Un peque?o grande
En su c¨¦lebre Historia del Siglo XX, Eric Hobsbawm, al abordar las Am¨¦ricas en el periodo que va hasta la Segunda Guerra Mundial, escribe: "La lista de estados s¨®lidamente constitucionales del hemisferio occidental era peque?a: Canad¨¢, Colombia, Costa Rica, Estados Unidos y la ahora olvidada 'Suiza de Am¨¦rica del Sur' y su ¨²nica democracia real, Uruguay".
Este juicio de un historiador marxista apunta a la excepcionalidad de la Rep¨²blica territorialmente m¨¢s exigua de Sudam¨¦rica, que en ese primer medio siglo XX construy¨® por vez primera en Occidente lo que despu¨¦s se llamar¨ªa Estado benefactor, socialdemocracia o Estado providencia y que, en Uruguay, se ha denominado desde entonces "Estado Batllista", aludiendo a Jos¨¦ Batlle y Ord¨®?ez, aquel formidable estadista, nieto de un comerciante catal¨¢n, que encabez¨® a la saz¨®n una verdadera revoluci¨®n pac¨ªfica.
Su legislaci¨®n human¨ªstica comenz¨® con la abolici¨®n de la pena de muerte (1906), la prohibici¨®n de las corridas de toros (l912), la regulaci¨®n de la investigaci¨®n de la paternidad (1914) y el divorcio (1907), que alcanz¨® una particularidad in¨¦dita: darle a la mujer el derecho de disolver el v¨ªnculo matrimonial sin expresi¨®n de causa, en un procedimiento no contencioso que imped¨ªa al marido oponerse, pretendiendo as¨ª mitigar el desbalance moral que significaba para la mujer aportar pruebas de testigos sobre su condici¨®n de v¨ªctima de malos tratos o cosas parecidas (lo que hoy se llamar¨ªa discriminaci¨®n positiva por raz¨®n de g¨¦nero).
El proceso de secularizaci¨®n del Estado, que ya ven¨ªa d¨¢ndose desde 1876, con la escuela laica, gratuita y obligatoria, alcanza bajo el liderazgo de Batlle y Ord¨®?ez la profundizaci¨®n definitiva, cuando comienza por retirar los crucifijos de los hospitales p¨²blicos (1906), en dura pol¨¦mica con el escritor Jos¨¦ Enrique Rod¨®, diputado de su partido, y culmina en 1917 con la definitiva separaci¨®n de la Iglesia con el Estado. Ello condujo hasta el cambio de los nombres religiosos en el calendario oficial, que a¨²n hoy llama a la tradicional Semana Santa como Semana de Turismo, cosa popularmente aceptada, y al de Navidad, D¨ªa de la Familia, lo que nunca se hizo h¨¢bito.
La legislaci¨®n social irrumpe pioneramente con la ley de 8 horas y descanso semanal (1911), la de prevenci¨®n y seguro de accidentes de trabajo (1914) y sigue en aquel tiempo por todas las modalidades hoy usuales del derecho laboral.
El proceso del intervencionismo econ¨®mico arranca con medidas de protecci¨®n arancelaria y emprende luego la construcci¨®n de una suerte de capitalismo de Estado que empieza con el monopolio portuario (1908), sigue con la nacionalizaci¨®n del Banco de la Rep¨²blica (1911), el monopolio estatal de los seguros (1911), el monopolio de la navegaci¨®n de cabotaje (1911), la nacionalizaci¨®n del pr¨¦stamo sobre hipotecas (1912) y el monopolio de la energ¨ªa el¨¦ctrica (1912), entre tantas otras acciones que configuraron aquel Estado que pretend¨ªa la adaptaci¨®n de la filosof¨ªa liberal con la aspiraci¨®n solidarista.
Este proceso, que hoy puede ser mirado con ojo cr¨ªtico para la mentalidad actual, fue el que expandi¨® la clase media, al integrar a la sociedad a los inmigrantes, especialmente espa?oles e italianos, y desarrollar una distribuci¨®n del ingreso que contin¨²a como la m¨¢s equitativa de toda Am¨¦rica Latina. As¨ª lo dicen los n¨²meros de CEPAL, a trav¨¦s del famoso coeficiente GINI, a¨²n en el ominoso 2002 de la crisis.
