Catalu?a abierta al mar
En uno de sus primeros y m¨¢s bellos libros, Italo Calvino narra la transformaci¨®n urban¨ªstica de su Riviera natal, en la Italia de la posguerra. As¨ª, cuenta c¨®mo, en aquellos a?os, el placer de reencontrarse con el paisaje conocido -"el muro, la higuera, la noria, el perro, la escollera"- fue vi¨¦ndose progresivamente sustituido por su desaz¨®n al constatar que "la fiebre del cemento se hab¨ªa apoderado de la Riviera". La narraci¨®n se titula, significativamente, La speculazione edilizia.
El ciudadano que a lo largo de las ¨²ltimas tres d¨¦cadas haya frecuentado la costa catalana puede haber experimentado sentimientos similares a los del gran novelista italiano. En efecto, nuestros paisajes litorales contienen valores extraordinarios de orden patrimonial, ambiental y econ¨®mico. Valores que han contribuido en buena medida a configurar nuestra identidad cultural colectiva, de los que depende la sostenibilidad de nuestro entorno y en los que se basa una parte sustancial de nuestra actividad econ¨®mica. Sin embargo, en las ¨²ltimas d¨¦cadas, el proceso urbanizador ha transformado de manera tan notable nuestras costas que algunos de estos valores pueden verse en peligro.
El Plan del Sistema Costero es el ejercicio urban¨ªstico m¨¢s ambicioso emprendido en Catalu?a desde 1976
En efecto, hoy casi la mitad del litoral catal¨¢n se encuentra ya urbanizado. Y el proceso constructivo, lejos de remitir, tiende a¨²n a incrementarse. En la Costa Brava -seg¨²n estudios de la Unidad de Geograf¨ªa de la Universidad de Girona- la urbanizaci¨®n ha avanzado entre 1974 y 1993 a raz¨®n de cerca de una hect¨¢rea al d¨ªa. En el Camp de Tarragona, la transformaci¨®n de suelo urbanizable en urbano -seg¨²n la estimaci¨®n de los profesores Josep Oliveras y Francesc Gonz¨¢lez- ha sido de tres hect¨¢reas al d¨ªa en la d¨¦cada que va desde 1991 hasta 2001. Y esto por no hablar de la regi¨®n metropolitana, donde en sectores muy extensos de la fachada litoral amenaza con consolidarse un proceso urbanizador ininterrumpido.
El fen¨®meno responde, desde luego, a la tendencia general a la dispersi¨®n de la urbanizaci¨®n sobre el territorio. Pero en los espacios costeros, esta tendencia se ha visto reforzada por la estrecha vinculaci¨®n de la actividad tur¨ªstica con el desarrollo inmobiliario y, en particular, por la extensi¨®n de la segunda residencia. As¨ª, si en los ¨²ltimos 15 a?os la poblaci¨®n del Empord¨¤ ha aumentado en 45.000 habitantes, su parque inmobiliario se ha expandido en 47.000 viviendas. Dicho de otro modo: por cada nuevo residente habitual se ha construido una nueva vivienda. Los datos del Camp de Tarragona son pr¨¢cticamente id¨¦nticos.
Hace ya a?os que los expertos advierten de los riesgos ambientales, funcionales y econ¨®micos de esta evoluci¨®n, en particular por lo que se refiere a la salud de nuestro sector tur¨ªstico. El turismo, vienen a decir, descansa sobre la existencia de un recurso b¨¢sico -el paisaje-, y si, en su evoluci¨®n, llega a hipotecar este recurso, el sector entero podr¨ªa verse abocado al destino de las actividades mineras cuando haya acabado con los filones subterr¨¢neos que las sustentan: la decadencia y el abandono.
Afortunadamente, nos encontramos todav¨ªa lejos de estos escenarios agoreros. Pero hay que actuar y hay que hacerlo con decisi¨®n y presteza. Ser¨ªa de necios poner en duda los m¨²ltiples beneficios que se derivan del desarrollo del sector inmobiliario, pero hay que ordenar su asentamiento sobre el territorio de forma que no pongamos en riesgo recursos que son esenciales para el desarrollo de nuestra econom¨ªa, la conservaci¨®n del patrimonio y el bienestar de la sociedad.
A esta voluntad responde, precisamente, el Plan Director Urban¨ªstico del Sistema Costero catal¨¢n que el consejero de Pol¨ªtica Territorial y Obras P¨²blicas, Joaquim Nadal, aprob¨® hace unas semanas, inicialmente con el respaldo un¨¢nime de la Comisi¨®n de Urbanismo de Catalu?a.
El plan tiene como objetivo b¨¢sico preservar del proceso edificador
los espacios litorales que, sin disponer de ninguna figura espec¨ªfica de protecci¨®n, se encuentran a¨²n libres de urbanizaci¨®n.
Para ello se establece que la pr¨¢ctica totalidad del suelo calificado hoy como no urbanizable o urbanizable no delimitado quedar¨¢ preservado indefinidamente del proceso urbanizador. Se protegen as¨ª 24.500 hect¨¢reas a lo largo de la l¨ªnea costera (es decir, una superficie equivalente a m¨¢s de 2,5 veces la superficie del t¨¦rmino de Barcelona). Adem¨¢s se prev¨¦ la creaci¨®n de un fondo financiero especial, a disposici¨®n de los ayuntamientos, para la gesti¨®n de estos ¨¢mbitos.
La intervenci¨®n afecta, en primer lugar, a los 500 primeros metros respecto a la l¨ªnea de costa, pero en la pr¨¢ctica totalidad de los sectores la reserva se adentra decididamente hacia el interior. Se consigue as¨ª asegurar la conexi¨®n entre los espacios protegidos (como entre l'Albera y el Cap de Creus), abrir al mar los ¨¢mbitos del Plan de Espacios de Inter¨¦s Natural (en les Gavarres o en Tivissa), evitar la conurbaci¨®n de los pueblos (en el Maresme) y garantizar la no urbanizaci¨®n de las desembocaduras fluviales (en la Tordera, el Gai¨¤ o la Riera de la Bisbal).
Al mismo tiempo, se ha resuelto iniciar un estudio espec¨ªfico para los ¨¢mbitos que, a¨²n disponiendo de la categor¨ªa de suelo urbanizable, no han desarrollado su planeamiento parcial, y para ello se ha procedido a la consiguiente suspensi¨®n de licencias en estos ¨¢mbitos. Con esta iniciativa se quiere analizar la posibilidad de evitar tambi¨¦n su incorporaci¨®n al proceso edificador, ahorrar el consiguiente impacto paisaj¨ªstico y dar respuesta a la voluntad de preservaci¨®n expresada desde muy distintos sectores.
En conjunto, la elaboraci¨®n del Plan del Sistema Costero es el ejercicio de planeamiento urban¨ªstico supramunicipal m¨¢s ambicioso emprendido en Catalu?a desde la aprobaci¨®n del Plan General Metropolitano en 1976.
Oriol Nel.lo es secretario de Planificaci¨®n Territorial de la Generalitat.
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