Lo esencial verdadero
En las reflexiones con que encabezaba su aportaci¨®n a una reciente antolog¨ªa colectiva, expon¨ªa Vicente Valero (Ibiza, 1963) su concepto de poes¨ªa: apertura a lo esencial verdadero, revelaci¨®n del espacio creado en el poema, lenguaje que muestra al tiempo que se muestra. Independientemente del grado de aproximaci¨®n a ese horizonte desde que, en 1986, publicara Jard¨ªn de la noche, la coherencia de su obra de entonces ac¨¢ est¨¢ fuera de dudas. Pero incluso la coherencia tiene l¨ªmites que Valero no ha traspasado. En la po¨¦tica citada afirmaba, con Juan Ram¨®n, que s¨®lo por su aspiraci¨®n a lo nuevo el poema llega a ser verdadera poes¨ªa. Coherencia, pues, pero no encastillamiento en los propios logros. Su ¨²ltimo t¨ªtulo, Libro de los trazados, avanza hacia una modulaci¨®n espec¨ªfica de lo po¨¦tico: la que, procedente del Romanticismo europeo, propone el poema largo como conducto de un pensamiento logoc¨¦ntrico, que ven¨ªa de lustrarse en la utop¨ªa de las Luces aunque apuntaba ya un vac¨ªo nacido en la desconfianza del discurso, que finalmente habr¨ªa de inventar sus propios cauces: el env¨¦s de la palabra, la negaci¨®n del verbo que llevar¨ªa al "je ne sais plus parler!" de Rimbaud en Une saison en enfer.
LIBRO DE LOS TRAZADOS
Vicente Valero
Tusquets. Barcelona, 2005
96 p¨¢ginas. 10 euros
El libro mantiene la l¨ªnea meditativa de los anteriores, y tambi¨¦n su tri¨¢ngulo tem¨¢tico: sujeto, naturaleza y arte; disminuye, en cambio, la evocaci¨®n retrospectiva respecto a Vigilia en Cabo Sur, y la mediterraneidad salinosa de todos ellos. Constituido por cinco poemas extensos, el segundo y el cuarto pueden, no obstante, considerarse como otras tantas series de composiciones breves interconectadas. En el primer poema, La subida, se recrea el topos del viajero solitario que asciende por los acantilados hasta una primavera terminal, resumida simb¨®licamente en un ¨¢rbol azul. Pese a que sus versos se han gestado en la escasez de modelos expl¨ªcitos en castellano, algunas remisiones culturales aclaran el espacio en que suena esta voz: un lenguaje unitivo que se produce "a oscuras, en secreto", y una apelaci¨®n a la teolog¨ªa negativa de la "doctrina de la ignorancia", que se?ala la imposibilidad de conocer el ser absoluto -una tortuga a la que nunca dar¨¢ Aquiles alcance-, aunque tambi¨¦n, en sentido contrario, el camino iluminativo que conduce a la uni¨®n. Vicente Valero verbaliza esa uni¨®n en Voces para una danza infinita, donde una sucesi¨®n de recurrencias marca la conjunci¨®n del yo y de la naturaleza, expresada mediante la identidad ("mi alma y estas nubes que pasan / son iguales") o mediante la objetivaci¨®n del alma que sale de s¨ª para que en ella se deshagan las formas. Taller de paisajistas, por su parte, es una reflexi¨®n docente sobre el arte que lo lleva a ponderar la dificultad de poetizar acerca de lo dado, en los cascotes de lo fenom¨¦nico: "Y acometer por fin este gran tema: / su manera distinta de abordar / el vac¨ªo" (la cursiva es suya; le sugerir¨ªa que reparara en la conveniencia de esa especie de admonici¨®n pomposa que significan las cursivas: a veces el lector trastabilla al tropezarse con ellas). Pero si se juzga que la materia opaca dificulta la penetraci¨®n contemplativa y su consiguiente temblor especulativo, conviene precisar que la penetraci¨®n no puede hacerse en el vac¨ªo, pues requiere de la costra o, al menos, de la resistencia del aire, que, como en el caso de la paloma de Kant, no s¨®lo no impide el vuelo, sino que es requisito del mismo.
En Curva en el camino del bosque se alcanza la m¨¢xima intensidad emocional. Aqu¨ª la sucesi¨®n de los versos no necesita, como en el primer poema, de la letan¨ªa, la recursividad o la ilaci¨®n sint¨¢ctica para mantener una compacidad que se resquebrajar¨ªa sin tales recursos. Esa funci¨®n la cumple ahora la compunci¨®n pat¨¦tica del tema, que vence las reservas del poeta, tan reticente por lo general a ser succionado por la tristitia rerum, esa hermosa trampa simbolista enga?adora como el canto de las sirenas. El hilo de la piedad que ensambla la composici¨®n es una muerte cercana que nos pone perdidos de dolor. Nadie se lo recriminar¨¢, si es verdad que donde existe el dolor, alguien lo dijo, hay tierra sagrada.
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