Lastimoso s¨ªntoma
Alejandro Dumas, el c¨¦lebre autor de la no menos c¨¦lebre El conde de Montecristo, ten¨ªa tantas obligaciones para con su puntual p¨²blico que se lleg¨® a afirmar que ten¨ªa un taller con personas, negros en el argot editorial, que le escrib¨ªan lo que las codiciosas imprentas esperaban de su firma. Esta figura no aparece en el Diccionario de la Lengua Espa?ola, ni tampoco en el Diccionario del espa?ol actual de Manuel Seco. Deber¨ªa. Porque la pr¨¢ctica est¨¢ m¨¢s extendida de lo que la paciencia ¨¦tica puede soportar. No hace mucho una afamada presentadora de televisi¨®n se vio envuelta en un caso de plagio. Luego result¨® que ella no hab¨ªa plagiado nada, pero s¨ª el negro que le hab¨ªa escrito lo que ella tan ufana hab¨ªa firmado y promocionado. Explico esto porque podr¨ªa darse el caso de que alg¨²n lector de El ¨²ltimo negro, la nueva novela de Ram¨®n Buenaventura (T¨¢nger, 1940), no conociera con precisi¨®n el exacto rol de un negro en la industria editorial. A m¨ª me parece que el futuro de los negros en nuestro pa¨ªs es promisorio. Hay mucha gente, que no satisfecha con sus ¨¦xitos profesionales (sean medi¨¢ticos o no), creen que un plus de prestigio literario redondear¨ªa su brillante carrera. Pues aqu¨ª es donde encajan los negros. La figura del negro tiene bastante de literaria. Tal vez por ello el autor de El a?o que viene en T¨¢nger vio en ella la oportunidad de urdir una trama en torno a esta iron¨ªa, un ente humano que trabaja con materiales espirituales pero que sin embargo se presta a una operaci¨®n tan falta de espiritualidad como, por ejemplo, la patra?a de la mencionada presentadora televisiva. La iron¨ªa se aquilata con el hecho de que tal fraude no s¨®lo mengu¨® la popularidad de la tal presentadora sino que incluso la reforz¨® hasta grados que uno ya no sabe si es para ponerse a llorar o morirse de risa.
EL ?LTIMO NEGRO
Ram¨®n Buenaventura
Alianza. Madrid, 2005
375 p¨¢ginas. 17 euros
A m¨ª me parece que Buenaventura ten¨ªa materia suficiente para darnos una novela convincente con dicha figura. Su sentido de la iron¨ªa, como lo ha demostrado sobradamente en sus novelas anteriores, incluida su poes¨ªa, sirve para desnudar la hipocres¨ªa, cualquier muestra de parip¨¦ individual o social. Y sin embargo, en lugar de concentrar todo su oficio, toda su penetraci¨®n psicol¨®gica y todo su caudal inventivo, que es mucho, en un hilo argumental m¨¢s acorde con las expectativas psicol¨®gicas y morales de un personaje como el negro editorial, Buenaventura decidi¨® proseguir con los postulados narrativos (o mejor dicho narratol¨®gicos) de El a?o que viene en T¨¢nger y Un coraz¨®n antiguo que tanto ¨¦xito le depararon por parte de la cr¨ªtica.
El resultado es una novela
cargada de manierismo cervantino, una especie de v¨¦rtigo intertextual en donde el lector no demasiado informado se perder¨¢ irremediablemente sin que el esfuerzo de interpretaci¨®n y develaci¨®n que se le exige tenga apenas la contrapartida de un juego compartido, aunque el ganador siempre sea el mismo: Ram¨®n Buenaventura. El autor.
El mecanismo de autorreferencialidad de esta novela no contradice a El a?o que viene en T¨¢nger. El furor acumulativo de las experiencias sexuales de los narradores o del narrador en una y otra novela es semejante. S¨®lo las distingue a una y otra la presencia-ausencia del negro que escribe la novela que estamos leyendo. Salvo en el ¨²ltimo cap¨ªtulo, donde el negro tiene voz, en los cap¨ªtulos restantes ¨¦ste apenas es una entidad marginal a pie de p¨¢gina o en entre l¨ªneas cuyo cometido es sugerir precisiones l¨¦xicas, contrastes eruditos. La novela que leemos es la vida del empresario Rodrigo D¨ªez del Canchal, un tipo que no se dignar¨¢ nunca a escribirla, pero s¨ª a contratar a un negro que se la escriba. ?ste es un buen dibujo de la prepotencia de los nuevos ricos. Antes ha habido una negra, de la que el autor sacar¨¢ buen partido para hacer una recreaci¨®n m¨¢s socarrona que ir¨®nica de la misoginia como motivo literario.
La mala novela que leemos,
porque as¨ª quiere que sea considerada su novela el autor en connivencia con el negro que se la escribe, no es precisamente una mala novela. En su g¨¦nero probablemente yo dir¨ªa que es una muy buena novela. Todo un lujo de despliegue par¨®dico. Culta, inteligente, irreverente, aunque estas tres caracter¨ªsticas est¨¦n sobrecargadas en detrimento de una idea moral y novel¨ªstica que debi¨® ser m¨¢s org¨¢nica y menos sobrada de desconcierto, interrupciones textuales y vericuetos argumentales, incluso chistes f¨¢ciles. Ram¨®n Buenaventura es due?o de un espacio literario construido sobre la endogamia, la suya y la de la propia ficci¨®n. En el negro literario ten¨ªa a tiro un atractivo esp¨¦cimen de la perversi¨®n del mercado. S¨®lo hacia el final de su novela (la de Buenaventura) apunta a revelarnos el alma del criado. Hasta ah¨ª apenas disfrutamos de sus pertinentes acotaciones. Qu¨¦ novela nos perdimos suya, incluso aunque se la escribiera otro.
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