Arrabal se sumerge en la obra de Houellebecq
El libro se centra en el inter¨¦s que comparten los dos escritores por los temas cient¨ªficos
Michel Houellebecq puede presentarse a las cuatro de la madrugada en el domicilio parisiense de Fernando Arrabal. Para beber una copa, la ¨²ltima, siempre la ¨²ltima. Para tocar el piano a cuatro manos. Para hablar de ciencia. "Nos une el inter¨¦s por la ciencia", dice el dramaturgo y cineasta espa?ol, que ahora publica en Espa?a un libro sencillamente titulado ?Houellebecq! La ciencia, el piano y el vino no es, sin embargo, lo ¨²nico que comparten.
"Los dos tenemos la esperanza de que el mundo por venir ha de ser mejor y los dos hemos nacido en ?frica, yo en Melilla, Michel, en la isla de la Reuni¨®n. No tenemos ra¨ªces, sino piernas", explica Arrabal. El entusiasmo por la ciencia puede manifestarse de forma po¨¦tica: "Las matem¨¢ticas fractales sirven para calcular en un volumen geom¨¦trico el espacio que ocupa una nariz o una nube", asegura Arrabal a partir de las teor¨ªas de Beno?t Mandelbrod, de la misma manera que la llamada "teor¨ªa de los conjuntos" le sirve tanto para explicar por qu¨¦ los pol¨ªticos crearon Yugoslavia como el porqu¨¦ de que dicho pa¨ªs haya estallado. "Dos y dos no son cuatro. Cuando sumas dos peras y dos manzanas no obtienes cuatro manzaperas".
La complicidad entre los dos artistas se hizo p¨²blica el 17 de septiembre del 2002, cuando un Tribunal juzg¨® en Par¨ªs a Houellebecq por unas declaraciones que se consideraron insultantes para el islam, una religi¨®n cuya influencia represora el escritor franc¨¦s combatir¨ªa "bombardeando con minifaldas los pa¨ªses en que domina. Las minifaldas ser¨ªan m¨¢s eficaces que los misiles. El eslab¨®n d¨¦bil de la sociedad musulmana es el sexo d¨¦bil". El tribunal declar¨® inocente a Houellebecq, que recibi¨® el testimonio favorable de Arrabal, que acudi¨® ante el juez en tanto que experto y antiguo acusado de blasfemia por la justicia franquista. "Le dije lo que Beckett declar¨® en mi descargo: 'Es mucho lo que tiene que sufrir el poeta para escribir, se?or juez, no a?ada nada a su propio dolor".
Houellebecq vive en la actualidad en el sur de Espa?a. "Michel se interesa mucho por la hip¨®tesis de un enriquecimiento del cerebro gracias al ordenador. Y quiere creer en la clonaci¨®n". Esa posibilidad, la de fabricar mejores humanos gracias a la ciencia, era la conclusi¨®n de su novela de tesis, Las part¨ªculas elementales. "Pienso que nuestra especie podr¨ªa transformarse en otra inmortal gracias a la regeneraci¨®n que permitir¨ªa la clonaci¨®n. La verdad y la belleza seguir¨ªan siendo los mitos del arte y la ciencia, pero sin el dardo de la vanidad o de la urgencia", le dice Houellebecq a Arrabal en el transcurso de una conversaci¨®n que reproduce el libro que ahora publica la editorial Hijos de Muley-Rubio y que recoge textos in¨¦ditos, pero tambi¨¦n otros ya publicados en revistas y diarios.
El positivismo, tal como lo desarroll¨® Auguste Comte, es para Houellebecq la mejor explicaci¨®n del mundo y una utop¨ªa vivible, una religi¨®n sensata. "Comte piensa que el mundo no puede vivir s¨®lo con dos grandes valores, la libertad y la igualdad, y por eso se inventa una religi¨®n para descre¨ªdos, el positivismo", explica un Arrabal que admite "tener nostalgia de cuando era creyente" y se interroga por las conversiones de cierta gente: "Las v¨ªctimas de secuestro, por ejemplo, que parecen haber redescubierto a Dios en el transcurso de su cautiverio, como si se hubieran replanteado de nuevo la apuesta de Pascal. O Paul Claudel, que entr¨® ateo en la catedral de Notre-Dame y sali¨® de ella creyente. Con Michel coincidimos en que si el mundo hubiese le¨ªdo el Dostoievski de Los pose¨ªdos nos hubi¨¦ramos ahorrado a Franco y a Hitler". En definitiva, bajo su disfraz de irremediables esc¨¦pticos y pesimistas, Arrabal y Houellebecq siguen siendo c¨¢ndidos escritores.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.