Alas de mariposa

Javier Garc¨ªa S¨¢nchez (Barcelona, 1955) es un escritor ambicioso como pocos, busca siempre adentrarse en los parajes m¨¢s oscuros de la condici¨®n humana y lo hace seriamente, poniendo sus dos ¨®rganos rivales -el cerebro y el coraz¨®n- al servicio de una narrativa que no siempre es f¨¢cil de consumir y que, en modo alguno, es complaciente con el mercado. Sus libros siempre surgen de esa determinaci¨®n y ambici¨®n de no contentarse con lo f¨¢cil, con lo trillado, con lo obvio. Tiene una verdadera obsesi¨®n -literaria, ignoro si personal- por el mal, por reflexionar acerca de la conducta humana. Garc¨ªa S¨¢nchez no se acerca, concediendo todo lo concedible, al lector, espera que ¨¦ste, esforz¨¢ndose, sea el que se acerque a sus textos, en los que no halla ninguna concesi¨®n.

Dicho todo esto en su ho-

nor, por lo que de seriedad y honestidad supone, pero tambi¨¦n hay que reconocer que, con esas premisas y ese rigor, es l¨®gico que se le vayan de las manos muchos lectores. Aun as¨ª es un escritor que, reparti¨¦ndose entre editores, como un consorcio de aseguradoras estos ¨²ltimos, va publicando peri¨®dicamente su obra. Ahora aparece este libro, una especie de biograf¨ªa detallada -detallad¨ªsima- de la c¨¦lebre condesa h¨²ngara, que se maquillaba y se desmaquillaba con sangre de doncellas, que se ha visto en el cine y ha estado presente -como Dr¨¢cula femenina- en la literatura fant¨¢stica. Garc¨ªa S¨¢nchez llevaba muchos a?os obsesionado por esta mujer, como lleva empe?ado con Robespierre, la Revoluci¨®n Francesa y, sobre todo, con el Terror y alg¨²n d¨ªa publicar¨¢ esa novela con, por lo menos, dos mil p¨¢ginas, y ahora, por fin, ha trasladado esa obsesi¨®n al papel. Y lo ha hecho -hay que reconoc¨¦rselo- a su manera, como no pod¨ªa ser de otro modo. El tema tratado a la ligera podr¨ªa dar para una pel¨ªcula er¨®tica de aquellas del cine franc¨¦s para burgueses biempensantes de los a?os setenta del siglo pasado. Pero eso, aun haciendo su novela m¨¢s comercial, a Garc¨ªa S¨¢nchez no le interesa. Al contrario, se ha documentado concienzudamente -en exceso, dir¨ªa yo- y ha escrito una novela que, sin desde?ar el aspecto narrativo, el ritmo que todo relato exige, ha ido desembocando casi en un ensayo sobre el mal. Y el resultado es que ese rigor le lleva a darnos un plato excesivamente fr¨ªo, que no conmueve, no emociona y tampoco estremece. A m¨ª me ha interesado, especialmente, por poner un ejemplo, el entorno hist¨®rico de la familia, muy linajuda, de la abusa-doncellas h¨²ngara. A ella yo no he llegado, no s¨¦ si porque el autor ha puesto demasiados adjetivos y palabros poco habituales en el camino. Que la condesa fuese mariposa con sus alas coloreadas por sangre ajena, y antes cris¨¢lida, oruga, larva no justifica del todo ciertas concesiones l¨ªricas, que acaso pudieran mudarse en cursiler¨ªas, algo impropio de quien ambiciona transitar por otros terrenos narrativos menos trillados. En definitiva, en Ella, Dr¨¢cula, hay mucha erudici¨®n y poca emoci¨®n. Todo ello resulta excesivamente fr¨ªo y es una pena por el esfuerzo puesto en el empe?o.