Fragilidad humana
El zoo de cristal es la traducci¨®n cl¨¢sica y adecuada de esta vieja obra (sesenta a?os de ¨¦xito en todo el mundo), The glass menagerie, y all¨ª est¨¢n en escena los fr¨¢giles animalillos que cuida Laura. Menagerie tiene m¨¢s significados en ingl¨¦s: un grupo de personas, lo que puebla una casa, personas y cosas (menaje, en espa?ol); este peque?o grupo de tres personajes, madre, hermana y hermano, abandonados por el padre, son tambi¨¦n cristalinos, fr¨¢giles, que se rompen con facilidad.
La primera creaci¨®n fue un cuento del autor que se llam¨® Muchacha ante un espejo, con esa facilidad para pensar que la verdadera muchacha es la del cristal azogado. En Espa?a se ha representado varias veces. Siempre ha gustado, y gusta en las actuales representaciones del Centro Cultural de la Villa de Madrid.
El zoo de cristal
De Tennessee Williams (1944), traducci¨®n de Le¨®n Mirlas. Int¨¦rpretes: Luis Tosar, Cristina Rota, Mar¨ªa Botto, Juan Carlos Vellido. Escenograf¨ªa y vestuario: Ana Garay. Iluminaci¨®n: Felipe Ramos. M¨²sica: Mariano Mart¨ªn. Director: Agust¨ªn Alezzo. Centro Cultural de la Villa de Madrid.
Hay razones para ello. Muchos recuerdan una madre pesada, dominante, equivocada y entra?able, adorada. ?sta es Cristina Rota: madre y padre al mismo tiempo, como tantas de nuestra ¨¦poca, creyendo todav¨ªa que se puede educar de dos maneras distintas -masculina y femenina-, equivoc¨¢ndose, superprotectora... ?ste es el personaje que ense?a, m¨¢s que interpreta, la excelente actriz Cristina Rota; y quien la soporta con amor y desesperaci¨®n es su hija, en la vida y en esta obra: Mar¨ªa Botto -papel, Laura-, a la que se debe la que a m¨ª me pareci¨® la mejor escena, el largo encuentro a solas con un gal¨¢n que le lleva su hermano y al que la madre hace una acogida m¨¢s bien grotesca. La enorme delicadeza del personaje, y la interpretaci¨®n justa y emotiva de Juan Carlos Vellido, van revelando a la muchacha oculta que sale bajo su timidez, bajo su defecto f¨ªsico; va haci¨¦ndose ella una ilusi¨®n en medio de un vals que bailan, pese a su cojera; y esa ilusi¨®n se pierde definitivamente porque el gal¨¢n no puede ser tal porque est¨¢ casado. Cierto que hay una trampa: ser¨ªa l¨®gico que lo supieran todos desde antes, y en alg¨²n di¨¢logo surgiera la voz del cr¨ªtico imaginario que todos los autores llevan dentro y que salta en sus trampas: como no lo dijo antes, como su amigo y compa?ero de trabajo no lo sab¨ªa, etc¨¦tera.
Es ah¨ª donde llega el amargo final de la obra: el hermano -Luis Tosar-, que es al mismo tiempo personaje y narrador, lo cierra todo. Por encima de la historieta est¨¢ la nostalgia: por el viejo Sur, al que a veces se dedica un brindis -"por el Sur de ayer"-, por un tiempo que ya no era as¨ª cuando se estren¨® la obra; el traje de la vieja dama, el que coloca a su hija para recibir, son jirones de biograf¨ªas anteriores. ?stas se rompen, y los sentimentales nos inclinamos a suponer que la muchacha, despu¨¦s del primer beso y el primer baile, despu¨¦s de la lecci¨®n de amor, tendr¨¢ m¨¢s suerte y entrar¨¢, por fin, en esa parte de la vida con la que sue?a. Y, por cierto, no demasiado feliz tampoco, si nos atenemos a las otras obras de Tennessee Williams, escritas, como ¨¦sta, con gran prosa de di¨¢logo.
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