Un cambio en Euskadi
Lo que son las cosas. Hace apenas 15 d¨ªas, alguna afilada pluma del articulismo local acusaba de connivencia con el terrorismo a quienes nos hab¨ªamos mostrado cr¨ªticos ante la prohibici¨®n de las candidaturas de Aukera Guztiak, juzgaba incomprensible el nutrido rechazo que suscita en Catalu?a la Ley de Partidos Pol¨ªticos de 2002 y atribu¨ªa tales herej¨ªas a los nefandos efectos del nacionalismo catal¨¢n, el cual, a fuer de nacionalista, nos obligar¨ªa a dar por bueno todo cuanto hace o dice el a¨²n m¨¢s nefando nacionalismo vasco. Pues bien, a pocas horas del cierre de la campa?a electoral en Euskadi, son el presidente del Gobierno espa?ol, la Fiscal¨ªa General del Estado, la polic¨ªa, la Guardia Civil, el Tribunal Supremo, el Constitucional y hasta el Centro Nacional de Inteligencia quienes parecen acomodados a la idea de que Euskal Herrialdeen Alderdi Komunista (EHAK), el Partido Comunista de las Tierras Vascas (PCTV), concurra a las urnas, recoja votos que fueron de la ilegalizada Batasuna y obtenga representaci¨®n institucional.
?Qu¨¦ ha pasado? ?Acaso los se?ores Rodr¨ªguez Zapatero y Conde-Pumpido, las Fuerzas de Seguridad del Estado, los servicios de espionaje y las m¨¢s altas instancias judiciales se han convertido de pronto en c¨®mplices del terrorismo? ?Tal vez todos ellos han sido enga?ados por la proverbial y perversa astucia del nacionalismo? Porque -perm¨ªtanme recordarlo-, si la raz¨®n pol¨ªtica mayor para excluir a Aukera Guztiak de la carrera electoral fue que no abominaba de ETA con suficiente contundencia, el posicionamiento de EHAK con respecto a la banda terrorista es del mismo tenor literal: la condena gen¨¦rica de cualquier violaci¨®n de los derechos humanos, sin m¨¢s precisiones.
Desde luego, la hip¨®tesis maquiav¨¦lica del c¨¢lculo electoral no puede descartarse del todo: siendo evidente que la probable obtenci¨®n de algunos esca?os por parte del PCTV alejar¨¢ a Juan Jos¨¦ Ibarretxe de la mayor¨ªa absoluta y le complicar¨¢ la geometr¨ªa parlamentaria para el cuatrienio 2005- 2009, el Gobierno socialista de Madrid no ser¨ªa humano si no hubiese experimentado la tentaci¨®n de poner bastones en las ruedas de un lehendakari que encarna hoy el mayor reto pol¨ªtico a la vigente concepci¨®n de Espa?a. De todos modos, me parece m¨¢s atendible otra interpretaci¨®n del caso: lo sucedido muestra los l¨ªmites de la Ley de Partidos de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, y empuja al PSOE a emanciparse definitivamente de la pol¨ªtica vasca del Partido Popular. Ve¨¢moslo.
Cuando la vigente Ley de Partidos Pol¨ªticos fue aprobada, el PP de Aznar se hallaba en el cenit de su mayor¨ªa absoluta, de su prepotencia y de su cruzada contra el nacionalismo vasco, mientras que un PSOE acomplejado, de liderazgo tierno y fr¨¢gil, con remotas perspectivas de victoria, quer¨ªa ganar respetabilidad y tiempo poni¨¦ndose a la vera del Gobierno en las grandes "pol¨ªticas de Estado", muy especialmente en el apartado antiterrorista. S¨®lo dentro de tal contexto se entiende la urgencia de hacer en 2002 lo que no se hab¨ªa hecho en 24 a?os de democracia, lo que no hab¨ªan juzgado necesario ni Adolfo Su¨¢rez, ni Leopoldo Calvo-Sotelo, ni Felipe Gonz¨¢lez: legislar en un sentido restrictivo y limitador del art¨ªculo 6 de la Constituci¨®n, aquel que establece la libre creaci¨®n y funcionamiento de los partidos como instrumento fundamental que son para la participaci¨®n pol¨ªtica.
La argumentaci¨®n que la derecha entonces gobernante impuso -algunos dirigentes de Converg¨¨ncia podr¨ªan dar fe de hasta qu¨¦ extremo la impuso- era la identidad, la equivalencia entre ETA y Batasuna como motivo para ilegalizar a esta ¨²ltima y a cualquier otro grupo o candidatura que supusiera continuidad org¨¢nica o de prop¨®sitos con ella. Subyac¨ªa bajo ese enunciado el prop¨®sito de invalidar, de neutralizar pol¨ªticamente a una porci¨®n del electorado vasco que, nos guste o no, viene suponiendo entre el 10% y el 18% de los votantes. Y es ah¨ª donde el mecanismo legal ideado por Aznar ha empezado a embotarse.
Porque, en efecto, ?cu¨¢l es la causa de nulidad de una candidatura en el Pa¨ªs Vasco? ?Que sea una creaci¨®n de Batasuna, o que trate de ocupar el espacio y atraer a los votantes de Batasuna? Lo primero ser¨ªa f¨¢cil de probar ante un tribunal..., siempre que los dirigentes de la "izquierda abertzale" fuesen est¨²pidos; pero no lo son, y de ah¨ª las objeciones que puso el Tribunal Constitucional antes de ilegalizar a Aukera Guztiak. Ahora bien, si lo que hay que perseguir es lo segundo, entonces el sistema democr¨¢tico se ver¨¢ obligado a entrar en una cacer¨ªa paranoica de listas blancas, a sospechar de cualquier sigla inusual o rara, a escrutar cada cartel, cada logotipo, cada consigna, cada nombre: un escenario orwelliano. Aquello que el PP ha exigido estos d¨ªas -la ausencia de EHAK del futuro Parlamento de Vitoria- requerir¨ªa otra ley: una que privase de sus derechos pol¨ªticos a los 150.000 votantes asiduos de Batasuna. Y eso ser¨ªa poner el Estado al nivel de ETA, que intenta algo parecido por la amenaza y el miedo.
Cabe, pues, la posibilidad de que las elecciones del pr¨®ximo domingo marquen un cierto punto de inflexi¨®n para Euskadi y para Espa?a. Que sellen el fracaso de la estridencia espa?olista de la que Mar¨ªa San Gil ha sido la variante risue?a y pizpireta. Que fortalezcan la tercera v¨ªa representada por Patxi L¨®pez. Que supongan el entierro definitivo del binomio constitucionalistas-nacionalistas y su sustituci¨®n por una pol¨ªtica de geometr¨ªas menos r¨ªgidas. Que ratifiquen -si tal es la voluntad de los ciudadanos- la demanda de m¨¢s autogobierno. Y que, con ETA en su nadir, abran el camino a la paz.
Joan B. Culla i Clar¨¤ es historiador.
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