Una leyenda urbana
Son las cosas de la gran urbe: el lugar donde trabajaba Joaqu¨ªn Luqui queda muy cerca de donde vivo, pero rara vez coincid¨ªamos y siempre quedaba en suspenso mi curiosidad por sus primeros tiempos, cuando animaba proyectos tan decisivos como Disco Expres, aquel improabable semanario musical editado en Pamplona.
Era m¨¢s frecuente toparse con Joaqu¨ªn en los viajes de promoci¨®n, aquellas expediciones que las discogr¨¢ficas montaban -hablamos de tiempos m¨¢s pr¨®speros- para ver un concierto y poner a tiro al artista para una entrevista.
Esas visitas a Londres o Nueva York ten¨ªan gran importancia para Joaqu¨ªn: aparte del objetivo inmediato, le serv¨ªan para saciar sus pasiones de coleccionista. No se trataba de un capricho: cuentan que alguna vez, cuando sus maletas superaban ampliamente el peso permitido por la aerol¨ªnea de turno, abandon¨® la ropa sucia antes que sus queridos libros, discos, revistas.
As¨ª, las an¨¦cdotas que protagonizaba entraban en el folclore de la industria musical, adquiriendo con el tiempo el car¨¢cter de leyendas urbanas. Se menciona menos que era acogido con cari?o por todo tipo de artistas, desde el heavy m¨¢s estridente a la ¨²ltima estrella del pop de Miami; ellos recordaban inmediatamente sus encuentros en Madrid y su bondad natural.
Con Joaqu¨ªn resultaba imposible ese entretenimiento de la profesi¨®n que consiste en compartir maldades sobre cualquier figura: siempre conced¨ªa el beneficio de la duda, siempre buscaba lo positivo, siempre hallaba motivos para sostener su mitoman¨ªa. Su capacidad de aguante estaba por encima de la media. En todo: pod¨ªa echar una cabezadita incluso cuando estaba siendo sometido a una tormenta de decibelios.
Aunque se desenvolv¨ªa en un medio poco religioso, mostraba su catolicismo sin complejos y soportaba las puyas inevitables, aunque a veces sacudiera la cabeza tristemente ante algunas decisiones tomadas en el Vaticano. Enseguida lo olvidaba y en el siguiente encuentro hac¨ªa discretamente la se?al de la cruz sobre el pecho del provocador mientras preguntaba: "?Todo bien, my friend?"
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