Caramba con Franco
Mientras se desmantelaba la estatua de Franco, casi todos dorm¨ªamos. Menuda haza?a, dir¨¢n ustedes, retirar la estatua de un hombre muy bajito con una gr¨²a muy grande cuando casi nadie mira. No les faltar¨¢ raz¨®n, pero tengan cuidado con ese tren de pensamiento, porque se empieza hablando mal del Ministerio de Fomento y se acaba hablando bien del general¨ªsimo.
S¨¦ que llego tarde a este tema, de ah¨ª que ande cogiendo el r¨¢bano por las hojas, el r¨¢bano ya se lo han comido mis colegas, y es que en esto del columnismo te despistas una semana con la Liga (la vamos a perder gal¨¢cticamente) y te quedas fuera del asunto, y lo que es peor, sin asunto, as¨ª que les ruego perdonen esta ¨²ltima reflexi¨®n sobre un tema que sin duda cre¨ªan felizmente agotado. O tal vez no, porque para el poco aprecio que muchos dicen tenerle a Franco hay que ver la de novios que le salen a su gemelo de piedra. Lo cual me lleva a una pregunta preocupante: ?es cosa m¨ªa, o a la derecha en este pa¨ªs se le acaba la gasolina democr¨¢tica cada vez que les tocan al caudillo? Me da la sensaci¨®n, tal vez me equivoco, aunque seguramente no, de que la derecha se descentra, es decir, se aleja del centro, a poco que les pisen las sandalias del pescador de Ferrol. No es algo de lo que se sientan muy orgullosos, claro est¨¢, de ah¨ª el torrente de eufemismos; las heridas del pasado, la historia como excusa de la historia, y el mejor no menearlo, pero en esto, como en casi todo, se termina por ver la intenci¨®n en el gesto. Y ¨²ltimamente, entre el futuro y la memoria, a m¨¢s de uno se le va la mano. Que yo sepa, nadie ha hablado de eliminar a Franco de los libros de texto, de los ensayos, de las hemerotecas, ni de las siniestras im¨¢genes del No-Do. La historia, mal que nos pese, no se librar¨¢ nunca de sus tiranos, se trata simplemente de bajarles de sus inmerecidos pedestales. Cada uno es muy libre de guardar un retrato del caudillo junto a su mesita de noche, y hasta una estatua ecuestre a modo de pisapapeles, pero no veo raz¨®n alguna para que tengamos que regalarle un lugar prominente en nuestras plazas. Lo m¨¢s curioso del caso es que cada vez que la derecha se opone al ejercicio de las libertades, lo hace en pro del ejercicio de las libertades. Enredados en esta perversi¨®n ideol¨®gica, cualquier paso hacia delante, por insignificante que sea, y ¨¦ste lo es (quiero decir que es insignificante y hacia delante), se nos manda de vuelta como una afrenta a las libertades de aquellos que libremente han estado siempre en contra de las libertades. En fin, la derecha y su laberinto. Del laberinto de la izquierda hablaremos otro d¨ªa, aunque no est¨¢ de m¨¢s adelantar, que estos tiempos de revisi¨®n de la letra peque?a y roja de la Guerra Civil, no pueden servir de excusa para amortiguar nuestro desprecio hacia el sujeto que nos ocupa.
Pero no es a esto a lo que iba. A lo que iba en realidad es a lamentarme por la ocasi¨®n perdida. Desde luego que los dictadores y sus estatuas no merecen estar entre la gente que jam¨¢s respetaron, pero en mi modesta opini¨®n, hemos dejado pasar una oportunidad de oro. En lugar de retirar la dichosa estatua, ?no hubiera sido mejor ponerle una hermosa celda alrededor? As¨ª hubi¨¦ramos protegido la historia, al tiempo que le a?ad¨ªamos un peque?o barniz de justicia. Hubi¨¦ramos tenido la primera estatua (al menos hasta donde me consta) al dictador encarcelada, y cumplido a un tiempo con los mandatos de la memoria y de la voluntad, que son las dos piernas sobre las que se sujeta una sociedad libre. No nos estar¨ªamos enga?ando a nosotros mismos, ni a nuestros hijos y habr¨ªamos puesto una pica en el Flandes del libre albedr¨ªo. Puede que estemos obligados a recordar, pero tenemos el derecho a recordar a los tiranos a nuestra manera y no a la suya. La proyecci¨®n de la sombra de sus cr¨ªmenes en la historia no debe guardar para siempre la ilustre postura que ellos mismos propusieron, sino el tama?o real y las formas exactas de lo que fueron. Puede que los tiranos sean los due?os del pasado, y ah¨ª ya no hay quien meta mano, pero los due?os del presente y del futuro son muy otros.
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