"Acab¨¦ sufriendo al escribir sobre la disgregaci¨®n de mi familia"
Desde los tiempos de Adios, Columbus, Philip Roth [Newark, Nueva Jersey, 1933] ha mantenido estrictamente separados el lugar en el que escribe de aqu¨¦l en el que celebra su vida, pero sabe bien que en su existencia la escritura representa mucho m¨¢s que un simple trabajo. Cerca de la villa de Connecticut y a pocas manzanas de su apartamento del Upper West Side de Nueva York mantiene dos peque?as oficinas en las que se a¨ªsla completamente para crear algo que termina por influir en esa vida que desear¨ªa mantener aparte, y al final de cada cap¨ªtulo del que se considera satisfecho descubre que la escritura es ante todo una necesidad. En estos ¨²ltimos a?os, Roth afronta cualquier discusi¨®n sobre la dimensi¨®n cat¨¢rtica del arte partiendo siempre de ejemplos concretos sobre los personajes y las situaciones que ha inmortalizado en sus libros [El oficio: un escritor, sus colegas y sus obras (Seix Barral, 2003) El animal moribundo (Alfaguara, 2002), La mancha humana (Alfaguara, 2001)] pero la reflexi¨®n sobre el precario equilibrio entre realidad y ficci¨®n domina todas sus elecciones art¨ªsticas y existenciales. Algunos de los temas recurrentes de sus novelas, como el conflicto entre orgullo y verg¨¹enza de las ra¨ªces propias, y lo irrefrenable de los impulsos er¨®ticos, son argumentos constantes de conversaci¨®n cotidiana, pero tambi¨¦n en estos casos el acercamiento del escritor resulta concreto, anti-intelectual, ir¨®nico y profundamente estadounidense.
"Se trata de una familia jud¨ªa que vive en un pa¨ªs que va perdiendo progresivamente sus valores m¨¢s aut¨¦nticos"
"En EE UU el antisemitismo estaba absolutamente institucionalizado, aunque nunca alcanz¨® las formas tr¨¢gicas de los pa¨ªses europeos"
Antes de empezar a hablar de su ¨²ltima novela, La conjura contra Am¨¦rica [que se publicar¨¢ en Espa?a en septiembre en Mondadori], lamenta la dr¨¢stica reducci¨®n de las sesiones diarias de nataci¨®n que ha tenido que imponerse despu¨¦s de una reciente operaci¨®n de espalda, habla con pasi¨®n de las dos ¨²ltimas pel¨ªculas que le han gustado (El hundimiento, sobre los ¨²ltimos d¨ªas de Hitler, y Las tortugas pueden volar, sobre el drama del pueblo kurdo) y despu¨¦s nos habla largo y tendido de la insuperable tortilla de salm¨®n que acaba de comer en Barney Greengrass, la tienda de platos preparados del Upper West Side, preferida en el pasado tambi¨¦n por Alfred Hitchcock e Isaac Singer. Desde que se public¨® en Estados Unidos, La conjura contra Am¨¦rica ha desencadenado inevitables pol¨¦micas debido a la provocadora tesis de una contrahistoria imaginada (Charles Lindbergh, conocido por sus ideas antisemitas, se convierte en presidente en 1940 y mantiene una relaci¨®n de amistad con el r¨¦gimen hitleriano) y por las posibles lecturas metaf¨®ricas sobre la actual situaci¨®n pol¨ªtica estadounidense e internacional. Despu¨¦s de que Keith Gessen declarara en el New York Magazine que Bush "se parece tremendamente al Lindbergh" del libro y se empezara a discutir lo oportuno del dise?o de portada (un sello estadounidense que representa una esv¨¢stica sobre el Yosemite Park), Philip Roth ha escrito en The New York Times Book Review que la suya no es una novela clave y que la idea original se le ocurri¨® leyendo en la autobiograf¨ªa de Arthur Schlessinger una referencia al intento republicano de presentar a Charles Lindbergh como candidato frente a Roosevelt en 1940.
"En el libro de Schlessinger se habla de la posible candidatura de Lindbergh en poco m¨¢s de dos l¨ªneas", cuenta mientras escruta con preocupaci¨®n el cielo, que promete una nueva nevada, "pero esa brev¨ªsima menci¨®n desencaden¨® dentro de m¨ª una curiosidad que se transform¨® en una obsesi¨®n sobre lo que habr¨ªa podido ocurrir si los republicanos hubieran optado por ¨¦l. De todos los posibles candidatos, Lindbergh era con diferencia el m¨¢s de derechas, y probablemente interpretaba mejor que cualquier otro los errores aislacionistas del pa¨ªs. Estados Unidos estaba en ese momento dividido en dos, y el debate con los partidarios de la intervenci¨®n alcanz¨® tonos extremadamente violentos. La historia nos dice que los republicanos optaron por Dewey, Taste y Wilkie, entre los que prevaleci¨® este ¨²ltimo, que abraz¨® a su vez una pol¨ªtica intervencionista y acab¨® perdiendo, como les ocurre a menudo a los que optan por una visi¨®n m¨¢s suave de las l¨ªneas pol¨ªticas de los adversarios. Pero hay que imaginar que en ese preciso momento hist¨®rico, una elecci¨®n como la de Lindbergh habr¨ªa podido prevalecer. Y el aviador llevaba consigo, junto al aislacionismo, otros elementos inquietantes y muy peligrosos.
Pregunta. ?Cu¨¢nto hay de verdad en el antisemitismo y las simpat¨ªas nazis de Lindbergh?
