Ante toda elecci¨®n
Se avecinan las elecciones vascas y hace poco pasamos el refer¨¦ndum sobre la Constituci¨®n europea. Pronto, en nuestro horizonte pol¨ªtico se ver¨¢n indicios de modificaciones en nuestra propia Constituci¨®n y en algunos Estatutos de Autonom¨ªa. Y por otra parte, la abstenci¨®n y el descreimiento hacia el sentido real del voto llevan a vaciar de contenido los procesos democr¨¢ticos b¨¢sicos, como son las elecciones en s¨ª mismas. Se impone, tal vez, elaborar una reflexi¨®n sobre la esencia ¨²ltima, y la naturaleza compleja, del hecho primigenio de elegir, que en realidad es uno de los actos m¨¢s fundamentales del ser humano.
1. Elegir es ejercitar un acto de libertad que es un acto de la voluntad. Es querer elegir y querer ser elegido. Pero la libertad es tambi¨¦n una elecci¨®n previa, y pocas veces somos conscientes de hacerla: ?quiero ser libre?, ?quiero serlo de verdad y por encima de todo? Si es as¨ª, hay condiciones: asumir una responsabilidad con el acto de elegir, y asumir que ese acto puede conllevar la inevitable aparici¨®n de un error. Puedo equivocarme al elegir, ya sea al elegir un amor, un objeto o una propuesta pol¨ªtica. Eso es precisamente lo que implica la libertad: el error. Por eso, ante toda elecci¨®n, siempre luce en el firmamento la estrella de la incertidumbre.
2. Elegir es una acci¨®n que abre caminos y cierra otros. Cualquiera que sea el resultado de una elecci¨®n, por el mero hecho de ese juego de abrir/cerrar, siempre, en mayor o menor grado, dram¨¢ticamente o no, se causa un dolor en los perdedores o rechazados y una alegr¨ªa en los ganadores o elegidos. Toda elecci¨®n supone por tanto asumir riesgos. Los riesgos acarrean errores y derrotas, y, sin embargo, el hecho mismo de elegir democr¨¢ticamente es siempre una victoria colectiva.
3. El objeto de elecci¨®n es algo o alguien sometido a un valor. Y valorado como bien, aunque en s¨ª objetivamente no lo sea. Cuando se elige, se dejan fuera muchas cosas que tambi¨¦n podr¨ªan ser elegidas pero que ya no lo son ni lo ser¨¢n, ramas del tronco que se abandonan. Cabe la pregunta sobre qu¨¦ habr¨ªa pasado si se hubiera elegido esa cosa y no la elegida. Es la conjetura, la ficci¨®n que se plantea ante la Historia, la colectiva o la personal. La ficci¨®n es lo no elegido: un coche que no tendr¨¦, el partido nazi derrotado en las urnas, la bomba at¨®mica no lanzada, Franco muerto en el 36. Siempre, para bien o para mal, es realidad lo que se elige, siempre se elige la verdad, aunque sea bajo capa de mentira. ?Pero acaso la realidad es la verdad? Ni se sabe ni importa, porque al elegir, al ejercitar ese acto de libertad individual o colectivo, se funda la realidad.
4. Elegir transforma, porque supone impl¨ªcitamente asumir lo desconocido. Toda elecci¨®n, por peque?a que sea, es una reordenaci¨®n del mundo de quien elige, moral y f¨ªsicamente. Y hay que estar preparados para ello, porque siempre ser¨¢ algo que afecte al futuro. Es m¨¢s, por mucha inmediatez que exija cualquier elecci¨®n ("hazlo t¨², hazlo ahora"), siempre, al elegir, se determina el futuro. Obviamente es as¨ª al pensar en las elecciones, cualesquiera de ellas, vascas, generales o municipales, eso da igual. O al pensar, tan s¨®lo, en un cambio personal de vida. No hay diferencia: todo lo que suceda a partir del instante de la elecci¨®n ser¨¢ radicalmente diferente del instante anterior, aunque se haya elegido la inmutaci¨®n o la inmovilidad. Siempre, por tanto, para elegir, hay que tener presente el pasado, para ponerlo en cuesti¨®n o para reafirmarlo.
5. Elegir es un salto cualitativo. La elecci¨®n comporta una asunci¨®n de lo nuevo, iniciar una novedad: de vida, de objeto, de emoci¨®n, de pol¨ªtica, de responsabilidad. Por tanto, toda elecci¨®n entra?a inauguraci¨®n: un modo de abrir lo que est¨¢ cerrado en quien elige, en el elector. Pero como tal salto cualitativo, tambi¨¦n ha de asumirse que toda elecci¨®n es una separaci¨®n. Separaci¨®n de lo no elegido ya y separaci¨®n del estado previo a la elecci¨®n. Elegir es separar las cosas y los objetos electos de su condici¨®n y naturaleza X para entrar en otra condici¨®n y en otra naturaleza Y. Por esto mismo, o como consecuencia, se puede afirmar que elegir aboca a un misterio, a un descubrimiento por hacerse. Y esto, generalmente, da miedo, porque lo desconocido implica riesgos (una vez m¨¢s). Elegir, entonces, como acto de libertad, ante unas urnas, o ante una etapa de la vida individual o de la sociedad, es un acto de valent¨ªa. S¨®lo as¨ª, desde esta ¨®ptica, se entiende que toda elecci¨®n, en el fondo y en realidad, sea un principio de vida. La muerte es la no-elecci¨®n por excelencia. S¨®lo eligen los vivos.
6. Elegir es avanzar. Dar un paso. Dirigirse. Elegir es sin¨®nimo de optar por el movimiento en contra de la inmovilidad. Un paso adelante, aunque se elija un camino de vuelta. Es, en suma, preferir. Toda preferencia es un juicio de valor impl¨ªcito, es una catalogaci¨®n de exclusividad. Preferir es decir no a una rama del tronco y decir s¨ª a otra. Toda elecci¨®n se debate subjetivamente entre el s¨ª asumido y el no rechazado. Por eso, elegir es tambi¨¦n rechazar, y todo rechazo comporta impl¨ªcitamente la aceptaci¨®n de una bifurcaci¨®n inevitable: la de un punto de vista diferente, la de un punto de partida diferente, la de una situaci¨®n diferente.
Siempre he tenido como una certeza muy ¨ªntima que la esencia de nuestra sociedad est¨¢ en la fuerza de la elecci¨®n, en tanto que nos salva de los fantasmas de la Historia y nos afirma como seres libres, pero que no es m¨¢s que la consecuci¨®n de la democracia y del Estado de derecho por los que tanto hay que luchar y reflexionar sin descanso. De cara a todo el ejercicio democr¨¢tico que est¨¢ en nuestro horizonte cercano, no perdamos ni unos ni otros (seamos quienes seamos estos unos y estos otros) la certeza de que somos lo que elegimos, porque elegir nos da una identidad, y casi siempre la identidad que buscamos.
Adolfo Garc¨ªa Ortega es escritor y autor de El comprador de aniversarios.
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