?l tambi¨¦n pas¨® por aqu¨ª
El brit¨¢nico William Somerset Maugham (1874-1965) demostr¨® de la cuna a la tumba un natural declaradamente viajero, puesto que naci¨® en Par¨ªs y, antes de morir en Niza (la querencia francesa pudo provenir de su madre, ind¨ªgena de ese pa¨ªs, que le destet¨® en esa lengua), pis¨® y sopes¨® no pocos parajes. Andaluc¨ªa, en cuanto la ote¨®, se convirti¨® en reincidencia. Como bien indica Antonio Garnica en la introducci¨®n, Somerset Maugham era visita m¨¢s que probable en la primavera sevillana de los a?os cuarenta y cincuenta, pero ya hab¨ªa publicado sus primeras impresiones en 1930 en este libro, basado en experiencias de 1897-1898.
Realmente la Andaluc¨ªa de Somerset Maugham es sobre todo Sevilla, si bien pinta tambi¨¦n C¨®rdoba, C¨¢diz, Granada y Jerez. En cada sitio atina a expresar sensaciones distintas, nunca excesivamente discordantes con lo que tantos autores anglosajones acostumbraban a proclamar, pero desde luego siempre incisivas y, a d¨ªa de hoy, a¨²n atractivas. Un viajero que lo es, siempre mantiene el tipo. Y por eso lo mismo puede hablar de arabescos granadinos que de bandoleros de Sierra Morena y resultar infinitamente m¨¢s pertinente que superfluo. El libro da suma importancia, por supuesto, a la descripci¨®n de paisajes y aromas; pero tambi¨¦n arriesga an¨¢lisis de la forma de ser de los abor¨ªgenes, lo cual seguro que es temerario porque a ver c¨®mo se come hoy un lector el embrujo y pasi¨®n de hace m¨¢s de un siglo, pero no me dir¨¢n ustedes que no interesa.
ANDALUC?A
W. Somerset Maugham
Traducci¨®n de Isidoro Gelstein
RD Ediciones. Sevilla, 2005
235 p¨¢ginas. 15 euros
No faltan los toros. Y So
merset Maugham, cauteloso como cumple a un brit¨¢nico ejerciente, recuerda en voz alta que para barbaridad el boxeo que tanto predicamento tiene en su tierra. Sobre todo, el lector ver¨¢ que el escritor no era un indocumentado: sab¨ªa que la lidia no era un espect¨¢culo caprichoso y s¨ª, desde luego, un rito emocionante, que implica un p¨²blico "tr¨¦mulo". La narraci¨®n de la corrida es fenomenol¨®gica y, a la par, con retint¨ªn: pinta la grandilocuencia del brindis, el aire pensativo del matador yendo a los medios, con detalles como "dispone la muleta sobre un peque?o bast¨®n, de modo que caiga como una bandera".
A tantos a?os vista, el autor de El filo de la navaja o Servidumbre humana no figura en el Olimpo de la alt¨ªsima literatura. Pero en toda su obra (y tambi¨¦n en la faceta viajera de su producci¨®n, como atestigua este libro andaluz) se refleja una prosa ordenada, envolvente, bien tra¨ªda y bien armada, que le permite agarrar al lector: y eso sin recurrir a los trucos codificados con que ahora mismo se perpetran superventas a los que un solo p¨¢rrafo de Somerset Maugham basta para convertir en ceniza.
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