Respuesta. Por razones narrativas he adelantado casi un a?o el famoso discurso que pronunci¨® en Des Moines, pero no he cambiado ni una palabra. Para comprender su verdadera ¨ªndole basta con escuchar c¨®mo acus¨® a la "raza jud¨ªa" de obligar a un pa¨ªs a una intervenci¨®n que no iba "en inter¨¦s de los estadounidenses". Respecto al nazismo, lo atestigua el que despu¨¦s de su viaje a Alemania escribiera a un amigo que Hitler era "un gran hombre" que estaba haciendo "el bien a su pa¨ªs". En su interior era un partidario de la supremac¨ªa blanca que sent¨ªa una mezcla de fobia y hostilidad hacia los jud¨ªos, los hombres de color y los asi¨¢ticos.
P. El libro da a entender que el antisemitismo de Lindbergh refleja una situaci¨®n general del pa¨ªs.
R. Se trata de algo que estaba absolutamente institucionalizado, que nunca alcanz¨® las formas tr¨¢gicas de los pa¨ªses europeos, pero que preve¨ªa, por ejemplo, las cuotas de estudiantes jud¨ªos en las Universidades de la Ivy League. Esta forma de discriminaci¨®n no se dirig¨ªa s¨®lo hacia los jud¨ªos: basta pensar en la batalla emprendida por la mayor¨ªa protestante hombro con hombro con el Ku Klux Klan en 1926 contra Al Smith, el primer candidato cat¨®lico a la Casa Blanca.
P. Usted ha negado cualquier referencia a Bush, pero es dif¨ªcil no pensar en ¨¦l cuando se habla del "joven presidente con uniforme de piloto".
R. Si quisiera responder con un chiste dir¨ªa: "Por lo menos, Lindbergh era un aut¨¦ntico aviador". Sin embargo, la referencia es forzada: empec¨¦ a escribir la novela antes de que jurase por primera vez como presidente. Rechazo esta yuxtaposici¨®n, que corre el riesgo de dejar en segundo plano el tema principal del libro: una familia jud¨ªa que vive en un pa¨ªs, Estados Unidos, que pierde progresivamente sus valores m¨¢s aut¨¦nticos y est¨¢ devastado por un crescendo de acontecimientos tr¨¢gicos. Algunos detractores han hablado tambi¨¦n de fascismo, pero en realidad hablo de una naci¨®n cuyo presidente es elegido democr¨¢ticamente y pone en marcha el programa prometido a los electores.
P. El libro tiene una dimensi¨®n extremamente personal: la familia protagonista es la suya, se habla de su padre, Hermann, de su hermano, de su madre...
R. Pens¨¦ que ser¨ªa ¨²til anclar mi historia imaginaria en algo que conoc¨ªa en profundidad. En cada p¨¢gina me he preguntado: ?qu¨¦ habr¨ªa hecho mi padre, convencido defensor del new deal, o mi madre?
P. ?Tambi¨¦n los personajes de la familia han sido reinventados?
R. He intentado representarles de forma casi fotogr¨¢fica, y acab¨¦ sufriendo cuando escrib¨ª sobre la disgregaci¨®n de la familia. Pero debo decir que algunos miembros son completamente inventados, como la t¨ªa que es invitada a la Casa Blanca, a la recepci¨®n en honor a Von Ribbentrop.
P. Usted siempre ha mantenido que los grandes escritores estadounidenses son regionales, pero esta novela sigue otro camino.
R. No me corresponde a m¨ª decir si la m¨ªa es una gran novela, pero, desde luego, est¨¢ presente mi New Jersey. Por lo que se refiere al regionalismo, piense en Bellow y su Chicago, Dreiser y el Medio Oeste, Thomas Wolfe y Carolina del Norte. Por no hablar de Faulkner o, entre los modernos, la Nueva York de Doctorow y la Nueva Inglaterra de Updike. La prueba contraria es Mark Twain, que perdi¨® buena parte de su fuerza cuando dej¨® de ambientar sus historias en el Misisip¨ª.
P. Entre los personajes m¨¢s inquietantes hay un rabino llamado Bengelsdorf, ferviente ap¨®stol de la "gentilizaci¨®n".
R. Considero que es un hombre que intenta adaptarse a una situaci¨®n tr¨¢gica, cuyo drama consiste en no comprender que ha acabado en el lado equivocado. Creo que Bengelsdorf pertenece a una de las infinitas posibilidades rab¨ªnicas.
P. El personaje m¨¢s negativo es un senador que ha existido realmente: Burton Wheeler, al que usted imagina como vicepresidente.
R. Wheeler fue un senador que empez¨® entre los dem¨®cratas, distingui¨¦ndose por la pasi¨®n con la que apoyaba a Roosevelt, y acab¨® junto a McCarthy. No hay mucho m¨¢s que a?adir.
P. En el libro, el peligro no procede s¨®lo de la derecha: la candidatura dem¨®crata del periodista Walter Winchell resulta ser igual y contraria a la de Lindbergh en lo que a peligrosidad se refiere.
R. Winchell era un populista vulgar, poderoso y famos¨ªsimo: una mezcla muy peligrosa para un candidato pol¨ªtico.
P. Un interrogante planteado directamente por su historia es la necesidad de una intervenci¨®n b¨¦lica estadounidense en un momento en el que el mundo se siente agredido por la barbarie.
R. ?sa es una lectura en cierto modo inevitable respecto a lo que est¨¢ sucediendo en estos tiempos, y a la que, sin embargo, debo oponerme, igual que me opongo a la ecuaci¨®n Lindbergh = Bush. El libro se refiere ¨²nicamente a un pasado imaginario y a una realidad eterna. Me gustar¨ªa a?adir que yo no soy el m¨¢s indicado para hablar de pol¨ªtica exterior y que creo solamente que soy el mayor experto vivo en la Administraci¨®n de Lindbergh.
Traducci¨®n de News Clips. ? La Repubblica
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