El cardenal Tettamanzi se perfila como candidato de consenso frente a Ratzinger
El arzobispo de Mil¨¢n goza de las simpat¨ªas del 'bloque renovador' y del 'dogm¨¢tico'
El primero, Joseph Ratzinger. El segundo, Dionigi Tettamanzi. Despu¨¦s, los otros. ?ste es el orden de posibilidades que parece dibujarse en las jornadas previas al c¨®nclave. Tettamanzi, cardenal arzobispo de Mil¨¢n, la di¨®cesis m¨¢s importante del mundo, se perfila como posible candidato de consenso si Ratzinger, que suscita grandes apoyos pero tambi¨¦n rechazo, no resultara elegido de forma casi plebiscitaria en las primeras votaciones. Tettamanzi goza de las simpat¨ªas del bloque renovador, encabezado por el cardenal Carlo Maria Martini, y es bien considerado por los ratzingerianos o dogm¨¢ticos.
Suele decirse que quien llega al c¨®nclave como Papa sale como simple cardenal. No siempre resulta cierto, porque la elecci¨®n de los cardenales Montini (Pablo VI) y Luciani (Juan Pablo I) figuraba en los pron¨®sticos. Pocas veces, sin embargo, una figura cardenalicia se hab¨ªa agigantado tanto como la de Ratzinger.
El panzerkardinal, hombre de gran voracidad intelectual y escasa vocaci¨®n ejecutiva, ha dado a entender en numerosas ocasiones que la c¨¢tedra de San Pedro no figura entre sus objetivos. Quienes le conocen bien atestiguan su sinceridad.
Podr¨ªa acceder, sin embargo, si no fraguara pronto una alternativa lo bastante fuerte como para hacer frente a la pesada gesti¨®n del poswojtylismo. La comparaci¨®n con Juan Pablo II ser¨¢ constante en los primeros pasos del nuevo Papa, y el c¨®nclave podr¨ªa decantarse por un pont¨ªfice de transici¨®n lo bastante s¨®lido como para asumir la herencia de su antecesor, lo bastante anciano y fr¨¢gil como para no resultar eterno, lo bastante conocido como para no dar sorpresas y lo bastante respetado como para no generar tensiones. Ese ser¨ªa Ratzinger.
Para su elecci¨®n, tendr¨ªa que recibir desde las primeras votaciones una mayor¨ªa importante, muy cercana a los dos tercios de los 115 electores. Eso significar¨ªa que los focos de rechazo localizados en Estados Unidos y en su propio pa¨ªs, Alemania, no entra?an riesgo de divisi¨®n. En las di¨®cesis estadounidenses, Ratzinger es considerado demasiado centralista e intolerante en cuestiones como la comuni¨®n de los divorciados. En Alemania, donde la crisis de vocaciones sacerdotales reviste especial gravedad, irrita su negativa a permitir que los seglares coordinen la vida parroquial. Si se percibiera la existencia de un considerable bloque antiratzinger, el cardenal decano favorecer¨ªa una soluci¨®n de consenso.
Esa soluci¨®n conducir¨ªa, en primer t¨¦rmino, al cardenal Tettamanzi, no especialmente teleg¨¦nico ni dotado del don de lenguas, pero conciliador y apreciado por quienes no querr¨ªan ver a Ratzinger al frente del catolicismo y por el propio Ratzinger. El jefe moral de los renovadores, el jesuita Carlo Mar¨ªa Martini (descartable por enfermedad), habla maravillas de su sucesor en la di¨®cesis milanesa. Tettamanzi, que incluso en sus gestos recuerda a Juan XXIII (quiz¨¢ el parecido no es del todo involuntario), permitir¨ªa adem¨¢s cerrar el paso a otros dos italianos, Ruini y Scola, a los que se considera demasiado implicados en la pol¨ªtica italiana. El primero, por su presidencia de la Conferencia Episcopal. El segundo, por su relaci¨®n con la influyente organizaci¨®n cat¨®lica Comuni¨®n y Liberaci¨®n.
M¨¢s all¨¢ de Ratzinger y Tettamanzi se abre un cierto vac¨ªo y posiblemente unos d¨ªas m¨¢s de c¨®nclave. Descartados un Papa de transici¨®n y un Papa de consenso y perfiles suaves, habr¨ªa que hacer una apuesta m¨¢s arriesgada, y ser¨ªan muchos, casi todos, quienes gozar¨ªan de posibilidades.
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