"Le recuerdo examinando la belleza y la quietud del ruedo"
Llega Lucien Clergue (Arles, 1934), frunce el ce?o y se cruza de brazos para el fot¨®grafo. "Como el gesto que le gustaba a don Pablo", r¨ªe. El fot¨®grafo que comparti¨® la pasi¨®n por los toros con sus amigos Pablo Picasso, a quien retrat¨®, y Jean Cocteau, viaj¨® a M¨¢laga para la inauguraci¨®n de la muestra Picasso. Toros. Clergue ha expuesto su obra en el MOMA y la Witkin Gallery de Nueva York y el ICA de Londres, entre otros lugares, y son numerosos sus libros, fotograf¨ªas, conferencias y filmes sobre el mundo del toreo.
Pregunta. ?Cu¨¢ndo fue su primer encuentro con Picasso?
Respuesta. En 1953 yo era un joven de 19 a?os y ¨¦l un anciano de 72. Despu¨¦s de que le brindaran un toro pregunt¨¦ por ¨¦l, le abord¨¦ y le ense?¨¦ mis fotos. Cuando me dijo que quer¨ªa ver m¨¢s, me consider¨¦ el rey. Era atento y generoso, pero sobre todo humilde. A Picasso le gustaba el ambiente que cre¨¢bamos mientras hac¨ªamos toreo de sal¨®n, pero m¨¢s a¨²n a su hijo Paul, que llegaba con las brillantinas de los trajes de los toreros, pero luego se abr¨ªa la manzanilla y el jam¨®n serrano y ah¨ª nos perd¨ªamos...
P. ?De d¨®nde surgi¨® su afici¨®n por los toros y la fotograf¨ªa?
R. La corrida me fascin¨® como fen¨®meno por culpa de Picasso y sus grabados. Cuando viv¨ªa en el sur de Francia, le gustaba mucho acudir a la plaza de toros romana de Arles y yo era de all¨ª. De todos modos, yo ya ven¨ªa de una familia aficionada, ten¨ªa un t¨ªo vaquero, y a la escuela iba siempre con mi capote bajo el brazo.
P. ?Ten¨ªa Picasso alg¨²n rito especial alrededor de los toros?
R. Le recuerdo la ma?ana antes de la corrida andando por la plaza en silencio, acompa?ado de su peluquero espa?ol, Arias, examinando la belleza y la quietud del ruedo. Le atrapaba esa est¨¦tica tan especial, y a pesar de que las corridas empezaban a las cuatro de la tarde, ¨¦l aguantaba. Fardaba de mirar al sol sin gafas, y ciertamente nunca en su vida le vi con gafas negras, nunca.
P. ?Qu¨¦ le llama m¨¢s la atenci¨®n a la hora de fotografiar el coso?
R. El toro, evidentemente. Sin toro no hay corrida y siempre hay que mirarle antes que al torero, los banderilleros o el p¨²blico. Es como el flamenco, donde primero siempre viene el cante, et dopo la guitarra, por muy luminosos que sean sus acordes.
P. ?Qu¨¦ tal modelo era para ser retratado?
R. Nunca quer¨ªa ser fotografiado mientras trabajaba, pero cuando posaba clavaba su ojo a trav¨¦s de ti y se convert¨ªa en una fuerza invencible. Saqu¨¦ las primeras fotos sin ninguna intenci¨®n, porque yo trabajaba en una factor¨ªa y no era periodista. Al poco tiempo, Picasso me salv¨® la vida durante la feria de Amiens, cuando me mir¨® fijamente a los ojos y me mand¨® al m¨¦dico. No me encontraba mal, pero cuando al d¨ªa siguiente ped¨ª permiso para la visita, acab¨¦ en el hospital operado de peritonitis. Ese tipo era un mago, un hechicero, y encima me mand¨® un cheque con mi sueldo de tres meses.
P. En su obra siempre le han interesado los desnudos.
R. Despu¨¦s de hacer mis primeros desnudos en el mar, acud¨ª en 1956 a ense?¨¢rselos a don Pablo, que estaba sentado en una plaza tomando caf¨¦. Comenz¨® a darme bofetadas y a zarandearme mientras gritaba a los vecinos que mi obra era "grande". Fue fabuloso. Luego me present¨® a Cocteau, quien me escribi¨® una carta en la que dec¨ªa que Picasso hab¨ªa comparado mi mirada con Renoir y Vel¨¢zquez; imag¨ªnese, yo ten¨ªa 22 a?itos...
P. ?Y qu¨¦ fotograf¨ªa hoy?
R. Mi obra ha oscilado siempre entre la muerte, con los toros, y la vida, con los desnudos, pero ahora mi trabajo depende del azar. Acudo a los museos con mi vieja Minolta para fotografiar pinturas cl¨¢sicas sobre carretes con desnudos obtenidos previamente. El resultado es como la ruleta rusa. Nunca sabes qu¨¦ pasar¨¢.
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