Sartre, mi escritor total
El influjo de las fechas sobre los periodistas es tan implacable que quiero decir enseguida que considero al escritor franc¨¦s Jean-Paul Sartre como el m¨¢s importante que he podido leer en toda mi vida, y punto. Ahora se cumplen los cien a?os de su nacimiento (21 de junio) y los 25 de su muerte (hoy, 15 de abril), por lo que aprovecho esta doble ocasi¨®n para testimoniar p¨²blicamente mi gratitud y mi honor por haberle conocido y le¨ªdo a lo largo de toda mi vida; ya no tengo m¨¢s remedio que seguir fiel a su memoria sin parar, porque as¨ª sigo siendo fiel a mi propia vida. Nunca llegu¨¦ a conocerle personalmente, s¨®lo una vez le vi pasar, en lo alto del bulevar Raspail, ciego, tembloroso y apoyado en el brazo de una joven, por lo que no me acerqu¨¦ sintiendo esa mezcla de timidez y respeto que se rinde a los monumentos todav¨ªa vivos: estuve durante unos segundos ante el hombre m¨¢s calumniado del mundo. Y eso fue todo, pues la impresi¨®n ya no se me borrar¨¢ jam¨¢s, sigue todav¨ªa viva m¨¢s de treinta a?os despu¨¦s, cuando al menos puedo seguir proclam¨¢ndolo as¨ª hasta el final, y doy las gracias de poder hacerlo.
?Por qu¨¦ esta proclama compulsiva? Ya lo he dicho, dejando aparte las razones autobiogr¨¢ficas citadas (que incluyeron las dificultades iniciales para conseguir sus libros, pues estaban en el ?ndice). Pero adem¨¢s las tengo m¨¢s objetivas y voy a tratar de exponerlas. Creo que ha habido muy pocos hombres en la historia que hayan sido tan calumniados como ¨¦l, y voy a resumir esa calumnia en el titular de prensa que le dedic¨® el d¨ªa de su muerte el m¨¢s importante peri¨®dico del mundo, el New York Times, y que yo pude procesar al publicar la informaci¨®n, como redactor-jefe de Cultura en este mismo peri¨®dico, donde entonces trabajaba, como ahora, con la de vueltas que da el mundo: Muerte del fil¨®sofo comunista franc¨¦s Jean-Paul Sartre, titul¨® a media altura en su primera p¨¢gina a la izquierda el diario neoyorquino, yo lo vi y en las hemerotecas est¨¢ para quien quiera comprobarlo. Ya s¨¦ que un titular de prensa es una generalizaci¨®n, una simplificaci¨®n en suma, pero creo que siempre hay que tener m¨¢s cuidado, un poco m¨¢s de precisi¨®n, que all¨ª no figuraba ni en la entradilla que segu¨ªa al titular y se supone que, entonces y ahora, llamar a alguien "comunista" sin pruebas es una calumnia.
?Comunista Sartre? La frase se convirti¨® en un pensamiento correcto, al menos en un pensamiento ¨²nico para toda la eternidad (si dura), como suele ocurrir con los pol¨ªticos, con los dictadores -Hitler, Stalin, Franco o hasta Sadam Husein hoy- o con los apresuradamente calificados como "terroristas" de nuestros d¨ªas. Con otros personajes hist¨®ricos de mayor enjundia intelectual ha sucedido casi lo mismo: Ner¨®n, Voltaire, Sade, y en nuestro siglo, Jean-Paul Sartre, algo contra lo que siempre me he rebelado. Jean-Paul Sartre nunca fue comunista, nunca perteneci¨® a dicho partido, aunque haya que reconocer que durante cuatro de sus largos a?os de vida (de 1952 a 1956) tuvo unas privilegiadas e intensas relaciones con el Partido Comunista franc¨¦s, eso fue todo.
El problema reside tambi¨¦n en que fue un escritor que quiso cambiar el mundo y por eso escribi¨® en su contra, y pienso que no hay otra manera honrada de escribir. Fue tambi¨¦n un ateo absoluto, frente a todas las iglesias, y las iglesias -todas- se lo devolvieron con su oposici¨®n total, contribuyendo as¨ª a sus descalificaciones y calumnias, que formaron ese "pensamiento ¨²nico" que intent¨® sepultarle para siempre, sin conseguirlo. Fue adem¨¢s un hombre peque?o y feo y que "ligaba" sin parar, y ya estoy harto de h¨¦roes altos y guapos, creo que el hero¨ªsmo est¨¢ en otro lado, quiz¨¢ en la nobleza y en la generosidad implacables hasta el final. Bernard-Henri L¨¦vy (que no era partidario) se adelant¨® a estas conmemoraciones con El siglo de Sartre (Grasset, 2000), que lo proclam¨® (con extra?as derivas finales) como el escritor que marc¨® el siglo XX, del mismo modo que Voltaire marc¨® el XVIII y Victor Hugo el XIX. Poco despu¨¦s, Pierre Lepape describi¨® el entierro de Sartre como el de su largo recorrido final sobre El Pa¨ªs de la Literatura (Seuil, 2003) que antes fue Francia, dice.
Y aqu¨ª viene mi nota final. S¨®lo reprocho a la imagen que tengo de mi escritor total, que no hubiese mirado hacia adentro un poco m¨¢s. El autor de Las palabras, una de sus obras maestras -hay muchas m¨¢s, ¨¦ste es el t¨ªtulo que manejan todos, sus amigos y sus enemigos, el que lo convierte todo en verdad- no reflexion¨® como hubiera debido lo suficiente sobre el misterio de esas mismas palabras que le hicieron el escritor total que fue, el genio absoluto que entr¨® en mi vida y la arras¨® hasta el final. Pues bien, habiendo escrito mucho y bien de literatura -y de todo-, supo usar de las palabras como nadie, pero no supo, ni quiso, saber nada de poes¨ªa, la desech¨® desde el principio, como Plat¨®n -que expuls¨® a los poetas de la Rep¨²blica-, y sigui¨® adelante sin pensar en ellas, pero utiliz¨¢ndolas; s¨®lo supo emplearlas como nadie, y eso no se lo perdonaron. Cuando se habla de Sartre no se habla de literatura, sino de pol¨ªtica o de pensamiento, pero no de esas mismas palabras que ¨¦l supo aplicar, como si fuera un don gratuito que le hubiera sido concedido de antemano. No se plante¨® el problema de escribir, ni de los g¨¦neros, no tuvo tiempo, s¨®lo escribi¨® sin parar y sin pensar c¨®mo se hac¨ªa, s¨®lo escribi¨® una canci¨®n para Juliette Greco (por amor, pues era mujeriego, en el fondo mon¨®gamo y hasta escribi¨® mucho y buen teatro en funci¨®n de algunas actrices). Frente a los otros escritores de mi vida (San Juan, Proust, Juan Ram¨®n...) Sartre me ense?¨® el enigma de la literatura en acto y "aplicada": ¨¦se fue y es su ¨²ltimo misterio.
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