Am¨¦rica Latina conquista Espa?a
Una nueva y f¨¦rtil hornada de escritores de la otra orilla protagoniza "la colonizaci¨®n inversa"
La estimulante invasi¨®n de escritores latinoamericanos de la que ahora se beneficia Espa?a no tiene nada que ver con la de los a?os sesenta y setenta, la del boom, cuyas influencia y recepci¨®n est¨¢n muy bien documentadas en La llegada de los b¨¢rbaros (Edhasa), de Joaqu¨ªn Marco y Jordi Gracia. Los pac¨ªficos b¨¢rbaros de ahora son muchos m¨¢s y, en general, menos conocidos.
Mario Vargas Llosa, que vivi¨® en Barcelona entre 1970 y 1975, tiene casa en Madrid, Lima y Londres. "Paso en Madrid unos tres meses al a?o, pero mi mujer, Patricia, piensa que ¨¦sta ser¨¢ nuestra casa definitiva". Dice que trabaja en todas partes, pero que donde lo hace m¨¢s tranquilo es en Londres. Anda embarcado en una nueva novela, Travesuras de la ni?a mala. "Es una historia de amor".
"Es f¨¢cil ser feliz aqu¨ª. No me sacar¨¢n ni a punta de pistola", dice Santiago Roncagliolo
Son bastantes los escritores de entonces que mantienen sus lazos con Espa?a. Bryce Echenique tiene casa en Barcelona; Mario Benedetti y Quino, en Madrid; Jorge Edwards, que vivi¨® en Barcelona entre 1973 y 1978 y luego se compr¨® una casa en Calafell, tiene ahora piso en Madrid. "Cuando descubr¨ª que me resultaba arriesgado conducir hasta Barcelona para una cena con amigos y regresar a las dos de la madrugada, se me ocurri¨® trasladarme a Madrid. En Madrid siempre tardan mucho en saber que estoy all¨¢, lo cual es una gran ventaja, ya que me libera de muchos compromisos".
Uno de los nuevos b¨¢rbaros que mejor se sienten en Espa?a es el peruano Santiago Roncagliolo (Lima, 1975). "Es f¨¢cil ser feliz aqu¨ª. En mi opini¨®n, los espa?oles saben vivir muy bien y disfrutar de lo que tienen. Me gusta mucho Espa?a. S¨®lo me sacar¨¢n con un rev¨®lver en la cabeza". Ten¨ªa 25 a?os cuando decidi¨® que estaba harto de su pa¨ªs. "El final de la era Fujimori fue muy desagradable. Yo estaba en una buena edad para correr riesgos e intentaba ser escritor. As¨ª que necesitaba un pa¨ªs hispano con editoriales". Madrid fue su destino. Han pasado cuatro a?os y ha publicado dos libros, Crecer es un oficio triste (El Cobre, 2003) y Pudor (Alfaguara, 2005). No todo ha sido un camino de rosas. Los papeles, dice, "son un infierno". "Consegu¨ª un contrato de empleado dom¨¦stico. Tambi¨¦n es dif¨ªcil alquilar piso con un acento extranjero. Yo ten¨ªa una amiga francesa que se hizo pasar por mi pareja, para hacerme m¨¢s aceptable ante los propietarios. Pero una vez que me ven no hay problema, porque creen que soy argentino. Los argentinos son la clase VIP de la inmigraci¨®n".
Jorge Benavides (Arequipa, Per¨², 1964) est¨¢ de acuerdo con su colega. "La terrible d¨¦cada de los ochenta y la llegada de Fujimori hicieron para m¨ª irrespirable aquel ambiente de corrupci¨®n, carest¨ªa y desesperanza". En 1991 se instal¨® en Tenerife y 11 a?os despu¨¦s se fue a Madrid. "No hay lugar mejor para m¨ª". El autor de El a?o que romp¨ª contigo (Alfaguara) cuenta que quiere a este pa¨ªs de una manera real. Para el venezolano Juan Carlos M¨¦ndez Gu¨¦dez (Barquisimeto, 1967), "Madrid no es una ciudad, es un estado de felicidad". Lleg¨® en 1996 para estudiar un doctorado y se hizo escritor. Ha publicado 11 libros, entre ellos, tres novelas en Lengua de Trapo (?rbol de luna, Tan n¨ªtido en el recuerdo y El libro de Esther) y otra en Alianza (Una tarde con campanas).
