Ricos sin saberlo
De cara a la galer¨ªa, los pol¨ªticos suelen simplificar lo que no es simplificable y hacer arduo lo f¨¢cil, seg¨²n convenga. Esto es v¨¢lido para el lenguaje y para todo lo dem¨¢s. Vale asimismo -por si hay dudas- para los de Espa?a va bien y para los de Espa?a va mal y para los de ni bien ni mal sino todo lo contrario; siendo estos ¨²ltimos, generalmente, aquellos a quienes no conviene que vaya bien.
Lo anterior es m¨¢s constataci¨®n que reproche, pues ah¨ª se las den todas y el h¨¢bito s¨ª que hace al monje, si dejamos de lado la presencia de la virtud y nos estiramos a afirmar que se le supone. Al pol¨ªtico todo le va con el oficio, que no ser¨ªa tal sin la trampa y el cart¨®n, salvo excepciones que no suelen engordar las urnas; las cuales muestran con harta frecuencia una marcada propensi¨®n al error. As¨ª que complicar omitiendo u omitir complicando, mezclar paladinamente berzas con capachos, recurrir a la tangente m¨¢s burda, tergiversar, hacer mangas y capirotes con las sumas, con las restas, con las estad¨ªsticas, abolirlas o enarbolarlas y un largo etc¨¦tera, es el pan suyo de cada d¨ªa. Violar este catecismo es m¨¢s improbable que desplazarse en fallas de un lugar a otro de la ciudad de Valencia sin que te atosiguen petardos lanzados por una chiquiller¨ªa con licencia para producir sobresaltos y reventar t¨ªmpanos sensibles. (Valencia, ciudad m¨¢s ruidosa de Europa seg¨²n Europa, est¨¢ tomada todo el a?o, para complacencia de su alcaldesa y del beat¨ªfico concejal Dom¨ªnguez; pero en marzo se desata el infierno para quienes no pueden permitirse la huida). En fin -dir¨¢ alg¨²n pol¨ªtico- la culpa de nuestra proclividad al embuste mejor o peor ama?ado, la tiene el ciudadano, pues si siempre dij¨¦ramos la verdad, toda la verdad y nada m¨¢s que la verdad... Y con tan convincente justificaci¨®n duermen muchos como sochantres.
Reconozcamos tambi¨¦n, derrochando buena voluntad, que con frecuencia nos llegan mensajes oscuros a causa de la absoluta incapacidad que exhiben muchos h¨ªbridos de pol¨ªtico y tecn¨®crata para hacerse inteligibles; incapacidad y no perfidia y el lector juzgue qu¨¦ es peor. Yo me abstengo porque si hoy lo tengo claro, ma?ana puede que no; pues a menudo los dilemas son efecto de un estado de ¨¢nimo que puede ser de todo menos s¨®lido. Digo pues que un medio amigo, alguien que se gana el sustento con el sudor de todo su corpach¨®n, azuzado por una catilinaria que le lanc¨¦ en un arrebato digno de Giner de los R¨ªos, adquiri¨® un peri¨®dico -algo que no hab¨ªa hecho en su vida- y se lo ley¨® de cabo a rabo. Se top¨® con una tabla seg¨²n la cual sus ingresos mensuales eran equis. "Eso no lo ganamos mi mujer y yo juntos. Va a resultar que somos ricos sin saberlo". Hube de aclararle que la tal cifra se refer¨ªa, tal vez, al ingreso bruto, m¨¢s cuotas sociales. Tampoco yo lo ten¨ªa muy claro. Los gobiernos nos endilgan estad¨ªsticas de esta ¨ªndole o se hacen eco de las que les son favorables y de las que se prestan al trapicheo. Que dos y dos son cuatro, pero qu¨¦ cuatro, eso ya es materia inflamable en sumo grado.
En los ¨²ltimos a?os, sal¨ªa un ministro y entonaba un c¨¢ntico a cuenta del "espectacular" crecimiento econ¨®mico de Espa?a, envidia de toda Europa. Dicho sea de paso, el ciudadano medianamente atento habr¨¢ observado que, al decir de sus pol¨ªticos, este pa¨ªs es l¨ªder europeo en esto y lo otro y lo de m¨¢s all¨¢. Crecemos m¨¢s, pero no suele a?adirse que and¨¢bamos muy atr¨¢s. Que un chiquillo de 10 a?os crezca lo que ser¨ªa sorprendente en un hombre de 40 es cosa de Perogrullo. Asimismo, nos han hablado hasta la saciedad de precios espa?oles y europeos comparados, pero eludiendo comparaciones salariales y dem¨¢s servicios recibidos. El gasto social en Espa?a no ha hecho m¨¢s que disminuir porcentualmente y anda muy por debajo, no ya de Suecia o Finlandia, sino de la asendereada Francia y de la maltrecha Alemania.
Los informativos de las televisiones (excepto TV-1, que pierde audiencia, como era profetizable, a medida que mejora el contenido) se parecen cada vez m¨¢s a una cr¨®nica deportiva y de sucesos, mientras huyen de informes que poseen inter¨¦s y son f¨¢cilmente asequibles. Arguyen que no tienen gancho, admiten incluso que la audiencia manda, pero uno se pregunta, tal vez ingenuamente, si el inter¨¦s es posible fomentarlo. Un espacio informativo de cinco minutos podr¨ªa dar a conocer la renta per capita de nuestros socios europeos m¨¢s importantes, el conjunto de los precios respectivos y la distribuci¨®n del PIB. Este ¨²ltimo dato ser¨ªa important¨ªsimo para informarnos del grado de sensibilidad social de un pa¨ªs y sus gobiernos.
Con la democracia, este pa¨ªs ha dado grandes pasos adelante en muchas ¨¢reas, sobre todo en la econ¨®mica. Pero se nos ha empachado con una euforia precocinada que no tiene asiento en la realidad. As¨ª, nuestra competitividad deber¨ªa basarse en actividades de alto valor a?adido, no en factores de tan posible evanescencia como el turismo, la construcci¨®n o el consumo alegre del mercado interno. Las familias espa?olas est¨¢n endeudadas mientras el d¨¦ficit exterior no deja de trepar. Cuando la convergencia con la Europa avanzada sigue lejos, aqu¨ª en investigaci¨®n, desarrollo o innovaci¨®n no salimos a flote, con lo que la deslocalizaci¨®n ha dejado de ser una amenaza para convertirse en una realidad que podr¨ªa hacerse galopante. La gente se agolpa en las ciudades y el cemento cubre las costas; y en tal manera que si el centro se desertiza porque no hay gente, al litoral le ocurre lo mismo por la raz¨®n contraria, muchedumbres agolpadas al buen tun-tun, sin apenas traza de orden y concierto. Mientras tanto, aqu¨ª en Valencia, el Consell promete un futuro deslumbrante a corto o medio plazo; y m¨¢s al norte, las perspectivas no son halag¨¹e?as para la econom¨ªa catalana.
Educaci¨®n, desarrollo cient¨ªfico y tecnol¨®gico, protecci¨®n social y del medio ambiente. Son los pilares sobre los que se sustenta la riqueza de las naciones. No sobresalimos en ninguno de ellos, pues todo es pura apariencia. Somos, en realidad, m¨¢s bien pobres sin saberlo. Una de esas ficciones con fecha aproximada de caducidad.
Manuel Lloris es doctor en Filosof¨ªa y Letras.
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