Raro, raro, raro...

Ya es raro que el primer toro acabara con los dos pitones escobillados antes de entrar al caballo. Pero no fue el ¨²nico; tambi¨¦n el sexto luci¨® flores en la cabeza.

Pero m¨¢s rara fue la actitud de los toreros ante una corrida de categor¨ªa, de toros c¨®modos de pitones, nobil¨ªsimos y de largo recorrido. Temerosos, sin sitio, impotentes... Tres pegapases insulsos, sin recursos ni ideas, agobiados, ventajistas, conformistas e inseguros.

C¨¦sar Rinc¨®n se mostr¨® torpe e incapaz, a pesar de que el segundo lo brind¨® a la concurrencia y se esforz¨® en recuperar un sitio que parece tener perdido. Se mostr¨® como un torero ab¨²lico, sin ilusi¨®n, con una actitud de resignaci¨®n impropia de su categor¨ªa. Extenuado lleg¨® su primero a la muleta, y Rinc¨®n lo pas¨®, que no tore¨®, despegado y mal colocado. Una tanda de redondos largos y ligados fue lo ¨²nico destacable en el cuarto, con el que tard¨® un mundo en acoplarse. Todo qued¨®, al final, en un quiero y no puedo decepcionante.

De Conde habr¨ªa que decir que no le lleg¨® la inspiraci¨®n, que es la mejor excusa de los mal llamados artistas. Pues antes que la inspiraci¨®n est¨¢ la verg¨¹enza torera. Mal sin paliativos, no quiso o no pudo ver a ninguno de los suyos.

Desangelado e indeciso tambi¨¦n Rivera en su primero. En el ¨²ltimo lleg¨® el triunfalismo de un p¨²blico feriante y un presidente incompetente que se rindieron ante un torero que estuvo muy por debajo de la extraordinaria casta y nobleza del toro Virtuoso -fijo en los caballos, al galope en banderillas y recorrido en la muleta-. Rivera hizo una faena de intermitencias, acelerada, despegada, con abuso del pico y escaso temple.

Fue, eso s¨ª, la tarde de los banderilleros: saludaron Paco Pe?a, ?scar Reyes -¨¦ste en dos toros-, Paco Arijo, Joselito Guti¨¦rrez y Juan Garc¨ªa.

Rivera sali¨® a hombros. Qui¨¦n te ha visto y qui¨¦n te ve, Maestranza. Raro, raro, raro...