Un libro de Juan Pablo II
Tengo entendido que Juan Pablo II hizo brillantemente sus estudios e incluso prob¨® con la literatura. Sin duda, una persona culta. Ahora ha publicado un libro, Memoria e identidad. Enric Gonz¨¢lez, en un informe para EL PA?S (8-2-2005) nos dio noticia cumplida de las tesis hist¨®ricas del Papa. Ecos del krausismo, de Men¨¦ndez y Pelayo, de Torras i Bages, etc. El acento recae en fil¨®sofos y te¨®logos. La religi¨®n explica la historia y no a la inversa.
Toda radiograf¨ªa del poder es compleja y ninguna contiene toda la verdad. Los componentes son muchos y sus interacciones, intrincadas. Pregunt¨¦monos qui¨¦n manda en Espa?a, en Estados Unidos, en Francia; y no digamos ya en Europa y en el mundo. ?Es la religi¨®n? ?La pol¨ªtica? ?El estamento militar? ?Ser¨¢n las multinacionales? ?Tal vez la ciencia? La trama del poder est¨¢ tejida con un hilo que llamar¨¦ influencia. Muchos hilos, muchas influencias que, en un momento hist¨®rico dado, pugnan entre s¨ª por llevarse el mayor trozo posible de la gran tarta. El Poder con may¨²sculas es la resultante de una mara?a de influencias la medida de cada una de las tales y su peso en el conjunto es indescifrable, si de exactitud hablamos, incluso para sus respectivos protagonistas.
Siendo esto as¨ª, choca extraordinariamente que Juan Pablo II nos diga que Europa empez¨® a perder el rumbo con Descartes y su "pienso luego existo". Nunca tantos errores han cabido en tan pocas palabras, escribi¨® un gran cr¨ªtico de cuyo nombre, sin embargo, soy incapaz de acordarme. M¨¢s moderadamente, digamos que el "pienso luego existo" es una falsedad, pero de ah¨ª a achacarle a esta sentencia "los horrores del siglo XX" como hace el Papa, media una distancia interestelar. En realidad, la influencia de Descartes en la evoluci¨®n del pensamiento pol¨ªtico y social de Europa fue muy secundaria a la de otros pensadores y cient¨ªficos de su ¨¦poca. Puestos a buscar "villanos" (doctrina del h¨¦roe o del antih¨¦roe), el mundo de hoy, ciertamente enfermo como afirma Juan Pablo II, est¨¢ m¨¢s endeudado, para bien o para mal, con Lutero y con Calvino. Lutero no se atrevi¨® a declarar l¨ªcito el pr¨¦stamo con inter¨¦s, Calvino s¨ª. Sumado a ello la doctrina de la predestinaci¨®n, dio como resultado otra doctrina, la del ¨¦xito mundanal. No me atrever¨ªa yo a dar la medida de la influencia de este factor (ni de ning¨²n otro) pues estar¨ªa contradici¨¦ndome.
Hablar de nombres aislados para explicar complejos fen¨®menos sociales no tiene demasiado sentido. En todo caso, a los aqu¨ª citados, a los que cabr¨ªa a?adir una larga lista (Hobbes, Galileo, Locke, Rousseau, Montesquieu, etc.), hay que considerarlos como actores m¨¢s que como autores de la historia. A todos ellos "se les ve¨ªa venir". De no haber habido un Hobbes, otro u otros habr¨ªan llenado su lugar. Es la circunstancia social, propiciada por muchos factores de todo tipo, la que fertiliza el suelo del que surge un cierto individuo. De haber nacido Hobbes dos siglos antes ¨¦l y su Leviat¨¢n hubieran terminado en la hoguera. De no haber habido un Marx otro habr¨ªa ocupado su sitio. De hecho, el marxismo no lo invent¨® Marx, aunque ¨¦ste fuera un eslab¨®n fundamental de la cadena que hizo posible la cristalizaci¨®n de una doctrina de incalculable influencia en el mundo. Decir que individuos han ido por delante de su ¨¦poca no es fantas¨ªa, pero s¨ª lo es afirmar que la obra de un solo hombre o mujer haya creado una sociedad nueva. El gran creador es siempre hijo de su tiempo y si se ha adelantado es porque ha visto, dentro de lo ya existente, lo que sus coet¨¢neos no vieron.
M¨¢s que de nombres, m¨¢s que de individuos, cabe hablar de la evoluci¨®n de las ideas, de sentires generalizados, de valores emergentes y de la obsolescencia de otros. O sea, de un c¨²mulo de influencias, como hemos dicho anteriormente. En el proceso, unas instituciones pierden, otras ganan y hasta es posible que alguna salga indemne, sin que eso sea garant¨ªa de perdurabilidad. As¨ª por ejemplo, el mercantilismo fue un sistema econ¨®mico ni siquiera fruto de una construcci¨®n te¨®rica, sino de una puesta en pr¨¢ctica de principios necesarios para la consolidaci¨®n y avance del capitalismo comercial. Hab¨ªa que exportar a ultramar y hacer pagar las mercanc¨ªas con metales preciosos, que el Estado acumular¨ªa para incrementar su poder. Fueron necesarias grandes flotas, construcci¨®n de infraestructuras: carreteras, canales, puertos. Mejoramiento del sistema financiero y concentraci¨®n de las manufacturas en las zonas id¨®neas, etc. De ah¨ª la necesaria alianza entre el poder pol¨ªtico (la monarqu¨ªa) y el econ¨®mico de la alta burgues¨ªa. Mientras la segunda necesit¨® de la primera, naturalmente. Aflojado este v¨ªnculo y anticuada la teor¨ªa de la acumulaci¨®n de metales preciosos, el liberalismo econ¨®mico llamaba a la puerta. Ni Descartes tuvo nada que ver con ello ni con las subsiguientes Revoluci¨®n industrial y Revoluci¨®n Francesa. Pero la Iglesia, dada su inmemorial alianza con el trono perdi¨® gran parte de su protagonismo. El largo proceso le pas¨® inadvertido hasta que fue tarde. Actor m¨¢s importante de la historia desde la ca¨ªda del Imperio Romano, empez¨® a declinar. Ni Descartes ni el iluminismo europeo, conjunto de sectas del Siglo de las Luces, citadas tambi¨¦n por el Papa como origen de las actuales "ideolog¨ªas del mal". El iluminismo del siglo XVIII, instigado por un tal Weishaupt y con muchas conexiones con las logias mas¨®nicas, se difundi¨® por Europa y alcanz¨® importancia, pero no puede carg¨¢rsele el muerto de ser una decisiva y anticristiana "ideolog¨ªa del mal". Ya en la Edad Media hubo sectas de esta ¨ªndole; y en Espa?a, la misma Santa Teresa y San Juan de la Cruz fueron sospechosos de iluminismo. La interpretaci¨®n hist¨®rica del Papa es, realmente, una gran sorpresa.
Como lo es su nostalgia de la sociedad medieval, "con su universalismo cristiano... con su fe simple, fuerte y profunda... Aquellos buenos tiempos fueron barridos por el Siglo de las Luces y el iluminismo, que se opuso a aquello que Europa era por efecto de la evangelizaci¨®n".
"Buenos tiempos" de la pena de muerte, de la servidumbre feudal, de la indigencia m¨¢s abyecta de la inmensa mayor¨ªa, de la peste... Uno prefiere esta sociedad enferma de tantos males. Y lo mismo le dicen a uno sus amigos cat¨®licos...
Manuel Lloris es doctor en Filosof¨ªa y Letras.
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