Una ley para ricos
Usted creer¨¢ que vivimos en un estado de derecho. Que todos somos iguales, y que ahora los ricos no se hacen m¨¢s ricos robando lo poco que tenemos los pobres. Lamento despertarles de tan id¨ªlico sue?o.
Y es que si usted vive en Valencia, algo definido como "inter¨¦s p¨²blico" puede dejarle sin casa, como ya ha sucedido con miles de familias (20.000 en la Comunidad Valenciana). Un campo de golf, una nueva urbanizaci¨®n, la construcci¨®n de chalets de lujo... pueden hacer que usted transfiera sus bienes a alguien que lo gana con el sudor del de enfrente.
Pongamos por caso que usted tenga una peque?a casita con jard¨ªn. Su terreno, puede ser recalificado, ceder¨¢ la mitad del mismo para zonas verdes, para calles, y en el caso de que le quede casa que proteger, tendr¨¢ que pagar una cifra astron¨®mica en concepto de cuota de urbanizaci¨®n, para pagar el alquitr¨¢n que pondr¨¢n a su pesar sobre su muy trabajada parcela, embarg¨¢ndose as¨ª para toda su vida.
Claro que si usted en lugar de ser un pobrecillo currante es un terrateniente que posee 200.000 metros, convertidos en un erial, sin construcci¨®n alguna, la ley del suelo valenciana, trat¨¢ndole igual, le har¨¢ a¨²n m¨¢s rico... pues ahora su suelo, recalificado, valdr¨¢ much¨ªsimo m¨¢s, su plusval¨ªa crecer¨¢.
Si no tiene dinero para pagar la cuota de urbanizaci¨®n, pueden quitarle hasta un 85% de su terreno. Terreno que ahora valoraran, si es usted afortunado, entre 15 y 20 miserables euros el metro cuadrado. Supongamos que tiene usted peor suerte... que a alg¨²n arquitecto, municipal o no, se le ocurre que una rotonda debe ocupar el que hasta ahora fue el cuarto de juego de sus hijos. Le dar¨¢n a cambio un terreno pedregoso y perdido de la mano de Dios, con un poco de dinero con el cual ni tan siquiera podr¨¢ pagar la argamasa de la obra nueva.
Y ahora, la otra cara de la moneda. Ese urbanizador que ha comprado el terreno donde tanto sudor usted derram¨® por un precio miserable (10 o 20 euros el metro), que edificar¨¢ sobre ¨¦l y que despu¨¦s se enriquecer¨¢ vendiendo como si las ca?er¨ªas fueran de oro los apartamentos que sobre ¨¦l edifique. Al tiempo, siempre dentro de la legalidad, ser¨¢ un patrocinador de todo lo que el ayuntamiento le pida: vueltas a pie, fiestas populares, etc, de manera que los ediles quedar¨¢n contentos, aun sin tener que mal pensar sobre su supuesta honorabilidad.
Y es que uno cree que si un capitalista quiere nuestro terreno, deber¨ªa hablar con nosotros, y no con el ayuntamiento. Uno querr¨ªa confiar en que vivimos en un pa¨ªs donde se respeta a la propiedad privada y no prima la especulaci¨®n frente al bienestar de sus ciudadanos.
?Y c¨®mo valoro los recuerdos? ?Alguien puede poner precio al ¨¢rbol donde su hijo se apoy¨® para ponerse a andar por primera vez? ?Alguien puede convertirse en un Judas vegetal y vender el pino que plant¨® su padre antes de morir? ?Alguien puede parar esto?.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.