Efecto domin¨®
Hace una quincena de d¨ªas, Catalu?a y en especial su Gobierno se enfrentaban con una seria cat¨¢strofe urban¨ªstica y social, la del Carmel, la gesti¨®n y las responsabilidades de la cual comenzaban a derivar en crisis pol¨ªtica. Entonces, el ya hist¨®rico 24 de febrero, un intento inopinado y personal¨ªsimo del presidente de la Generalitat por alejar el peligroso bal¨®n de su porter¨ªa -por desplazar el centro del debate sobre el Carmel hacia el ¨¢rea contraria- provoc¨® la ruptura de la confianza b¨¢sica que ha cimentado el juego pol¨ªtico catal¨¢n durante por lo menos dos d¨¦cadas, desde el caso Banca Catalana. Pero, con ser grave, esa gen¨¦rica imputaci¨®n de latrocinio (el "3%") no fue m¨¢s que la primera de una larga hilera de fichas de domin¨® en caer. Tras ella, arrastradas por ella, otras piezas han seguido cayendo, extendiendo el se¨ªsmo y agravando sus consecuencias.
Por un lado, el cruce de descalificaciones, sospechas y expresiones despectivas hacia el adversario pol¨ªtico, la proliferaci¨®n de querellas, las burdas alusiones a la guerra civil y a "las derechas" como espantajo, la salida a escena del consejero Huguet avalando desde su posici¨®n institucional viejas habladur¨ªas nunca probadas, los esfuerzos de Josep Piqu¨¦ por pescar en r¨ªo revuelto con su moci¨®n de censura..., todos esos elementos dibujan un paisaje dif¨ªcilmente compatible con los grandes objetivos de esta legislatura, esto es, el Estatuto y la financiaci¨®n. Subrayarlo no comporta amenaza alguna; es puro sentido com¨²n. ?O acaso alguien imagina a nuestros pol¨ªticos care¨¢ndose en los tribunales por la ma?ana y consensuando m¨¢s autogobierno por la tarde, tach¨¢ndose de ladrones un d¨ªa y tejiendo acuerdos unitarios al siguiente?
Si lo bueno de la pol¨ªtica catalana, y lo mejor de estos ¨²ltimos a?os, era su car¨¢cter pentapartito, la consolidaci¨®n de cinco opciones distintas capaces de alinearse de modo variable seg¨²n los asuntos (el ¨²ltimo ejemplo fue el refer¨¦ndum de la Constituci¨®n europea), otro efecto pernicioso de la crisis actual es que bipolariza el escenario, lo simplifica, lo reduce a dos bandos.
Es triste ver a los mismos que se pasaron dos d¨¦cadas denunciando -con cierta raz¨®n- el manique¨ªsmo de patriotas contra traidores, verlos ahora alimentando un nuevo manique¨ªsmo de honrados frente a corruptos. Si tal esquema cuajase, adem¨¢s, Esquerra Republicana ser¨ªa de nuevo la gran perjudicada; no porque sea menos honesta, como no era menos patriota, sino porque cuenta con menos altavoces para proclamarlo.
Otra ficha que ha ca¨ªdo estrepitosamente es la del ascendiente y el predicamento de Pasqual Maragall dentro del socialismo espa?ol. ?Recuerdan ustedes, hace apenas unos meses, las descripciones del PSOE como un partido infeudado a Maragall el catalanista, y de Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero como un ac¨®lito o un t¨ªtere del presidente catal¨¢n? Eran descripciones falsas, claro est¨¢, pero caricaturizaban una determinada correlaci¨®n de fuerzas. Hoy, la correlaci¨®n se ha invertido: los miembros de la ejecutiva federal del PSOE rivalizan en reprochar los "errores continuos" y "graves" de Maragall a lo largo de las ¨²ltimas dos semanas, y es Rodr¨ªguez Zapatero quien debe salir, condescendiente y ben¨¦volo, a respaldar a su desvalido compa?ero, el presidente de la Generalitat. Despu¨¦s de esto, ?qui¨¦n es el guapo que va a Ferraz o a La Moncloa con exigencias?
M¨¢s all¨¢ de las citadas repercusiones org¨¢nicas, el efecto de la crisis del 3% en el Madrid pol¨ªtico y medi¨¢tico est¨¢ siendo demoledor para los intereses y la imagen de Catalu?a. Por un lado, los adversarios de una ampliaci¨®n competencial y financiera de la autonom¨ªa catalana -y son muchos, en todos los partidos estatales, en el alto funcionariado, en la judicatura, en las grandes empresas...- se frotan ya las manos, casi seguros de que las reivindicaciones catalanistas para el pr¨®ximo trienio, e incluso esa zarandaja de la "Espa?a plural", est¨¢n heridas de muerte. Por otra parte, las plumas m¨¢s aceradas del articulismo ca?¨ª (los Ra¨²l del Pozo, Jaime de Campmany, Jes¨²s Cacho, Federico Jim¨¦nez Losantos, etc¨¦tera) se ponen cada d¨ªa las botas del regodeo a cuenta del souffl¨¦, de la vaselina, del Gobierno-mujer maltratada, de una Generalitat convertida en patio de Monipodio. ?Si hasta las firmas serias se inventan neologismos tan ingeniosos como el de Tangentunya! Esto en Madrid, donde hace casi dos a?os que se produjo la fuga pol¨ªtico-inmobiliaria de Eduardo Tamayo y Mar¨ªa Teresa S¨¢ez, y a d¨ªa de hoy todav¨ªa no se ha aclarado nada ni condenado a nadie...
Dentro de Catalu?a, las fichas de domin¨® tambi¨¦n caen sin cesar porque, dado su origen, la crisis se extiende inexorablemente de arriba abajo, desde el v¨¦rtice hacia la base del sistema pol¨ªtico, est¨¢ exacerbando el partidismo de la prensa y propaga por doquier el des¨¢nimo, el malestar, la crispaci¨®n. Cuando Pasqual Maragall le espet¨® a Artur Mas aquello de "ustedes tienen un problema, y este problema se llama 3%", no s¨®lo acusaba a los dirigentes de Converg¨¨ncia i Uni¨®. Ofend¨ªa tambi¨¦n a las decenas de miles de militantes de ambos partidos, a un electorado fiel de un mill¨®n de votantes, pues les tildaba de c¨®mplices (si conoc¨ªan y consintieron esa supuesta pr¨¢ctica delictiva) o de imb¨¦ciles (si la ignoraban, pese a ser tan notoria). Despu¨¦s de esto, ?pueden las relaciones pol¨ªticas y personales entre militantes o simpatizantes de CiU y del PSC ser las mismas que antes del 24 de febrero a lo ancho del pa¨ªs, en los ayuntamientos, en la vida asociativa? Mucho me temo que no.
Detener el efecto domin¨® depende de todos, pero principalmente de uno, de quien empuj¨® la primera ficha. Y, aunque rectificar y excusarse no sea nunca una golosina, a veces lo exigen las obligaciones del cargo y la responsabilidad hist¨®rica.
es historiador.
Joan B. Culla i Clar¨¤
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