?D¨®nde est¨¢n las nieves del a?o pasado?
De repente, con la nieve, a Barcelona le sale el diorama y es como si la ciudad se disfrazara de lo que no es, de Innsbruck o Tur¨ªn, pongamos por caso, ciudades con decorado de fondo alpino a cada vuelta de calle. Desde los bajos de Muntaner o de la Rambla de Catalunya, Collserola se reivindica por un d¨ªa como cordillera, mientras proyecta su resplandor de arena sobre el tedio del llano, que dir¨ªa Verlaine ("dans l'interminable / ennui de la plaine / la neige incertaine / luit comme du sable").
Tambi¨¦n el llano bajo los copos se quiere hacer pasar por otro. El Eixample adquiere por momentos un ordenado rigor menestral que recuerda a Viena. Nunca el modernismo de los portales y las tribunas prominentes de las casas hab¨ªa sido tan sezession como ahora. Incluso las pasteler¨ªas huelen a caramelo y chocolate como las de Centroeuropa. Si esto fuera Trieste, el puerto del imperio habsb¨²rgico, uno buscar¨ªa refugio en alg¨²n caf¨¦, pero el Terminus ya no existe. Es cierto, ahora Barcelona tiene tranv¨ªa, como Mil¨¢n o Ginebra, pero es un tranv¨ªa nuevo y aerodin¨¢mico, nada que ver con la melancol¨ªa de la jardinera que, de noche, devuelve a casa al hombre sin atributos, dejando tras de s¨ª un rastro paralelo de quejidos.
Nieve en Barcelona. Cada uno tiene recuerdos de sus nieves de a?os pasados. Una peque?a escapada a Vallvidrera los reactiva
Le cuadra mal a Barcelona la nieve. La precisi¨®n caligr¨¢fica de los ¨¢rboles sin hojas (Pla), la sordina afelpada de sonidos urbanos habitualmente estridentes, las conversaciones callejeras, breves y como quietas, casan mal con la ciudad nerviosa (Vila-Matas). "Mais o¨´ sont les neiges d'antan?", cantaban Fran?ois Villon y Georges Brassens. En realidad, las nieves del a?o pasado est¨¢n ah¨ª mismo. Est¨¢n en esa ¨²nica m¨¢quina de descongelar las alas de los aviones que ayer hizo horas extras en El Prat, sin conseguir remediar retrasos indecentes de cientos de vuelos. Una falta de previsi¨®n que recuerda las nieves de muchos a?os atr¨¢s, las de 1962, cuando el alcalde Porcioles tuvo que pedir socorro a Andreu Claret padre, exiliado en Andorra, para que enviara una flota de m¨¢quinas quitanieves que dejaran expeditas las calles. Por entonces Espa?a era un pa¨ªs triste, aburrido y sucio que nada ten¨ªa que ver con la risue?a Centroeuropa, y mucho menos con sus bien abastecidas pasteler¨ªas.
"Mais o¨´ sont les neiges d'antan?". Tal vez est¨¦n en una discoteca de Vilassar de Mar donde Artur Mas, a la saz¨®n conseller en cap, mov¨ªa alegremente el esqueleto una noche de diciembre de 2001 mientras fuera el pa¨ªs se paralizaba y ca¨ªa una tormenta pol¨ªtica en la que Mas tuvo que emplearse a fondo para salir con bien.
?D¨®nde est¨¢n las nieves del a?o pasado? Una crisis se lleva por delante a otra crisis, y es como los copos, siempre nuevos, siempre id¨¦nticos a s¨ª mismos. Ha nevado tambi¨¦n en el Carmel, sigue nevando, tal vez no haya dejado nunca de nevar desde el d¨ªa en que Andreu Claret tom¨® con quitanieves la capital engloutie. Pero ahora en el Carmel ha nevado un 3% m¨¢s que en el resto de la ciudad, y de ¨¦sta puede que ya no se recupere el barrio, ni la ciudad, ni el pa¨ªs, los cuales siguen pregunt¨¢ndose ad¨®nde fueron a parar las nieves del a?o pasado.
Acaso el ¨²nico modo de encontrar la respuesta sea volviendo a enfilar la carretera de Vallvidrera, como en 1962, como en 2001, para viajar a la ¨²nica patria todav¨ªa posible, la infancia. Habr¨¢ que detenerse tras la primera curva a la derecha, en ese mirador donde en primavera los amantes aparcan para vaciar su amor ante la ciudad inflamada, y repetir los versos de Verlaine: "Les ciel est de cuivre / sans lueur aucune. / On croirait voir vivre / et mourir la lune". Y no obstante brillan los ojos de los ciudadanos que han subido hasta all¨ª este mediod¨ªa para contemplar la ciudad sin brillo, como han brillado siempre, en 1962, en 2001 y ahora mismo.
Los espesores del manto van creciendo conforme se asciende a Vallvidrera. Los pinos retorcidos tienden sus brazos blancos sobre el asfalto serpenteante y de vez en cuando dejan caer soplos nevados, como confetis brillantes y festivos. Desde la cumbre el panorama es fenomenal. La ladera, bien cubierta arriba, pierde progresivamente intensidad blanca conforme se acerca a la base. En medio, en el llano aburrido, se encuentra la ciudad gris¨¢cea, inmutable. Pero en Montju?c, junto al castillo, peque?as manchas blancas reivindican t¨ªmidamente la excepcionalidad del d¨ªa.
Ahora bien, el espect¨¢culo principal se halla en el templo expiatorio del Tibidabo. La nieve ha recubierto sus pin¨¢culos, herman¨¢ndolo extra?amente con otra no menos famosa expiaci¨®n de la ciudad, la Sagrada Familia. A su vez, la torre de Foster parece un centinela gigante que monta guardia, impasible ante el fr¨ªo.
?D¨®nde est¨¢n las nieves del a?o pasado? Cada uno est¨¢ llamado a buscar las suyas: en un aeropuerto colapsado, una crisis pol¨ªtica, un barrio resquebrajado por la impericia, una discoteca de playa, una quitanieves vista por primera vez y confundida con un monstruo de Verne. Las nieves del a?o pasado habitan los sue?os donde uno cree ver vivir y morir la Luna.
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