Liberaci¨®n del anonimato
Si en algo nuestra cultura es como perla es por su empe?o en recubrir con capas cada vez m¨¢s deslumbrantes el cuerpo extra?o que m¨¢s tenazmente la irrita: el anonimato. Individualista hasta la m¨¦dula y entregada definitivamente al culto de las celebridades medi¨¢ticas, nuestra cultura no logra sin embargo librarse del espectral que es el anonimato. El resplandor cat¨®dico de las estrellas nos ilumina cada vez con m¨¢s fuerza pero a costa de intensificar todav¨ªa m¨¢s la oscuridad que anula el nombre, el rostro y el resto de las se?as de identidad que nos individualizan. Ni siquiera el programa de Gran Hermano, pensado como un medio de promoci¨®n al estrellato fugaz de gente igual de com¨²n y corriente que cualquiera de nosotros, ha conseguido remediar esta hiriente paradoja. Los don nadie puestos delante de las c¨¢maras dejan de serlo, convertidos de repente en celebridades sobre cuyos vicios e hipot¨¦ticas virtudes discuten inclusive comit¨¦s de sabios. De all¨ª que valga la pena celebrar que el azar haya permitido la realizaci¨®n simult¨¢nea en Madrid de las exposiciones individuales de Gabriele Basilico y de Massimo Vitali, dos artistas italianos de la fotograf¨ªa. Las diferencias tanto de edad como de formaci¨®n y de curr¨ªculo que median entre ambos son notables. Pero lo que la obra de ambos tiene ahora de com¨²n es su apuesta por representar el anonimato liber¨¢ndolo de su relaci¨®n neur¨®tica con el estrellato.
El anonimato del que se ocu-
pa Gabriele Basilico es el de la gran ciudad: ese cuerpo polimorfo, esa aglomeraci¨®n edilicia sin apenas se?as de identidad que habitualmente queda en penumbra por de las poderosas campa?as de mercadotecnia que convierten a cada ciudad en un deslumbrante logo. O en un estereotipo mercantil y tur¨ªstico trufado de calles, plazas y edificios emblem¨¢ticos. Las fotos que expone Basilico son todas de ciudades como Mil¨¢n, Madrid, N¨¢poles, Par¨ªs o Buenos Aires, pero en ninguna de ellas aparecen ni los monumentos ni de los hitos que permiten identificarlas.
La apuesta de Vitali no es por la imagen de la ciudad sino por la de su gente. Cuando en sus fotos aparecen escenarios urbanos, ¨¦stos son perfectamente identificables, como pueden serlo la plaza del Duomo en Florencia o la catedral de Mil¨¢n. Lo importante para ¨¦l son las multitudes que las asedian. Y escribo multitud con toda deliberaci¨®n porque pienso que las fotograf¨ªas de Vitali no documentan la emergencia de las masas urbanas, tal y como lo hizo una larga tradici¨®n moderna desde Dziga Vertov hasta Imogen Cunnigham, sino que ofrece una imagen posible de la multitudo. O sea de esa nueva figura de la subjetividad contempor¨¢nea sobre la que tanto y tan convincentemente ha escrito Toni Negri. Y que consiste en la agrupaci¨®n fluida de quienes construyen su subjetividad en una relaci¨®n placentera con el anonimato.
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