Falt¨® algo

Para la cultura anglosajona, el estilo lounge posee una connotaci¨®n esteticista que hace que se pueda perdonar las imperfecciones en la ejecuci¨®n instrumental, con tal de reproducir fielmente y con cierta leve iron¨ªa la atm¨®sfera que rodeaba aquella m¨²sica del pasado.

En el caso de Pink Martini, inesperados triunfadores con su propuesta inequ¨ªvocamente retro, el asunto es recrear las orquestas de los a?os treinta y cuarenta, con el punto de mira puesto en el cosmopolitismo hedonista de las pel¨ªculas de la edad de oro de Hollywood, sazonado con especias latinocaribe?as. Sin embargo, en su concierto en Madrid y pese a que temas como Sympathique y Amado m¨ªo, el cl¨¢sico de la pel¨ªcula Gilda, funcionaron bien ante un p¨²blico no demasiado exigente, se observ¨® cierto encorsetamiento, cierta falta de cintura a la hora de tocar con gracia el repertorio escogido. Repertorio, por cierto, sobre el que siempre cabr¨ªa asesorarles un poco, porque La malague?a del maestro Lecuona o la versi¨®n en clave de bolero del cl¨¢sico norteamericano Clementine no est¨¢n mal, pero siempre hay miles de canciones m¨¢s interesantes a la hora de reinterpretar. De entre las mejor tocadas en el concierto figura Una notte a Napoli, compuesta por el grupo junto a Alba Clemente, estrella italiana de los escenarios y la televisi¨®n en los a?os setenta.

No es que el motor de este combo de 10 componentes, el pianista de rasgos achinados y pelos te?idos de rubio, Thomas M. Lauderdale, no hiciera su trabajo correctamente, no se?or. Ni que la vocalista China Forbes no resultara, al menos en algunos tramos del concierto, convincente. Es que faltaba algo. Algo dif¨ªcil de definir en concreto, para que el concierto de Pink Martini no pasara de ser m¨¢s que una recreaci¨®n cl¨®nica y superficial de aquella m¨²sica de cabarets de humo y alcohol duro.