El fecundo servidor del dolor
Juan Pablo II ha vuelto al hospital. "Tambi¨¦n desde el hospital, sigo sirviendo a la Iglesia y a la humanidad", exclamaba el papa Juan Pablo II el domingo 6 de febrero al saludar a los fieles congregados ante el Policl¨ªnico Gemelli de Roma, donde permanec¨ªa hospitalizado a causa de una dolencia respiratoria. Estaba siendo la novena que Karol Wojtyla, aquel "atleta de Dios" del alba de su pontificado, deb¨ªa ser ingresado en este hospital romano, llamado por ¨¦l, humor¨ªstica y significativamente, "el Vaticano 3". Cuando al domingo siguiente, d¨ªa 13 de febrero, ya desde el Vaticano, volv¨ªa a presidir el rezo p¨²blico del ¨¢ngelus, ped¨ªa a las miles de personas que abarrotaban la plaza de San Pedro de Roma que rezaran por ¨¦l para que pudiese cumplir hasta el final la misi¨®n que el Se?or le ha confiado.
El Papa, anciano y enfermo, es ejemplo de que hasta el final hay que cargar con la cruz
Y es que, a mi juicio, esta nueva y la ya pasada hospitalizaci¨®n de Juan Pablo II, esta nueva enfermedad suya, nos depara importantes mensajes y lecciones. La primera de ellas es comprobar c¨®mo el misterio y la gracia de la cruz siguen estando tan presentes en la vida y en el ministerio del Santo Padre. Aquel hombre vigoroso venido del Este, aquel atleta de Dios, aquel portentoso y probado deportista, aquel Papa juvenil y moderno, ha ido envejeciendo, ha ido debilit¨¢ndose, ha ido carg¨¢ndose de a?os, de achaques, de dolores y de dolencias. Y aquel hombre, aquel Papa superstar de los albores de su ministerio petrino, es ahora el anciano entra?able y venerable, que se asemeja tanto a nuestros ancianos, a nuestros enfermos y a todos y a cada uno de nosotros mismos.
Por ello y porque para el creyente es preciso escrutar los signos de la providencia de Dios, porque para el cristiano es necesario saber leer y vivir la Palabra de Dios, el Papa del Gemelli, el Papa anciano y enfermo, es icono vivo de que la fuerza reside en la debilidad, es ejemplo luminoso de que siempre y hasta el final hay que cargar con la cruz, es referencia permanente a Dios y a Jesucristo, el ¨²nico redentor del hombre, es testimonio inequ¨ªvoco de los gozosos dolores y sufrimientos que siempre comportan la predicaci¨®n del evangelio y la consagraci¨®n entera de la propia vida en su servicio. ?Y esto no es puro evangelio, puro misterio de contradicci¨®n y de gracia, pura refutaci¨®n de la suficiencia de las solas eficacias humanas, pura afirmaci¨®n de que Dios sabe m¨¢s? Las reiteradas ocasiones en que Juan Pablo II se muestra cargando de este modo con la cruz e insiste en su voluntad de no bajarse de ella, al igual que el Se?or, ?no ser¨¢ un signo, una llamada de lo Alto para saber de qui¨¦n debemos fiarnos y d¨®nde debemos poner nuestras esperanzas?
Con todo, y a pesar de que la legislaci¨®n eclesi¨¢stica limita a la sola voluntad del Papa la posibilidad de dimitir, y a pesar de los tan escas¨ªsimos y tan particulares casos en que un sucesor de san Pedro ha renunciado a su misi¨®n, no cab¨ªa duda de que tarde o temprano, tras esta nueva hospitalizaci¨®n de Juan Pablo II, se reabrir¨ªa en la sociedad y en la misma Iglesia el debate sobre si el Papa debe dimitir, sobre si es conveniente establecer una edad de jubilaci¨®n tambi¨¦n para quien calza las sandalias del pescador y todos estos debates, c¨¢balas y quinielas a los que nuestro mundo, tan autosatisfecho en sus mecanismos de eficacias y de marketing, es tan dado. Contemplando a Juan Pablo II en el hospital y releyendo desde la fe los p¨¢rrafos anteriores de este comentario, todas estas pol¨¦micas y cuestiones se me antojan est¨¦riles, al menos, en el momento y contextos actuales.
