Los pies al aire
Lo que sus autores e int¨¦rpretes llaman danza vertical est¨¢ mucho m¨¢s cerca de la acrobacia circense que de la danza como tal. En realidad, estos entrenados artistas suspendidos por cuerdas y arneses vagan y evolucionan sobre nuestras cabezas, pero llamar a eso danza como tal es exagerado y gratuito. La experiencia no es nueva, tiene antecedentes en la corriente norteamericana de acrobatismo de all¨¢ por los a?os setenta donde se mezclaba el riesgo con un imaginario esc¨¦nico mucho m¨¢s elaborado.
Aqu¨ª, el resultado es fr¨ªo, fragmentado (son evoluciones o vi?etas que no superan los cinco o diez minutos, una tras otra) y con el acompa?amiento melanc¨®lico de un acorde¨®n que aporta cierto grado de intimidad; es una performance agradable, capaz de congregar a un p¨²blico joven, pero que no posee una estructura real, un dibujo que permita hablar de obra de baile. La intenci¨®n de unir danza y arquitectura por la vertical, no se cumple, aunque en su literatura reza como su base te¨®rica. No es que la arquitectura se vuelva soporte del movimiento (siempre lo es, aunque uno est¨¦ normalmente erecto sobre el suelo, o patas arriba o en una pared); en todo caso, lo interesante sucede por una lucha entre elementos, por el choque visual, pero eso dura poco.
Compa?¨ªa Retouramont (Francia)
R¨¦flexion de fa?ade. Direcci¨®n: Isabelle Pinou; con Genevi¨¨ve Mazin, Fabrice Guillot y otros. Clausura del Festival Escena Contempor¨¢nea. La Casa Encendida. Madrid, 27 de febrero.
Babelia
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