Alejandro Parisi (Buenos Aires, 1976) desmiente lo que dice Roncagliolo. Es argentino, pero las cosas no le est¨¢n siendo f¨¢ciles. En 2002 public¨® en su pa¨ªs su primera novela, Delivery, que narra la historia de un pibe que empieza repartiendo empanadas y acaba repartiendo merca (coca¨ªna) tuvo bastante ¨¦xito. "Sali¨® en Sudamericana y me dijeron que iba a ser una edici¨®n internacional, pero no lo fue". Entre la decepci¨®n y la crisis econ¨®mica de 2001, se fue. En Barcelona ha trabajado en mudanzas, vendiendo bisuter¨ªa... y ahora, de camarero. "Es dif¨ªcil partir de cero". El horizonte se le ha despejado un poco: por una casualidad total, Delivery fue a parar a manos de un director de cine, cuyo nombre prefiere no dar "hasta que todo est¨¦ atado".
No es el ¨²nico que empieza de cero. L¨¢zaro Covadlo (Buenos Aires, 1937) lleg¨® en marzo de 1975. Su primer trabajo fue de parrillero en una
brasserie. Agujeros negros (?ltera, 1997) le sac¨® del anonimato y le convirti¨® en un escritor de culto. Dice que no se puede quejar: "Pas¨¦ de la clase obrera de la literatura a la clase media baja, y ahora aspiro a llegar a la clase media media".Con Criaturas de la noche (El Acantilado, 2004), gan¨® el Premio Caf¨¦ Gij¨®n. "Lleg¨® como el S¨¦ptimo de Caballer¨ªa, cuando se me estaban acabando los recursos".
Elsa Ossorio (Buenos Aires, 1952) eligi¨® vivir en Madrid "por razones personales" hace 11 a?os. "Nunca decid¨ª vivir en Espa?a. Sin embargo, en 1996, cuando comenzaron en Espa?a los juicios contra los genocidas de la ¨²ltima dictadura argentina, supe que estaba en el lugar adecuado en el momento adecuado. La justicia universal no era una esperanza ut¨®pica. Desde Espa?a puedo poner un grano de arena contra la impunidad reinante en mi pa¨ªs, y sentir el orgullo de estar viviendo en una sociedad sensible". Su novela A veinte a?os luz (Alba) va por la quinta edici¨®n.
Jorge Ferrer (Bauta, Cuba, 1967) lleg¨® a Barcelona en 1994. Durante los dos primeros a?os trabaj¨® en la construcci¨®n. "Al final fui mejor alicatador que prosista". Desde hace ocho a?os colabora en una asociaci¨®n de ayuda a los refugiados y en diversas tareas editoriales. Ha publicado Retrato de ap¨®stata con fondo can¨®nico (Colibr¨ª), pero no logr¨® que le editaran en Espa?a Minimal building, que apareci¨® en una editorial de Miami.
Pablo D¨ªaz (La Habana, 1972), Rolando S¨¢nchez Mej¨ªas (Holgu¨ªn, 1959), Ram¨®n Fern¨¢ndez-Larrea (Bayamo, 1958) y Radam¨¦s Molina (La Habana, 1968) salieron de Cuba, como Ferrer, en desacuerdo con el r¨¦gimen de Castro. Algunos, como S¨¢nchez Mej¨ªas o Fern¨¢ndez-Larrea, perseguidos y "muertos civilmente". "Ya no era posible permanecer sin pertenecer", dice Fern¨¢ndez-Larrea. En Espa?a s¨®lo ha publicado Terneros que nunca mueren de rodillas y fund¨® en Barcelona Radio Gladys Palmera, en la que sigue colaborando.
D¨ªaz contin¨²a la tarea de su padre, el escritor Jes¨²s D¨ªaz, en la revista Encuentro y en el diario digital del mismo nombre. Tiene una novela en un caj¨®n y entre manos otros proyectos. "Mis personajes ya se fueron de Cuba. Abrirme al mundo y a los problemas del exilio, de la identidad y de la globalizaci¨®n fue un verdadero descubrimiento para m¨ª".
S¨¢nchez Mej¨ªas es profesor de la Escuela de Escritura del Ateneo de Barcelona y ha publicado dos libros en Siruela: Historias de Olmo y Cuaderno de Feldafing.
