Un conservador que navega por Internet y cita poemas de Rilke
Hay algunos precedentes que justifican el r¨¢pido ascenso de Angelo Scola en la lista de candidatos a suceder a Juan Pablo II. Venecia es, junto a Lisboa y Goa, en Asia, una de las poqu¨ªsimas di¨®cesis que confieren al titular la majestuosa categor¨ªa de patriarca. En tiempos, un t¨ªtulo que catapultaba f¨¢cilmente a la c¨¢tedra de San Pedro. No hay que remontarse al pasado remoto. Juan XXIII, el amado Papa bueno, era patriarca de Venecia en el c¨®nclave de 1958.
Hay quien opina que la candidatura de Scola, simpatizante org¨¢nico del movimiento Comuni¨®n y Liberaci¨®n, ha sido potenciada a toda prisa por el sector conservador, para frenar la m¨¢s reformista de Dionigi Tettamanzi, arzobispo de Mil¨¢n. El patriarca de Venecia es demasiado joven, seg¨²n estas fuentes, para considerarlo un contendiente firme, pero si el nombre de Joseph Ratzinger lograra un n¨²mero abundante de consensos, Scola podr¨ªa heredarlos en el c¨®nclave.
Angelo Scola procede del norte de Italia. Naci¨® en Malgrate (Lecco), no lejos del lago de Como, el 17 de noviembre de 1941, en el seno de una familia extremadamente pobre. Estudi¨® en Mil¨¢n y en Friburgo filosof¨ªa y teolog¨ªa. En esa etapa se une al movimiento conservador Comuni¨®n y Liberaci¨®n, una poderosa corriente del catolicismo italiano, que le proporcion¨® un apoyo muy ¨²til para ascender en el escalaf¨®n diocesano.
Scola es un hombre afable y pr¨®ximo, orgulloso de su infancia modesta, de su padre camionero, y capaz de bromear sobre su propia falta de brillo. Al vaticanista Giancarlo Zizola, que le entrevist¨® no hace mucho, le confes¨® que su color preferido es el gris. Un color repleto de tonalidades, aclar¨®, las del paisaje que se refleja en las aguas de uno de esos grandes lagos de su tierra. ?Ser¨ªa el propio Scola un papa de infinitas tonalidades, e igualmente vers¨¢til que el gris del paisaje reflejado en el agua? La pregunta no podr¨¢ despejarse inmediatamente. Pero su nombre sigue abri¨¦ndose camino en televisiones y semanarios.
A la afirmaci¨®n de Scola como papable puede haber contribuido tambi¨¦n su inclusi¨®n en un dossier del diario franc¨¦s Le Monde, entre una veintena de candidatos. Scola aparec¨ªa en una soberbia fotograf¨ªa, cubierto con una riqu¨ªsima capa pluvial que adelgazaba notablemente su figura s¨®lida, que recuerda a la del padre.
Scola ha contado que su vida se ha visto iluminada por cuatro poderosas estrellas: la de la armon¨ªa familiar -sus padres constitu¨ªan un matrimonio modelo-; la figura de Luigi Giussani, fundador de Comuni¨®n y Liberaci¨®n; el te¨®logo Hans Urs von Balthasar, con el que ha escrito un libro-entrevista, y la cuarta, la inmensa figura de Juan Pablo II, que le nombr¨® patriarca de Venecia en 2002, y le otorg¨® la birreta cardenalicia en el ¨²ltimo consistorio, en 2003.
Su llegada a Venecia encontr¨® inicialmente cierta resistencia local. Pero Scola ha sabido contentar a todos, sin abandonar la firmeza de sus posiciones en materia de unidad nacional (ha condenado el racismo de los liguistas de Umberto Bossi), y de integrismo dogm¨¢tico, defendiendo la presencia de los crucifijos en las escuelas.
Por lo dem¨¢s, se ha mostrado como un experto navegador de Internet ante los j¨®venes, recitando versos de Rilke ante intelectuales y, sobre todo, manteniendo excelentes relaciones con las instituciones con que cuenta el Opus Dei en la ciudad de San Marcos.
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