Cotorras
Dice el Rig Veda que la inteligencia es la m¨¢s r¨¢pida de las aves. Con esa ave veloz se puede calcular, en un pisp¨¢s, que la cohabitaci¨®n de palomas y cotorras que sucede en los parques de Barcelona nos producir¨¢, tarde o temprano, un susto gen¨¦tico. Las palomas son mayor¨ªa, hay 2.850 ejemplares por kil¨®metro cuadrado, ejemplares de paloma com¨²n o, para ventilar su nombre cient¨ªfico, de Columba livia. Cotorras hay muchas menos, aunque su talento para adaptarse, reproducirse y exhibirse (pues son de un verde euf¨®rico), puede alg¨²n d¨ªa acercarlas a la contundencia poblacional de las palomas.
Las cotorras llegaron importadas de Suram¨¦rica a finales de la d¨¦cada de 1960, y desde entonces han ido escapando de sus jaulas y multiplic¨¢ndose hasta constituir notables manchas verdes en medio del gris de las palomas, ese color que, a juicio del poeta Jaime Gil de Biedma, era el de la ciudad: "Una Barcelona color paloma de cemento". El nombre correcto de estas aves verde euf¨®rico es cotorra argentina o cotorra de pecho gris, o bien, si ventilamos su nombre cient¨ªfico, Myopsitta monachus, una tribu bien distinta de la que puebla los parques de Londres o Palermo, que lleva el nombre de cotorra Kramer y es menos promiscua a la hora de coexistir con las palomas.
Las cotorras se han multiplicado hasta constituir notables manchas verdes en medio del gris de las palomas
En la novela A sangre fr¨ªa, de Truman Capote, Perry, que se ha cargado a varias personas, ve un inmenso p¨¢jaro amarillo con cabeza de loro aleteando obsesivamente en sus sue?os. No descartemos que en el momento en que llegue ese gran susto gen¨¦tico, que inevitablemente va a producirnos la intensa cohabitaci¨®n entre cotorras y palomas, veamos un inmenso p¨¢jaro gris con cabeza de cotorra argentina aleteando obsesivamente encima de nosotros.
Las aves son animales de cuidado, miren ustedes, hace unos d¨ªas el diario ingl¨¦s The Guardian public¨® una noticia que resumir¨¦ a continuaci¨®n:
El doctor Kees Moeliker fue testigo, y adem¨¢s document¨® fotogr¨¢ficamente lo que vio, del primer acto de necrofilia perpetrado por un pato, es decir, que vio y fotografi¨® a un pato que se refocilaba con el cuerpo muerto de su semejante. Estaba el doctor Moeliker en su oficina del natturmuseum de Rotterdam, cuando un pato, en pleno vuelo, choc¨® contra el vidrio de su ventana e inmediatamente despu¨¦s cay¨® muerto al patio. El doctor cogi¨® su c¨¢mara y baj¨® los tres pisos que lo separaban del patio con la idea de documentar los pormenores de la muerte s¨²bita de ese animal, pero cuando lleg¨®, el cuerpo inm¨®vil ya ten¨ªa un pato vivo encima. Lo que sucedi¨® despu¨¦s est¨¢ consignado en un informe de t¨ªtulo Primer caso de necrofilia homosexual (se me hab¨ªa olvidado puntualizar este detalle) en el Anas Platyrhynchos, de donde copio, tembloroso, este pasaje: "En un periodo de 75 minutos hice varias fotograf¨ªas del pato copulando casi continuamente con su cong¨¦nere muerto. Lo desmont¨® nada m¨¢s dos veces y en ambas ocasiones permaneci¨® junto al cadaver pic¨¢ndole el cuello y la cabeza y luego volvi¨® a montarlo. El primer break dur¨® tres minutos y el segundo, menos de uno. A las 19.12 horas interrump¨ª las acciones. El pato necr¨®filo se negaba a dejar a su pareja y s¨®lo cuando me aproxim¨¦ mucho lo desmont¨® y permaneci¨® ah¨ª junto emitiendo una serie de notas raeb-raeb. Met¨ª al pato muerto en uno de los congeladores del museo. Cuando abandon¨¦ el edificio a las 19.25 horas, el pato necr¨®filo segu¨ªa ah¨ª emitiendo sus notas raeb-raeb".
Las notas raeb-raeb son, de acuerdo con la teor¨ªa del cient¨ªfico Lorentz, que data de 1953, el c¨®digo con el que los patos, necr¨®filos o no, se comunican. Por si acaso, amables lectores, en cuanto oigan unas notas raeb-raeb, corran, pero por favor f¨ªjense que delante no haya un vidrio.
La teor¨ªa del doctor Moeliker, la misma que apunta en su tenebroso informe, es que el pato que se estrell¨® contra su ventana ven¨ªa huyendo del rape flight (violaci¨®n en pleno vuelo) que quer¨ªa aplicarle el necr¨®filo. "Cuando uno muri¨® el otro se aproxim¨® e hizo lo que hizo al no sentir ninguna retroalimentaci¨®n negativa; bueno, en realidad no hubo ning¨²n tipo de retroalimentaci¨®n", declar¨® socarr¨®n Moeliker a este diario ingl¨¦s. Ah¨ª tienen ustedes el reverso de las f¨¢bulas de animalitos, el lado oscuro del cuento del patito feo y salaz.
Lo cierto es que de la cohabitaci¨®n de nuestras palomas con las cotorritas verde euf¨®rico no hay documentos de ese calibre; sin embargo, no deja de ser notable que ni luganos, ni verdecillos, ni verderones serranos, ni piquituertos, ni carboneros comunes, convivan con otras especies de la forma excesiva y confianzuda con que lo hacen las cotorras y las palomas en los parques de Barcelona. Para redondear el perfil de esta ave promiscua, hay que advertir de su vena depredadora y gamberra que las ha llevado, entre otras cosas, a acabar con las peras, los higos y las ciruelas que hab¨ªa en el huerto del monasterio de Sarri¨¤.
En fin, a¨²n no ha llegado el momento del susto gen¨¦tico, pero tampoco sobra estar pendientes, voltear al cielo de vez en cuando por si aparece el p¨¢jaro gris con cabeza de cotorra y, sobre todo, aguzar el o¨ªdo, no sea que venga emitiendo afiebradas notas raeb-raeb. Y desde luego habr¨¢ que ir buscando un nombre para definirlo, algo como palorra o cotoloma, ya veremos.
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