Molina, que acaba de terminar un libro de ensayos sobre Wittgenstein, ha montado Linkgua (www.linkgua.com), "una editorial de libros a la carta con un fondo de m¨¢s de mil cl¨¢sicos de Espa?a y Latinoam¨¦rica".
Ronaldo Men¨¦ndez (La Habana, 1970), a diferencia de sus colegas, ten¨ªa ya libros publicados en Espa?a, cuando hace tres meses se instal¨® en Madrid: De modo que esto es la muerte, El derecho al pataleo de los ahorcados y La piel de Inessa (Lengua de Trapo). "En un primer momento que dur¨® siete a?os, no me decid¨ª por Madrid, sino por Lima. All¨ª me fui preprando para esta ola de colonizaci¨®n inversa".
El boliviano Edmundo Paz Sold¨¢n (Cochabamba, 1967), cuya ¨²ltima novela es La materia del deseo (Alfaguara), viaj¨® a Espa?a por motivos muy diferentes. "Vivo en Estados Unidos desde 1988. Ense?o en la Universidad de Cornell, en Nueva York, que tiene un programa de estudios en Sevilla, y me ofrecieron dirigirlo por un a?o. Me encanta Sevilla y me va a costar irme".
Andr¨¦s Neuman (Buenos Aires, 1977) y Manuel Garc¨ªa Rubio (Montevideo, 1956) llegaron muy j¨®venes a Espa?a, por elecci¨®n de sus familias. El primero, finalista del Herralde con Una vez Argentina (Anagrama) y autor de otros muchos libros de poes¨ªa y narrativa, vive en Granada desde 1991. Sobre su pa¨ªs de origen, afirma: "Hay dudas, desarraigos y ternuras. No milito en ning¨²n para¨ªso perdido, pero tampoco finjo haber olvidado mis or¨ªgenes. Desconf¨ªo de los nost¨¢lgicos profesionales y tambi¨¦n de los patriotas". Garc¨ªa Rubio, que vive en Oviedo, lleg¨® a Espa?a con 10 a?os. "Aunque era un ni?o, la experiencia fue traum¨¢tica. Ven¨ªa de un pa¨ªs, Uruguay, en el que la escuela era laica, y aterric¨¦ en la escuela tardofranquista y nacionalcat¨®lica". Ha publicado cinco novelas en Lengua de Trapo.
Justo Vasco (1943) dej¨® Cuba en 1995. No estaba de acuerdo con el r¨¦gimen, pero le influy¨® m¨¢s el amor de una asturiana. Vive en Gij¨®n desde hace 10 a?os y es el coordinador literario de la Semana Negra. Tambi¨¦n el amor decidi¨® que Mar¨ªa Fasce (Buenos Aires, 1969), autora de La felicidad de las mujeres (Destino), se instalara en Barcelona. "La crisis econ¨®mica argentina coincidi¨® con una crisis personal. Hab¨ªa decidido dejar mi trabajo en Alfaguara y me ofrecieron dirigir una colecci¨®n de cl¨¢sicos que saldr¨ªa con EL PA?S y en cuatro d¨ªas estaba en Madrid". Durante una fiesta en La Latina conoci¨® a Juan, que viv¨ªa en Barcelona, y all¨¢ se fue con ¨¦l. Fernando Iwasaki (Lima, 1961) lleg¨® a Sevilla en 1985 con una beca para investigar en el Archivo de Indias. No entraba en sus planes quedarse en Espa?a, pero se cas¨® y all¨ª sigue. Su trabajo en la Fundaci¨®n Cristina Heeren de Arte Flamenco, que dirige, le permite escribir libros como El ajuar funerario (P¨¢ginas de Espuma).
Fueron asimismo motivos del coraz¨®n los que decidieron a la colombiana ?ngela Becerra (Cali, 1957) a quedarse en Espa?a. Acaba de ganar el Azor¨ªn con El pen¨²ltimo a?o. Los 18 a?os que lleva viviendo en Barcelona no la han alejado ni un ¨¢pice de Colombia. "Es una relaci¨®n de amor intenso y eterno". Es algo bastante com¨²n en los autores colombianos. Daniel Samper (Bogot¨¢, 1945): "Madrid [donde vive desde 1987] es mi segundo hogar. Pero confieso que todos los d¨ªas pienso en Colombia, devoro comida colombiana y oigo m¨²sica colombiana", dice el autor de Imp¨¢vido coloso (Alfaguara). "Colombia es mi ¨²nico tema posible", a?ade Sergio ?lvarez (Bogot¨¢, 1965), que lleva siete a?os en la capital catalana. "Barcelona me da la mirada, Colombia me da la vida y el amor que necesito para escribir". Su primera novela, La lectora (RBA), le fue muy bien.
