De un profundo recogimiento
De las diferentes maneras que se puede afrontar ese pozo de sabidur¨ªa musical que es La Pasi¨®n seg¨²n san Mateo, de Bach, John Eliot Gardiner opt¨® por la m¨¢s interiorizada, por la m¨¢s confidencial. Se distanci¨® de la monumentalidad a lo Klemperer o de las versiones m¨¢s enraizadas en el luteranismo y opt¨® por un humanismo a flor de piel en cuya realizaci¨®n tuvo un peso determinante la genial creaci¨®n del tenor ingl¨¦s Mark Padmore como Evangelista, pendiente en cada s¨ªlaba, en cada entonaci¨®n, de tender lazos de comunicaci¨®n -m¨¢s todav¨ªa: de complicidad- con el espectador desde una perspectiva espiritual, y tambi¨¦n desde la cercan¨ªa de la palabra amiga.
La Pasi¨®n..., seg¨²n Gardiner, representa algo as¨ª como la muerte de la m¨²sica como espect¨¢culo y se convierte en una resurrecci¨®n de la m¨²sica narrativa en su estado m¨¢s puro. La emoci¨®n que transmite es inmensa (les confieso que se me saltaron las l¨¢grimas en varias ocasiones), y a ello contribuye tambi¨¦n que sean los propios cantantes del fabuloso -qu¨¦ afinaci¨®n, qu¨¦ empaste, qu¨¦ musicalidad- Coro Monteverdi los que asuman las funciones de solistas. Los refuerzos externos se limitan a Padmore y al bajo Dietrich Henschel, que da solidez y dramatismo al personaje de Jes¨²s.
Juventudes Musicales
La Pasi¨®n seg¨²n San Mateo, de J. S. Bach. English Baroque Soloists, Coros Monteverdi y Trinity Boys. Director: John Eliot Gardiner. Con Mark Padmore como Evangelista y Dietrich Henschel como Jes¨²s. Con la colaboraci¨®n de EL PA?S. Auditorio Nacional. Madrid, 13 de marzo.
Menci¨®n aparte merece el coro infantil Trinity Boys: su disciplina ejemplar; su sentido de la convivencia con ascendencias negras e indias, adem¨¢s de las inglesas de raza blanca. Sus breves aportaciones fueron imprescindibles en el resultado global.
Brillaron individualmente y en conjunto los instrumentistas de la orquesta de c¨¢mara English Baroque Soloists, otra creaci¨®n de John Eliot Gardiner. Y ante tanta belleza y sentido de la religiosidad bien entendida, el p¨²blico, que abarrotaba la sala, reaccion¨® con un entusiasmo como hac¨ªa tiempo que yo no ve¨ªa en Madrid. Puesto en pie como un resorte desde el ¨²ltimo comp¨¢s y con aclamaciones emocionadas de gratitud. Fue el broche final a una sesi¨®n de rara intensidad, de las que sacuden en lo m¨¢s hondo, con la mejor m¨²sica posible potenciada por una interpretaci¨®n de una profundidad portentosa.
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