsico ni ps¨ªquico y puede hablar perfectamente, el ni?o pasa muchos a?os sin hablar. Un d¨ªa, cuando ya tiene 40 a?os y a¨²n no ha pronunciado palabra alguna, les dice de pronto a sus padres: "Este flan estaba horrible". Consternada, su madre le pregunta c¨®mo es que por fin se ha decidido a hablar. "Es que hasta ahora todo estaba perfecto", responde.
La primera versi¨®n de mi relato dejaba mucho que desear. Quienes la leyeron me dec¨ªan que se notaba mucho que el final me lo hab¨ªa prestado un chiste. Recuerdo haber hecho muchas versiones hasta lograr que el desenlace del cuento no recordara en nada al de un chiste, aunque el final fuera el mismo. Cuando el cuento se tradujo al franc¨¦s, una revista psicoanal¨ªtica le dedic¨® un sesudo y amplio ensayo que me dej¨® anonadado. Se hablaba en ese profundo estudio de que "s¨®lo de las heridas que nos da la vida nace el habla, la escritura". Ya s¨®lo faltaba que analizaran a fondo al flan del chiste.
Pas¨® el tiempo, y un d¨ªa le¨ª que el hermano peque?o del escritor Lobo Antunes no habl¨® durante a?os hasta que un d¨ªa lo hizo para quejarse de algo. A la pregunta de sus padres, dijo: "Es que hasta hoy todo iba perfecto". Unos d¨ªas despu¨¦s, le¨ª que Einstein hab¨ªa tardado much¨ªsimo en hablar y que s¨®lo se decidi¨® a hacerlo un mediod¨ªa en el que parece que no le gust¨® el primer plato que le sirvi¨® su madre. "Esta sopa est¨¢ demasiado caliente", dijo. "?Y por qu¨¦ no hab¨ªas hablado hasta ahora?", pregunt¨® la madre. Ya pueden imaginarse la respuesta. En fin. Como Einstein no pudo leer mi cuento, lo m¨¢s probable es que fuera ¨¦l quien invent¨® la historia que Lobo Antunes adjudica a su hermano peque?o y que a m¨ª me lleg¨® a trav¨¦s de Luis Alegre, que debi¨® de o¨ªrsela en forma de chiste, a Einstein.
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