Juan Gabriel V¨¢squez (Bogot¨¢, 1973) matiza: "No pierdo ni por un instante la noci¨®n de lo que pasa en Colombia y me interesa cada vez m¨¢s como material de ficci¨®n, pero no creo que pueda regresar". Su novela Los informantes (Alfaguara) retrata la Colombia de los a?os cuarenta. Vive en Barcelona desde 1999.
El argentino Horacio V¨¢zquez Rial y la uruguaya Cristina Peri Rossi llevan tanto tiempo en Barcelona -m¨¢s de 30 a?os- que forman parte indisoluble de la ciudad. Igual que el cubano Iv¨¢n de la Nuez, que es director de exposiciones del Palau de la Virreina, o Rodrigo Fres¨¢n, que vive en Barcelona desde hace seis. "La medida de los efectos de una ciudad nueva para un escritor est¨¢ dada por la salud de los libros que all¨ª escribe". Va por la tercera novela. Su compatriota Javier Arg¨¹ello (1972) no lleva su mismo ritmo. Public¨® en 2002 Siete cuentos imposibles (Lumen), que tuvo una acogida muy buena, y ahora est¨¢ con su primera novela, que es esperada con expectaci¨®n. De todas maneras, quien m¨¢s barcelon¨¦s se ha hecho en menos tiempo es Sealtiel Alatriste, que lleg¨® como c¨®nsul de su pa¨ªs y al cabo de dos meses ya estaba regalando rosas de Sant Jordi. Dej¨® el consulado hace un a?o, pero sigue aqu¨ª.
Poco ha publicado el salvadore?o Carlos Ernesto Garc¨ªa (1960) en los 20 a?os que lleva en Espa?a: dos libros de poes¨ªa y la novela El sue?o del drag¨®n (El Cobre). "Me fui de El Salvador en junio de 1980. Fui v¨ªctima de un intento de asesinato en el que murieron mis padres y mi hermana".
Sentirse latinoamericano
Gonzalo Garc¨¦s (Buenos Aires, 1974) gan¨® el Biblioteca Breve en 2000 con Los impacientes (Seix Barral). Entonces viv¨ªa en Par¨ªs. "Estaba harto de pagar un alquiler de miedo en Par¨ªs y Espa?a me gusta. Alquil¨¦ un coche y estuve un mes explorando Catalu?a y apenas pis¨¦ Girona supe que era el lugar perfecto".
"Mi padre es chileno, yo siempre me sent¨ª parte de algo m¨¢s que un pa¨ªs. Eso casa bien con vivir en Espa?a: aqu¨ª es donde uno puede sentirse latinoamericano. En nuestros pa¨ªses de origen volvemos a ser, simplemente, mexicanos, chilenos o argentinos".
Jordi Soler (Veracruz, M¨¦xico, 1964), en cambio, se siente tan mexicano como catal¨¢n. Autor de Los rojos de ultramar (Alfaguara), vive en Barcelona desde hace dos a?os. "Me siento, desde ni?o, tan mexicano como catal¨¢n y desde este tr¨¢nsito vital permanente entre Veracruz y Barcelona, creo que soy de los dos sitios y, a¨²n cuando ha habido un mar por en medio, siempre he estado aqu¨ª".
Ponerse al final de la cola
Carlos Franz, chileno nacido en Ginebra (1959) vive en Madrid desde hace ocho meses. Vino desde Londres, donde estuvo dos a?os, tras ser invitado por la Universidad de Cambridge, y antes, en Berl¨ªn, como artista residente. "Necesitaba poner distancia entre las fuentes de mi imaginaci¨®n y yo". "Quise venir a probar suerte en el pa¨ªs que es el centro editorial de nuestra lengua".
