Pa¨ªs feliz
El senador y portavoz del PP Pedro Agramunt, como en su misma l¨ªnea el diputado Vicente Mart¨ªnez Pujalte, lleva muchos a?os en el tajo pol¨ªtico y a menudo, por el lastre de los quinquenios acumulados, es dif¨ªcil diferenciar sus reflexiones serias de las meras humoradas. La vida partidaria y los cargos p¨²blicos, en los que ambos han encanecido, no les ha neutralizado, sino todo lo contrario, la retranca ni el gusto por la iron¨ªa, aunque en alguna ocasi¨®n su querencia cachonda pugne con las formas o las disciplinas y entonces se trueque en cinismo. As¨ª, uno de estos d¨ªas pasados el senador se ha salido por buler¨ªas, o tal me parece, y ha declarado que el presidente Rodr¨ªguez Zapatero nos quiere mal a los valencianos con el fin de caerles bien a sus socios de Gobierno, los catalanes.
Entiendo que se trata de uno de esos manifiestos peri¨®dicos que, en Madrid estando, cumple airear venga o no a cuento para dar se?ales de vida ante la clientela de la patria chica y los mandamases populares de turno, muy obstinados ¨²ltimamente en esa imagen de un presidente de Gobierno despegado e incluso hostil a los intereses valencianos. Un simple recurso demag¨®gico que, como tantas otras simplezas, se va abriendo camino entre la feligres¨ªa. Yo no puedo dar fe del amor que nos profesa el titular de La Moncloa, pero si de verdad nos desde?ase tanto ya nos habr¨ªa enviado a Leire Paj¨ªn para optar a la Generalitat y hundirnos para siempre en la miseria. Conf¨ªo en que realmente nos quiera y no confunda con una idea lo que menciono a t¨ªtulo de calamidad.
El reproche del senador no es nuevo, pues da la impresi¨®n de que responde al ¨²ltimo argumentario o campa?a del PP bajo la h¨¦gira -que esto va para largo- de Francisco Camps. Sin embargo, mientras se suceden los cantazos dial¨¦cticos contra el Gobierno socialista, se pasa de puntillas sobre nuestra realidad socioecon¨®mica, con frecuencia incensada como un para¨ªso. Tanto es as¨ª que se han sucedido dos cumbres empresariales -las de Alicante y Pe?¨ªscola- y dir¨ªase que vivimos en el mejor de los mundos cuando resulta obvio, adem¨¢s de constatado, que nuestras rentas familiares y salariales siguen estando por debajo de la media espa?ola. Un 12% seg¨²n el ¨²ltimo an¨¢lisis de regional elaborado por Caja Campo. Y algo semejante puede anotarse acerca de nuestra productividad, en la cola del hit estatal.
No nos incumbe meternos en andanzas macrocon¨®micas, pues a fuer de lerdos nos perder¨ªamos por sus cerros. Pero como cualquier lector, tenemos el cacumen justito para colegir que el meollo de nuestros problemas est¨¢ aqu¨ª, y no en Madrid, y bueno ser¨ªa que ilustres se?or¨ªas, como las arriba anotadas, expertas ambas en alta econom¨ªa, nos diesen su opini¨®n acerca de qu¨¦ nos pasa. Porque algo pasa cuando el grueso de nuestros recursos se viene asignando a un solo apartado: la promoci¨®n inmobiliaria. Un fen¨®meno tan exagerado que ya hay quien da por perdidos o minusv¨¢lidos otros sectores productivos y tradicionales. Y no es extra?o: a fuerza de mermarlos de capital es l¨®gico que languidezcan y se batan en retirada ante el empuje exultante del atob¨®n y el golf. Un sesgo hist¨®rico del que no creo que se pueda responsabilizar al titular de La Moncloa, aunque es probable que alguna responsabilidad incumba a los socialistas del Pa¨ªs Valenciano, tan discretos ellos, tan callados y es posible que prestos a fomentar un modelo que no nos rescata de la mediocridad ni garantiza el futuro. Las culpas, a Zapatero.
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