Terri Schiavo recibe la extremaunci¨®n y la comuni¨®n
La mujer lleva 11 d¨ªas desconectada de las sondas que la alimentaban
Terri Schiavo ha recibido la extremaunci¨®n y la comuni¨®n, en forma de una gota de vino dado que no puede tragar. Han pasado 11 d¨ªas desde que un juez de Florida orden¨® que le retiraran las sondas que la han alimentado desde que cay¨® en estado vegetativo, en 1990, y su muerte puede producirse en cualquier momento. Sus padres han desistido de apelar a la justicia y a otros poderes, asumiendo la derrota por la custodia de su hija frente a su yerno, que hace casi ocho a?os solicit¨® la eutanasia. Los grupos conservadores pro vida no han tirado la toalla y ayer trasladaron la batalla a Washington.
El padre de Terri, Robert Schindler, describi¨® su estado como el de "alguien que sale de un campo de concentraci¨®n", pero no obstante asegur¨® que ten¨ªa una "fuerza incre¨ªble" que "demuestra que quiere seguir viviendo". Schindler tambi¨¦n dijo temer que "aceleren su muerte con una sobredosis de morfina" e hizo un llamamiento para que "alguien la salve". Una amiga que visit¨® a Terri el domingo asegur¨® que ¨¦sta intent¨® levantar las manos, sonri¨® e hizo sonidos guturales, cuando le record¨® lo que le gustaba bailar.
La familia est¨¢ destruida. La madre, Mary, ni siquiera pudo ir a verla ayer porque sus hijos temen tener que hospitalizarla. El ag¨®nico comp¨¢s de espera de los padres y hermanos de Terri se ha agudizado porque el marido, Michael Schiavo, les restringe las visitas. No saben si podr¨¢n acompa?arla en los ¨²ltimos momentos.
Ser¨¢ incinerada
Lo que s¨ª les han informado los abogados del marido es que no podr¨¢n enterrarla porque ¨¦l ha decidido incinerarla y llevar las cenizas a Pensilvania, donde se conocieron y se casaron. Pero Michael tambi¨¦n lo est¨¢ pasando mal, seg¨²n sus abogados, porque cree que no la est¨¢n dejando morir en paz y porque ha recibido amenazas de muerte.
El rencor entre los dos bandos que ha dominado la pelea judicial est¨¢ a¨²n m¨¢s presente en la ¨²ltima fase de la vida de Terri. Michael asegura que s¨®lo est¨¢ cumpliendo lo que su mujer le pidi¨® una noche mientras ve¨ªan una pel¨ªcula. "No quiero tubos" afirma que le dijo entonces su esposa, pero los padres le acusan de hab¨¦rselo inventado tras cobrar una indemnizaci¨®n de m¨¢s de un mill¨®n de d¨®lares -de los que a ¨¦l le correspondieron directamente 300.000 por los da?os sufridos y 750.000 para los cuidados m¨¦dicos de Terri-. Los padres aducen, adem¨¢s, que el marido quiere librarse de ella para continuar su vida con otra mujer con la que lleva viviendo 10 a?os y con la que tiene dos hijos.
El juez del caso, George Greer, desestim¨® en 1999 los argumentos de los padres y les deneg¨® la custodia. En sucesivas apelaciones, los tribunales revisaron si hab¨ªa habido "defectos de procedimiento" pero no cuestionaron las pruebas, ratificando con ello el fallo de Greer.
Cuando ya las sondas se hab¨ªan desconectado el 18 de marzo, el Congreso de Estados Unidos, con el apoyo del presidente Bush, aprob¨® una ley que permit¨ªa reabrir el caso, pero varios tribunales se negaron a hacerlo.
Un grupo cristiano conservador que ha participado en las protestas frente al centro de pacientes terminales donde se encuentra Terri, en Pinellas Park (Florida), viaj¨® ayer a Washington para pedirle al Congreso que declare a los jueces en desacato. Las posibilidades de que eso ocurra son escasas, pero el Congreso s¨ª estudia debatir una ley que llene la laguna legal que existe en casos de pacientes que no han dejado un testamento vital y sus familiares est¨¦n en desacuerdo con la eutanasia.
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