El hombre que odiaba viajar
Un domingo oto?al de 1934, en el domicilio parisiense del joven Claude L¨¦vi-Strauss, que entonces ten¨ªa 26 a?os y estaba inmerso en el marxismo pero decepcionado por la filosof¨ªa, suena el tel¨¦fono a las nueve de la ma?ana. Es el director de la ?cole Normale Sup¨¨rieure, que le propone presentar su candidatura a una plaza de profesor de sociolog¨ªa en la Universidad de S?o Paulo: tiene que dar una respuesta antes de mediod¨ªa. Como ¨¦l mismo ha contado, la aceptaci¨®n de aquella perentoria proposici¨®n decidi¨® su carrera posterior y, como ahora sabemos, puso en marcha una de las obras m¨¢s ambiciosas, influyentes y renovadoras del pensamiento de los ¨²ltimos cien a?os. Los avatares posteriores tambi¨¦n son conocidos: expediciones etnogr¨¢ficas al territorio de los Caduveo, de los Bororo y de los Nambikwara; luego, huyendo de la ocupaci¨®n nazi, a?os de aprendizaje y ense?anza en Nueva York (en donde tiene que disfrazar su apellido para evitar confusiones con la c¨¦lebre marca de jeans) y amistad con Jakobson, una influencia decisiva en la redacci¨®n de su tesis doctoral, que se publicar¨¢ en 1949 con el t¨ªtulo Las estructuras elementales del parentesco.
A estas alturas, la inspiraci¨®n fundamental que va a presidir su investigaci¨®n ya est¨¢ decidida: la revoluci¨®n realizada por Saussure y Trubezkoy en el terreno de la ling¨¹¨ªstica, y que el primero de ellos ya hab¨ªa so?ado en convertir en metodolog¨ªa com¨²n de todas las ciencias humanas, abre a las sociedades sin tradici¨®n escrita (r¨®tulo que el propio L¨¦vi-Strauss impuls¨® para sustituir a la etnoc¨¦ntrica denominaci¨®n de "sociedades primitivas" o "pueblos no civilizados") a un tratamiento cient¨ªfico de insospechadas consecuencias para el conocimiento social. Adoptando el m¨¦todo seguido por los ling¨¹istas para "descubrir" los fonemas de una determinada lengua, L¨¦vi-Strauss propone estudiar los sistemas de parentesco a partir de rasgos diferenciales que, pudiendo dar lugar a una u otra estructura social, ser¨ªan comunes a una multitud de organizaciones de parentesco como los rasgos fonol¨®gicos son comunes a las m¨¢s diversas lenguas: se podr¨ªa, as¨ª, "dise?ar una tabla peri¨®dica como la de los elementos qu¨ªmicos, en la que todas las costumbres reales o posibles aparecieran agrupadas en familias".
En 1952 redacta por encargo de Naciones Unidas Raza e historia, su contribuci¨®n a la lucha contra el racismo, y en 1955 el ensayo Tristes tr¨®picos le convierte, adem¨¢s de en una autoridad cient¨ªfica reconocida, en una figura p¨²blica de primer orden: el ¨¦xito es tan rotundo que hasta el jurado del Goncourt distribuye una nota lamentando no poder otorgarle el premio de ese a?o por no tratarse de una obra de ficci¨®n. Tras la aparici¨®n de Antropolog¨ªa estructural (en donde se dan pasos de gigante para la comprensi¨®n de las culturas orales y, en especial, de sus mitos), El totemismo en la actualidad y El pensamiento salvaje, que consagran y extienden el programa estructuralista, siguen los a?os de acerbas disputas entre el "estructuralismo" y el "humanismo", a?os en los cuales el estructuralismo llega a confundirse con una atm¨®sfera intelectual compartida (Barthes, Lacan, Foucault), con una "nueva" filosof¨ªa, con una nueva est¨¦tica, con una nueva pol¨ªtica y hasta con una nueva moda. Desde el rigor y la sobriedad te¨®rica que siempre le han caracterizado, L¨¦vi-Strauss zanja la pol¨¦mica con una obra maestra de la antropolog¨ªa: los cuatro vol¨²menes de sus Mitol¨®gicas, en donde su proyecto de esbozar un "campo de los estudios estructurales" sobrepasa los debates coyunturales y se?ala con decisi¨®n lo que ya desde entonces hay que considerar como una contribuci¨®n fundamental e indiscutible a las ciencias sociales y a la investigaci¨®n antropol¨®gica, m¨¢s all¨¢ de r¨®tulos locales y de etiquetas puntuales.
Su obra, que entretanto ha seguido creciendo con aportaciones importantes (el segundo volumen de Antropolog¨ªa estructural, La v¨ªa de las m¨¢scaras o la Histoire de Lynx, entre otras), se ha convertido en una referencia indispensable, no solamente para conocer nuestro tiempo y nuestro mundo, sino tambi¨¦n para comprender el nuevo escenario cultural en el cual nos sit¨²a nuestro momento hist¨®rico, definido por una "raz¨®n" que ya no puede llamarse llanamente "occidental". Desde este punto de vista, la tarea de este cient¨ªfico que siempre odi¨® los viajes y a los exploradores, pero que ha invitado al pensamiento contempor¨¢neo a un viaje y a una exploraci¨®n profundamente fruct¨ªferos, nunca ha estado desligada del impulso ¨¦tico que dirigi¨® desde el principio su inter¨¦s por otras sociedades: "Liber¨¢ndome por ello de mi orgullo intelectual, cuya vanidad mido por la de su objeto, acepto tambi¨¦n subordinar sus pretensiones a las exigencias objetivas de liberaci¨®n de una multitud a la que constantemente se le niegan los medios para tal opci¨®n".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.