Aquella ansiada Rep¨²blica
No deben caber muchas dudas sobre la afirmaci¨®n de que, a lo largo de nuestra historia pol¨ªtica, tan cuajada de vaivenes y bandazos y tan carente de un temprano y s¨®lido consenso que permitiera nuestro acceso a un estable y perdurable r¨¦gimen de modernidad y libertades, habr¨¢n sido numerosas las ocasiones en que quiz¨¢s cada generaci¨®n haya tenido su fecha memorable. Ser¨ªa largo el recorrido desde los constituyentes que en C¨¢diz partean nuestra primera Constituci¨®n de 1812, tan llena de ilusiones prontamente yuguladas por el odioso Fernando VII, hasta nuestros d¨ªas. Sin embargo, me atrevo a afirmar que ninguna de esas muchas fechas ha sumado tantas esperanzas como aquel 14 de abril de 1931. Hab¨ªa terminado la gran farsa de la Restauraci¨®n, v¨ªctima de su propia defunci¨®n en manos del caciquismo, la descomposici¨®n de sus remedos de partidos y el constante "borboneo" de Alfonso XIII. Se hab¨ªa disuelto, igualmente, la intelectual apelaci¨®n al "cirujano de hierro" de inmediato traducida en la dictadura de Primo de Rivera. Y, por supuesto, fracasos hab¨ªan constituido otros intentos posteriores de volver a la Constituci¨®n de 1876.
Por el advenimiento de una Rep¨²blica "salvadora" hac¨ªa tiempo que ven¨ªan apostando, predicando o luchando los intelectuales integrados en la Agrupaci¨®n al Servicio de la Rep¨²blica; la clase trabajadora, cada vez m¨¢s pujante en las filas de la UGT (de orientaci¨®n socialista) y la CNT (de inspiraci¨®n anarquista); los restos de los partidos liberal y dem¨®crata; los grupos y personas que hab¨ªan dado vida a la Coalici¨®n Republicano-Socialista; el PSOE como partido m¨¢s antiguo y mejor organizado; los posteriores partidos nacidos precisamente para actuar en pro de la "tra¨ªda de la Rep¨²blica" y hasta buena parte de los mismos mon¨¢rquicos que nunca perdonaron al rey Alfonso XIII que hubiera consentido y apoyado la dictadura de Primo (Alcal¨¢ Zamora o Maura, por ejemplo). Una Espa?a pobre, escindida y lastrada por mil problemas no vislumbra m¨¢s soluci¨®n que una Rep¨²blica. As¨ª lo manifiesta en las elecciones municipales del 12 de enero y as¨ª lo celebra con inusitado entusiasmo dos d¨ªas m¨¢s tarde. Alfonso sale de Espa?a y los firmantes del Pacto de San Sebasti¨¢n pasan de la c¨¢rcel a convertirse en el Gobierno Provisional republicano. Se dice que sin mediar una sola gota de sangre. Para la historia de Espa?a y de gran parte del mundo se ha dado la gran lecci¨®n. Y comienza la vida y la historia de un r¨¦gimen que, en palabras de uno de sus cualificados protagonistas, Jim¨¦nez de As¨²a, ten¨ªa que haber llegado "para mudarlo todo". Quiz¨¢ en el sentido de esta afirmaci¨®n se escond¨ªa tambi¨¦n la primera causa de su fracaso: ?mudarlo todo? ?Y por obra de la ley?
Y empieza la extensa obra de cambiar las cosas. Y de remediar males heredados, a veces, creados otras por el mismo r¨¦gimen. A estas alturas, una obra suficientemente analizada por espa?oles e hispanistas. Con el trasfondo de un florecimiento intelectual, cultural y art¨ªstico hasta entonces no conocido y que, por desgracia, acaso tuvo que producir sus mejores frutos ya en el exilio, y con la crisis econ¨®mica mundial sobre sus espaldas, la Rep¨²blica realiza una reforma agraria que fue luego destrozada en su segundo bienio (Partido Radical y CEDA) con un engendro cuyas primeras cr¨ªticas partieron de Jos¨¦ Antonio Primo de Rivera. Una reforma militar bien planteada en su inicio (disminuci¨®n de personal sobrante e incremento de material moderno) pero hiriente cuando su autor, Manuel Aza?a, la defiende en las Cortes congratul¨¢ndose de "haber destrozado" al Ej¨¦rcito al que nunca entendi¨® que tambi¨¦n era el Ej¨¦rcito de Espa?a. Una pol¨ªtica auton¨®mica que cuaja en la concesi¨®n del primer Estatuto para Catalu?a y, ya en d¨ªas de guerra, de otro para el Pa¨ªs Vasco y todo ello mediante un proceso dise?ado en la Constituci¨®n a mi entender de forma mucho m¨¢s cautelosa que en la actualidad: la autonom¨ªa ven¨ªa a ser la excepci¨®n bien controlada por las Cortes soberanas y con clara delimitaci¨®n de competencias. Una necesaria reforma contra el caciquismo en el campo que propician tanto la Ley de t¨¦rminos municipales como la creaci¨®n de Jurados Mixtos, obras del que a la saz¨®n, en el primer bienio, fuera buen ministro de Trabajo, Largo Caballero. Y, en fin, una pol¨ªtica religiosa claramente da?ina para la Iglesia cat¨®lica, con errores de bulto y manifiesto enfrentamiento con la ciudadan¨ªa, nada escasa por cierto, de dicho credo. El mismo Aza?a confesar¨ªa m¨¢s tarde, en sus Memorias, el error de esta pol¨ªtica, protagonizada sobre todo por el trasnochado Partido Radical-Socialista. Va de suyo que toda esta empresa reformista sufri¨® luego los posteriores vaivenes de una derecha que la dej¨® en nada y de un Frente Popular que la repuso y aument¨® con creces.