Puedo entender que mi planteamiento y visi¨®n del tema sean tildados de incluir o de basarse s¨®lo en razones de car¨¢cter religioso y hasta sobrenatural. Pero, ?faltar¨ªa m¨¢s!: la Iglesia es don de Dios, misterio de su gracia y de su amor, y los puestos, cargos y responsabilidades en la Iglesia forman parte de este misterio de gracia y son servicio. Dirigir la Iglesia no es dirigir una multinacional. Es servir en el amor a la comunidad de los creyentes y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad. ?Y c¨®mo se miden, c¨®mo se rentabilizan el servicio y el amor? ?Qui¨¦n puede saber y garantizar cu¨¢l y c¨®mo es su mayor eficacia?
No obstante, si a datos cuantificables hubi¨¦ramos de referirnos, no vendr¨¢ mal recordar que el n¨²mero de cat¨®licos en todo el mundo supera los 1.081 millones de personas, 15 millones m¨¢s que en el a?o pasado y 120 millones de personas m¨¢s que cuando Juan Pablo II, en 1978, calz¨® por primera vez las sandalias del pescador. ?M¨¢s datos?: son ya cerca de los 300.000 los j¨®venes de todo el mundo que se han inscrito para la Jornada Mundial de la Juventud del pr¨®ximo mes de agosto en Colonia y que presidir¨¢ Juan Pablo II. ?Cabe pensar una tal capacidad de convocatoria en alg¨²n otro tipo de acto y concentraci¨®n de j¨®venes? Hace menos de dos a?os, Juan Pablo II congregaba en Cuatro Vientos, en el sur de Madrid, a m¨¢s de 700.000 j¨®venes. ?Ha habido en estos dos a?os en Espa?a alguna concentraci¨®n juvenil de magnitud similar? Y podr¨ªamos seguir a?adiendo datos que hablan con contundente evidencia de c¨®mo Juan Pablo II, el Papa anciano y enfermo, ha calado en el coraz¨®n de la humanidad con una fuerza y con una penetraci¨®n dif¨ªcilmente superables, como tambi¨¦n se pone de manifiesto, entre cristianos y no cristianos, cada vez que su quebrada salud adolece a¨²n m¨¢s.
Ya nos lo dec¨ªa recientemente el cardenal Sodano, secretario de Estado del Vaticano: "Las dimisiones dej¨¦moslas a la conciencia del Papa. Si hay alguien que sabe qu¨¦ es lo que hay que hacer, ¨¦se es ¨¦l. Si hay un hombre que tiene una sabidur¨ªa maravillosa, ¨¦se es ¨¦l. Nosotros tenemos que tener una enorme confianza en ¨¦l. Ama a la Iglesia m¨¢s que nadie. Sabe qu¨¦ es lo que hay que hacer. El Papa se expresa y gu¨ªa a la Iglesia de diferentes maneras. La sabidur¨ªa del anciano para la Iglesia es tambi¨¦n un don. No nos preocupemos: el Se?or gu¨ªa a su Iglesia. Y el Se?or es grande". Eso es, dejemos el tema a Dios y al Papa.
No querr¨ªa terminar este art¨ªculo sin antes hacerme eco tambi¨¦n de un hermos¨ªsimo testimonio a este respecto del canadiense Jean Vanier, fundador de la Comunidad El Arca, cuyo carisma es el servicio, la acogida y la convivencia con los discapacitados f¨ªsicos y mentales. Jean Vanier se expresaba en los siguientes t¨¦rminos: "Juan Pablo II es el Papa y corresponde decidir al Papa". Cuando se le pregunt¨® por la posibilidad de renunciar, respondi¨®: "?Quiso Jes¨²s bajarse de la cruz?". "El Papa es un hombre que sufre: sufre f¨ªsicamente, pero creo que sufre tremendamente tambi¨¦n en su coraz¨®n. Y, al mismo tiempo, hay en ¨¦l algo de extraordinariamente luminoso y l¨ªmpido. El Papa es el signo de lo que es el cristiano... Hoy el Papa, m¨¢s que con cualquier enc¨ªclica o con cualquier otro escrito, es signo de santidad con su presencia. Hoy el mundo no tiene necesidad de grandes 'atletas de Dios', tiene necesidad de hombres y mujeres, como Juan Pablo II, que acepten el misterio de lo que viven". Y conclu¨ªa sus declaraciones con estas palabras: "San Pablo dice: 'Mi fuerza se manifiesta en mi debilidad'. Esto es precisamente lo que hoy vive el Papa".
Jes¨²s de las Heras Muela, sacerdote y periodista, es director de la revista Ecclesia.
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