Capital de la Rep¨²blica y de la desmemoria
Mart¨ªnez de Pis¨®n recrea en 'Enterrar a los muertos' la Valencia de 1937, poco tratada
Uno de los aspectos que llaman la atenci¨®n del libro Enterrar a los muertos (Seix Barral), de Ignacio Mart¨ªnez de Pis¨®n, es la recreaci¨®n de la Valencia capital de la Rep¨²blica. Aunque no es la materia central de este ensayo narrativo, que investiga la desaparici¨®n en Valencia de Jos¨¦ Robles, traductor y amigo de John Dos Passos, el escritor aragon¨¦s se retrotrae a ese convulso y crucial periodo de la ciudad que, sin embargo, apenas ha sido objeto de libros monogr¨¢ficos de historiadores o escritores, seg¨²n apunta el propio Mart¨ªnez de Pis¨®n. No ser¨¢ por falta de material de inter¨¦s.
Entre noviembre de 1936 y octubre de 1937, Valencia fue punto de encuentro de pol¨ªticos, diplom¨¢ticos, militares y esp¨ªas, corresponsales de prensa y grandes escritores y artistas, como el propio autor de Manhattan Transfer, as¨ª como Ernest Hemingway, Francisco Ayala, W. H. Auden, Jos¨¦ Bergam¨ªn, Rafael Alberti, Max Aub, Rosa Chacel, Le¨®n Felipe, Octavio Paz y Antonio Machado. La presencia de ellos no s¨®lo obedec¨ªa a la convocatoria puntual del Congreso de Intelectuales Antifascistas. Algunos estaban de paso s¨®lo para obtener el permiso para trabajar como corresponsales; otros vivieron un tiempo, y a muchos de ellos se les pod¨ªa ver paseando por las calles de una ciudad que, con el traslado del Gobierno y la llegada de evacuados, lleg¨® a triplicar su poblaci¨®n, seg¨²n algunas fuentes citadas por Mart¨ªnez de Pis¨®n. El autor de novelas como Carreteras secundarias o El tiempo de las mujeres, present¨® la pasada semana su ¨²ltimo libro en la Casa del Llibre de Valencia.
Apenas quedan vestigios de la estancia del gobierno y de su paso por Valencia
El Ideal Room, caf¨¦ de escritores e intelectuales, es hoy una elegante tienda de lencer¨ªa fina
El caf¨¦ Ideal Room era parada obligada. Se hallaba en una esquina del cruce entre las calles de la Paz y de Comedias. Pronto se convirti¨® en la sede de las tertulias de buena parte de los escritores citados. Jos¨¦ Robles no se perd¨ªa una. El autor de Enterrar a los muertos recoge la descripci¨®n que hace Max Aub del caf¨¦: "Los veladores de m¨¢rmol lechoso, el piso de baldosines blancos y negros, los espejos que recubren las paredes, los ventiladores que recubren el techo". Y tambi¨¦n la que escribi¨® Esteban Salazar Chapela: "Entrar por la tarde en el Ideal Room no era como entrar en La Granja, en el Lyon o en el Regina, caf¨¦s literarios y art¨ªsticos madrile?os; era como entrar en esos tres caf¨¦s a la vez, pues en el Ideal Room se encontraban siempre elementos de las pe?as de todos ellos". Hoy es una elegante tienda de lencer¨ªa fina y corseter¨ªa. Antes fue una librer¨ªa y la Casa Catalu?a en Valencia. Mar¨ªa Teresa Gonz¨¢lez, actual propietaria de la tienda, rehabilit¨® los relieves de yeso del techo y sac¨® el esplendor de las antiguas vidrieras y de sus grandes ventanales abiertos a la calle, pero no pudo rescatar por su deteriorado estado los baldosines a que hac¨ªa referencia Aub. Ella es conocedora del pasado del local, cuando fue caf¨¦ y, al hablar de la ¨¦poca, comenta "lo republicanos que eran entonces los valencianos y lo de derechas que son ahora".