Cuando muchos a?os despu¨¦s hay que reflexionar por el fracaso republicano tras aludir a su importante labor y preguntarse por su desdichado final hay que hacer una clar¨ªsima distinci¨®n. La segunda Rep¨²blica muere o "es muerta" por obra del alzamiento que se origina el 18 de julio de 1936 y su derrota en la espantosa guerra civil que entonces se origina. De eso no caben dudas. Pero no es menos cierto que, antes de llegar esa fecha, hay varias causas que est¨¢n poniendo muy en serio el desarrollo pac¨ªfico de aquel ilusionante 14 de abril. Como fruto ¨²nicamente de un profundo estudio objetivo de muchos a?os, creo que los factores de la crisis republicana pueden sintetizarse de esta forma:
a) La elaboraci¨®n de la Constituci¨®n de 1931 que, con algunos logros como la creaci¨®n de un Tribunal de Garant¨ªas Constitucionales (precedente inmediato de nuestro Tribunal Constitucional), no resulta en absoluto una Constituci¨®n ni moderna, por el nocivo gobierno de asamblea que dise?a (Europa va ya entonces por otros caminos), ni integradora por incluir en su articulado y con minuciosa redacci¨®n algo que nunca debi¨® estar en su seno si de verdad se pretend¨ªa integrar: las medidas de su nefasta pol¨ªtica religiosa. Desde su aprobaci¨®n se daba pie a la peligrosa afirmaci¨®n de muchos de que aquella no pod¨ªa "ser nuestra Constituci¨®n". Ah¨ª estuvo la raz¨®n de ser de la CEDA. Defender a la Iglesia o discrepar de la absurda disoluci¨®n de la Compa?¨ªa de Jes¨²s ven¨ªa a significar, nada m¨¢s y nada menos, que oponerse a la Constituci¨®n.
b) La existencia de un sistema de partidos que, adem¨¢s de su debilidad (salvo en el caso del PSOE), quedar¨ªa cient¨ªficamente definido como de "pluralipartidismo extremo y fuertemente polarizado". Es decir, demasiados partidos en concurrencia que dificultaron notablemente el juego parlamentario y la estabilidad gubernamental, por un lado. Y, por otro, existencia de partidos fuertemente ideologizados y fuertemente opuestos, sobre todo, en funci¨®n y por obra del cleavage religioso. Son partidos- lema de la "accidentalidad de las formas de gobierno" (daba igual Rep¨²blica que Monarqu¨ªa) y, en el otro extremo, el Partido Radical-Socialista, como aut¨¦ntica fuerza "comecuras". A ello se uni¨® pronto la existencia y tolerancia de partidos claramente anti-sistema. Todo esto empa?¨® notablemente la vida de un r¨¦gimen que, por esta raz¨®n, tuvo desde el principio muchos, demasiados frentes que atender.
c) La debilidad del consenso republicano. Desde el principio y hasta el tr¨¢gico final (es algo que perdura incluso durante la guerra y que, en no escasa parte, colabor¨® en su final). Nunca se estuvo plenamente de acuerdo sobre la clase de Rep¨²blica que se quer¨ªa. ?Rep¨²blica unitaria o Rep¨²blica federal? ?Rep¨²blica democr¨¢tica, a secas, o Rep¨²blica de trabajadores? ?Simple declaraci¨®n de Estado laico o constitucionalizaci¨®n de la pol¨ªtica religiosa? El resultado no se hizo esperar. Superar la Rep¨²blica, superar aquella forma de Rep¨²blica, vino a ser pronto el objetivo de parte de la derecha y de parte de la izquierda. Para unos (liberales, burgueses, intelectuales) se hab¨ªa ido demasiado lejos: "No es esto, no es esto", clam¨® pronto la voz de Ortega o la oposici¨®n de Unamuno (por cierto, nada menos que Ciudadano de Honor de la Rep¨²blica y m¨¢s tarde, ya en el 3 de julio de 1936, advirtiendo con una sentencia que me parece v¨¢lida para entonces y para luego: "Cada vez que oigo que hay que republicanizar algo me pongo a temblar, esperando alguna estupidez inmensa (...) aut¨¦ntica, esencial y sustancial y posterior al 14 de abril"). Y para otros (obreros, anarquistas y, al final, parte del mismo PSOE encabezada ahora por el mism¨ªsimo Largo Caballero), todo se hab¨ªa quedado demasiado corto, en una Rep¨²blica burguesa y no representativa de sus intereses. Con un Aza?a al que el r¨¦gimen se le fue de las manos y pronto, de forma absolutamente voluntaria, se convirti¨® en el solitario de La Pobreta. Y es que ya hab¨ªan aparecido aquellos para quienes lo de "superar" significaba sencillamente destruir lo existente y crear un "nuevo Estado". Era el tr¨¢gico aviso de un no menos tr¨¢fico final.
Manuel Ram¨ªrez es catedr¨¢tico de Derecho Pol¨ªtico de la Universidad de Zaragoza.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.