El separatismo queda en manos radicales
La desaparici¨®n del moderado Masj¨¢dov deja la direcci¨®n de la guerrilla en manos de jefes m¨¢s extremistas como Bas¨¢yev
La desaparici¨®n f¨ªsica de Asl¨¢n Masj¨¢dov es un duro golpe para la guerrilla chechena, por cuanto desaparece su figura de mayor legitimidad. Pero es tambi¨¦n una noticia m¨¢s inquietante que tranquilizadora, cualquiera que sean las circunstancias, a¨²n misteriosas y contradictorias, que han desembocado en su muerte. Coronel del Ej¨¦rcito de la desaparecida Uni¨®n Sovi¨¦tica, de 54 a?os, formado en Leningrado (hoy San Petersburgo), fue elegido presidente de Chechenia en enero 1997 fue elegido presidente de Chechenia y como tal tuvo una oportunidad, tal vez ¨²nica, de liberar a su tierra natal del control de Mosc¨².
La oportunidad se malgast¨® en luchas intestinas entre los diversos l¨ªderes guerrilleros y en una incapacidad de control y gobierno, que acab¨® convirtiendo Chechenia en un escenario de asesinatos, pillajes y actos de puro bandidismo. Sin embargo, la legitimidad obtenida por Masj¨¢dov de los comicios de 1997, realizados en presencia de observadores internacionales y reconocidos por el Kremlin, nunca se esfum¨® del todo, por m¨¢s que los dirigentes rusos de hoy hayan preferido olvidar que el presidente de Ichkeria (como llaman los independentistas a la rep¨²blica de Chechenia) entr¨® en el m¨¢ximo recinto de poder de Rusia y se sent¨® a la mesa con Bor¨ªs Yeltsin y por m¨¢s que hayan preferido olvidar tambi¨¦n que en agosto de 1996, en la localidad de Jasavyurt, Masj¨¢dov y el general Alexandr L¨¦bed estamparon su firma en el acuerdo que acab¨® con la primera guerra chechena, que Yeltsin hab¨ªa iniciado en 1994.
Tras su elecci¨®n en las urnas, desaprovech¨® la oportunidad de independizar Chechenia
En 2001, el Kremlin sopes¨® conversar con Masj¨¢dov, pero para que entregara las armas
El olvido de la legitimidad de Masj¨¢dov fue condici¨®n indispensable para iniciar la segunda guerra de Chechenia, en el oto?o de 1999. Sobre aquella campa?a, que ha llegado hasta nuestros d¨ªas rebajada y diluida como una lucha de guerrillas, Vlad¨ªmir Putin, que entonces era jefe del Gobierno, se dio a conocer y se hizo popular entre los rusos, que eran partidarios de acabar con el problema checheno por la fuerza. El Kremlin, bajo el mandato de Putin, etiquet¨® a Masj¨¢dov como terrorista, puso precio a su cabeza y mezcl¨® su nombre con todos los grandes actos terroristas sucedidos en Rusia. El l¨ªder independentista siempre neg¨® haber tenido algo que ver con las explosiones de viviendas en Mosc¨² y Volgogrado del oto?o de 1999, con la toma de rehenes en el teatro Dubr¨®vka de la capital rusa, que acab¨® con m¨¢s de un centenar de muertos en octubre de 2002, y el a?o pasado, con la explosi¨®n de dos aviones en el aire y con el secuestro de la escuela de Besl¨¢n, en Osetia del Norte, que se sald¨® con m¨¢s de 300 v¨ªctimas.
Con la desaparici¨®n de Masj¨¢dov se abre un periodo de inc¨®gnitas en el conflicto entre el Kremlin y el separatismo checheno, que queda ahora en manos de l¨ªderes m¨¢s radicales, como Shamil Bas¨¢yev, quien, a diferencia de Masj¨¢dov, ha reivindicado para s¨ª la autor¨ªa de los atentados m¨¢s horrendos, incluido el secuestro de Besl¨¢n. La evoluci¨®n de la situaci¨®n en Chechenia ahora depende de muchos factores que son dif¨ªciles de valorar. Si es cierto que Masj¨¢dov no controlaba a los guerrilleros radicales, como aseguraban algunos portavoces rusos, su muerte no cambia nada en este sentido, y los extremistas, con el apoyo de combatientes islamistas llegados del extranjero, seguir¨¢n actuando como actuaban hasta ahora e incluso pueden radicalizarse a¨²n m¨¢s.
Si Masj¨¢dov, por el contrario, era una autoridad para otros jefes guerrilleros y ¨¦stos se le somet¨ªan, entonces se ha perdido una potencial figura de referencia en un proceso de negociaci¨®n para la paz. A principios de febrero y hasta el 23 de aquel mes, Masj¨¢dov declar¨® una tregua que, seg¨²n fuentes de Chechenia, se cumpli¨® en gran medida y a la que, al parecer, se hab¨ªa sometido tambi¨¦n el mismo Bas¨¢yev.
En 2001, en el Kremlin algunos coquetearon con la idea de conversar con Masj¨¢dov, aunque el prop¨®sito de Mosc¨² m¨¢s bien era que el l¨ªder entregara las armas. Su destino en este proyecto era ir a la c¨¢rcel o se insertara en alg¨²n lugar secundario en el proyecto ruso para recuperar el control de Chechenia, lo que, por otra parte, hubiera resultado inc¨®modo para todos. Los atentados terroristas, fuera quien fuera su autor, fueron utilizados por los dirigentes rusos como un argumento en contra del di¨¢logo. Ajmad Kadirov, el dignatario isl¨¢mico independentista que se pas¨® a los federales en la segunda guerra de Chechenia, dio al Kremlin la ocasi¨®n de poner en marcha un proyecto de gobierno, que se plasm¨® en unos truculentos comicios para aprobar una Constituci¨®n y elegir un presidente como s¨ªmbolo de una nueva legitimidad, justamente para reemplazar la que ten¨ªa Masj¨¢dov. Con el tiempo, una parte de la guerrilla se ha pasado al r¨¦gimen pro moscovita de Chechenia, pero quedan a¨²n sectores irreconciliables, capaces, por lo que parece, de perpetrar atentados y crear inestabilidad en el futuro.
La muerte de Masj¨¢dov no resuelve los muchos problemas que los rusos tienen en el C¨¢ucaso, donde los focos de tensi¨®n se han extendido a las rep¨²blicas de Ingushetia y Daguest¨¢n y Osetia del Norte, adem¨¢s de otros territorios donde el paro y la crisis econ¨®mica son un fermento de inestabilidad y extremismo.
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