Autor de El lugar donde estuvo el Para¨ªso (Planeta), llevada al cine por Gerardo Herrero, se toma las cosas con calma y con humor. "Ha significado la experiencia estimulante de ponerse al final de la cola, como el desconocido que soy aqu¨ª, y golpear puertas. Nueve de cada diez se me cierran con un portazo, porque la hospitalidad hispana es m¨¢s bien una conjetura, pero persevero". Con los papeles no le ha sido m¨¢s f¨¢cil. "En Inglaterra me demor¨¦ un d¨ªa en obtener mi residencia y ac¨¢ me tom¨® seis meses. Pero me sirvi¨® para aprender de d¨®nde procede la burocracia end¨¦mica en Hispanoam¨¦rica".
Cano Gaviria, testigo del 'boom'
Ricardo Cano Gaviria (Medell¨ªn, Colombia, 1946) dej¨® su pa¨ªs en 1968 rumbo a Par¨ªs para estudiar con Roland Barthes. No lo consigui¨®, pero s¨ª le conoci¨® y el caso es que acab¨® en Barcelona a principios de los setenta. "El clima de entonces era de complicidad, pues contra Franco est¨¢bamos mejor catalanes y suramericanos. Esa complicidad acab¨® cuando vino la democracia y surgi¨® el nacionalismo: entonces los suramericanos pasamos a ser sudacas".
"Qued¨¦ atrapado como una mosca en el boom.
En Barcelona conoc¨ª a Gabo, cuando todav¨ªa era un personaje de este mundo. A Vargas Llosa le conoc¨ª a ra¨ªz de una rese?a que publiqu¨¦ en
Cuadernos para el Di¨¢logo sobre Conversaci¨®n en la Catedral". De aquella ¨¦poca destaca "la enorme amistad entre Vargas y Gabo". "Yo iba como un mosquito de casa de uno a la del otro. Esa amistad se rompi¨®, pero fue ejemplar". Luego hubo peque?os altercados. "Vargas escribi¨® sobre Gabo, Cort¨¢zar sobre Lezama y Fuentes y Donoso sobre todos... Pero, para m¨ª, lo m¨¢s importante fue la mutua admiraci¨®n que hab¨ªa entre ellos, sobre todo porque en mi generaci¨®n ha predominado lo contrario: la envidia, la insidia y la zancadilla".
Cano Gaviria vive en Montblanc, cerca de Tarragona. En esta ciudad, con su mujer, Rosa Lentini, ha montado una editorial de prestigio: Igitur. Le ha quitado mucho tiempo para escribir, pero ahora quiere reconstruir su "espacio de autor".
Juan Abreu: contra la nostalgia
Juan Abreu (La Habana, 1952) acaba de publicar un libro desaforado, Cinco cervezas (Poliedro), en el que Gabriel, un enfermo de "cubanidad", toma como ¨²nica patria un bar de la calle Mallorca de Barcelona. Desde all¨ª arremete contra la "isla pavorosa", contra "los repugnantes cubanos", contra escritores. "Es un libro contra muchas cosas, sobre todo contra la nostalgia".
Abreu sali¨® de Cuba en 1980, durante el ¨¦xodo de Mariel. "Me fui con lo puesto, el Estado se qued¨® con todo: mi ropa, mis muebles, mi familia, mis libros... Eso es lo que se merece, en el mejor de los casos, un traidor al proyecto totalitario impuesto en la isla". Se fue a Miami y de all¨ª tambi¨¦n sali¨® huyendo. "Es un lugar asfixiante en el que casi nadie distingue la cultura de la far¨¢ndula". Lleg¨® a Barcelona en 1997. "Me debato entre el deseo de descubanizar mi literatura y la casi imposibilidad de hacerlo". Asegura Abreu que ha escrito Cinco cervezas para romper con eso. Lo intentar¨¢ en su pr¨®xima novela, en la que "explorar¨¢ una Barcelona oculta y singular".
"Cinco cervezas es tambi¨¦n un libro contra la visi¨®n complaciente, interesada, buc¨®lica y mentirosa que tienen muchos intelectuales cubanos de la isla y de sus habitantes. Si hay alguna salvaci¨®n para la isla vendr¨¢ mediante una cr¨ªtica feroz de nuestros defectos y miserias".
En el libro salen muchos nombres. ?C¨®mo ser¨¢ recibido? "Espero que con un estruendoso silencio".
Babelia
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