Esta democracia se vio alterada por la irrupci¨®n, en los a?os sesenta, de un fen¨®meno de violencia pol¨ªtica que termin¨® desestabilizando al pa¨ªs para caer, en 1973, en la oleada de golpes de Estado que se expand¨ªa por la regi¨®n. Fueron a?os terribles, especialmente para una sociedad no acostumbrada a la privaci¨®n de sus libertades. Pero en 1984 se retorn¨® a la democracia con amplitud y sin las reca¨ªdas que tanto mortificaron a la vecina Argentina y a otros Estados vecinos. El pa¨ªs fue creciendo bajo varios gobiernos hasta que en el 2002 la crisis argentina arras¨® con la banca uruguaya, gener¨® una ca¨ªda econ¨®mica del 14% del PBI en un a?o, un aumento de la pobreza y, naturalmente, un malestar profundo, especialmente en esas clases medias en que se reclutaba la mayor¨ªa de los ahorristas perdidosos.
No era de extra?ar entonces que en la elecci¨®n de 2004 ganara la oposici¨®n, en este caso una coalici¨®n de izquierdas (Frente Amplio, Encuentro Progresista) que ya hab¨ªa roto el hist¨®rico bipartidismo de colorados y blancos cuando en las elecciones de 1994 y de 1999 hab¨ªa estado muy cerca de la victoria. Su crecimiento electoral fue paralelo al abandono de la vieja actitud revolucionaria para sumar fuerzas diversas, unas de ret¨®rica marxista, otras m¨¢s moderadas, pero todas coincidentes en dos circunstancias: una oposici¨®n sistem¨¢tica y una defensa ac¨¦rrima del statu quo del viejo Estado Batllista. En momentos en que los partidos tradicionales, encabezados por el propio Partido Colorado, propon¨ªa reformas en ese Estado para adaptarlo a estos tiempos de competencia, la coalici¨®n se ubicaba en la intransigente defensa de aquel viejo Estado interventor, dejando a los herederos de su creador como parricidas.
El hecho es que el 1¡ã de marzo la coalici¨®n asumi¨® el Gobierno del pa¨ªs bajo la presidencia del Dr. Tabar¨¦ V¨¢squez. Y que ello ocurri¨® sin la menor inquietud en ning¨²n ¨¢mbito, desde el cambiario hasta el militar. Testimonio llamativo de lo que es la reconquistada solidez institucional de esta rep¨²blica, presidi¨® la sesi¨®n parlamentaria inaugural un viejo guerrillero que en 1984, cuando se recobr¨® el sistema, estaba preso y juzgado, no por la dictadura sobreviviente despu¨¦s, sino all¨¢ en 1972 por la justicia ordinaria.
Todav¨ªa sobreviven secuelas sociales de la crisis del 2002, pero el a?o pasado, el 2004, cerr¨® con un crecimiento econ¨®mico del orden del 12% y una temporada tur¨ªstica brillante, que marcan un momento expansivo y abren esta nueva etapa bajo buenos vientos. El presidente V¨¢squez vive el desaf¨ªo de armonizar su propia fuerza, entre el nuevo ministro de Econom¨ªa, un viejo dem¨®crata cristiano de l¨ªnea moderada, con las corrientes m¨¢s radicales. Las primeras definiciones se han puesto ya en la l¨ªnea de la continuidad con el vilipendiado pasado. Pero sobre todo esto hablar¨¢n los tiempos y los d¨ªas. Lo realmente trascendente es que luego de 20 a?os de la restauraci¨®n democr¨¢tica, pasados tres gobiernos colorados y uno blanco, accede ahora una fuerza que nunca hab¨ªa estado en el poder y el Uruguay lo vivi¨® a¨²n con m¨¢s tranquillidad que, cuando en el lejano 1958, ganaron los blancos luego de 93 a?os de gobiernos colorados. La vieja democracia que Hobsbawn ve¨ªa como ¨²nica, preserva, m¨¢s all¨¢ de todos sus avatares, su tradicional esp¨ªritu.
Julio Mar¨ªa Sanguinetti es ex presidente de Uruguay.
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