En la misma calle de la Paz se hallaba el Hotel Palace, reconvertido en Casa de la Cultura. Otros hoteles ocupados por instancias gubernamentales, por escritores o corresponsales fueron el Metropol, el Internacional o el Victoria (a la saz¨®n, sin su condici¨®n de reina). Sobre este ¨²ltimo, John Dos Passos, angustiado por el paradero de su amigo, traductor de los militares rusos, escribi¨®: "Ese nido de corresponsales, agentes gubernamentales, esp¨ªas, traficantes de municiones y mujeres misteriosas...".
"Tambi¨¦n el Bar Wodka, escrito con doble uve, era un lugar de reuni¨®n de los brigadistas internacionales", apunta Mart¨ªnez de Pis¨®n, que reconoce la "gran cantidad de material" sobre ese periodo de Valencia que hay por investigar y explotar, al tiempo que urge a recabar "los testimonios de la que gente que vivi¨® aquellos a?os". Se podr¨ªa tambi¨¦n trazar una "peque?a geograf¨ªa de Valencia, capital de la Rep¨²blica, una ruta por los sitios m¨¢s emblem¨¢ticos", sugiere. Hoy, las huellas han sido pr¨¢cticamente borradas. Apenas quedan vestigios de la estancia del Gobierno y de todo lo que signific¨® su paso por Valencia en uno de los episodios m¨¢s importantes de la historia de Espa?a. Hay estudios parciales, testimonios, recuerdos, retazos de la memoria de quienes pasaron por Valencia, como Arturo Barea, autor de La forja de un rebelde, o Salazar Chapela y su En aquella Valencia.
En cualquier caso, Enterrar a los muertos no se centra en Valencia, pero s¨ª se recrea la ciudad en funci¨®n de los caminos que va tomando la investigaci¨®n de Mart¨ªnez de Pis¨®n sobre Robles, que guarda similitudes con la que 65 a?os atr¨¢s realiz¨® Dos Passos. De modo que, junto a caf¨¦s, hoteles y casas superpobladas, el paisaje de entonces incluye c¨¢rceles republicanas, como las checas del convento de Santa ?rsula o la de la Bail¨ªa.
Robles, republicano declarado que renunci¨® a volver a su tranquila residencia en EE UU para ayudar en la Guerra Civil, pas¨® por alguna de esas c¨¢rceles y muri¨® ejecutado por los estalinistas servicios secretos sovi¨¦ticos, acusado, injustamente, de esp¨ªa, concluye Mart¨ªnez de Pis¨®n. La investigaci¨®n hist¨®rica del autor dio un giro definitivo cuando conoci¨® a Miggie Robles, la hija del traductor asesinado, que Eric Hobsbawm llega a mencionar en sus memorias y que capt¨® la atenci¨®n de Eleanor Roosevelt. El historiador ingl¨¦s la conoci¨® siendo una adolescente y trabajando en una organizaci¨®n estudiantil de Par¨ªs de ayuda a la Rep¨²blica. Miggie hab¨ªa podido salir de Espa?a. De su padre, nada sab¨ªa con certeza, salvo que, muy probablemente, no le iba a ver nunca m¨¢s.
La esposa del presidente americano tuvo contacto con ella en una recepci¨®n de estudiantes de la Espa?a republicana. La hija de Robles le pregunt¨® abiertamente por qu¨¦ su Gobierno no levantaba el bloqueo contra la Rep¨²blica. Tras un significativo silencio, Eleanor respondi¨® que ella no era miembro del Gobierno. Pocos meses despu¨¦s, la primera dama americana le recordaba a Miggie en una carta de apoyo el "aprieto" por el que la hab¨ªa hecho pasar.
Se?ala Mart¨ªnez de Pis¨®n c¨®mo Francisco Ayala "recuerda que, una tarde de principios de diciembre, Robles falt¨® a su tertulia y nunca m¨¢s se le volvi¨® a ver. La imagen que le qued¨® grabada al escritor granadino fue la de una angustiada M¨¢rgara Villegas [esposa de Jos¨¦ Robles] que, de la mano de sus dos hijos, iba de un sitio a otro, preguntando, averiguando, inquiriendo siempre sin el menor resultado".
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