La dif¨ªcil sucesi¨®n del Karajan a la italiana
Riccardo Muti ha estado 19 a?os al frente del teatro milan¨¦s. A la manera de Karajan, ha querido serlo todo: director de orquesta, director art¨ªstico, administrador, l¨ªder indiscutido. Como Karajan, pero con la vehemencia propia del napolitano que es. El despotismo del que ha sido acusado pr¨¢cticamente desde el mismo momento en que accedi¨® al puesto en 1986 ha acabado por desbordar el vaso. Pero a ello ha contribuido sin duda un d¨¦ficit del teatro cifrado en cerca de 16 millones de euros y que ha acabado por dejarle al descubierto ante sus propios valedores de Forza Italia, el partido de Berlusconi.
El enfrentamiento de Muti con Carlo Fontana, el superintendente de filiaci¨®n socialista que lleg¨® al teatro milan¨¦s en 1990 procedente del teatro Comunal de Bolonia, ha tenido visos de duelo de titanes. Y si Muti consigui¨® en febrero forzar la dimisi¨®n de Fontana y poner en su lugar al fiel Mauro Meli, ahora constata duramente c¨®mo aquella dimisi¨®n se le ha llevado por delante a ¨¦l, considerado poco menos que intocable durante casi dos d¨¦cadas.
Rigor
?Por qu¨¦ intocable? Entre los grandes m¨¦ritos que hay que reconocerle a Muti est¨¢ el rigor. Sin ninguna concesi¨®n a la frivolidad, su obsesi¨®n principal durante todo este tiempo ha consistido en devolver densidad cultural al g¨¦nero l¨ªrico, alej¨¢ndolo de los oropeles. Y para conseguirlo no ha dudado en abrir temporadas con t¨ªtulos duros para el p¨²blico milan¨¦s, como Idomeneo de Mozart o aquel inolvidable Parsifal que protagoniz¨® Pl¨¢cido Domingo el 7 de diciembre de 1991. Ha servido Verdi, el gran deseado del repertorio italiano, con cuentagotas. Su autoestima sin l¨ªmites le llev¨® a programar en el templo milan¨¦s, en 1990, nada menos que La traviata, ausente de la programaci¨®n durante 26 a?os, tras el hist¨®rico fiasco protagonizado por Mirella Freni a las ¨®rdenes de Karajan.
La apuesta de Muti col¨® y las cr¨ªticas ensalzaron la propuesta con direcci¨®n esc¨¦nica de Liliana Cavani. Pero de la Violeta que Muti se invent¨®, incorporada por una joven Tiziana Fabbricini, poco m¨¢s se ha vuelto a saber. En los mentideros se hace responsable al maestro de haber truncado incipientes carreras l¨ªricas al confiarles papeles demasiado arduos para sus posibilidades.
Contradictorio, contestado desde muchos sectores, no cabe duda de que ha marcado ¨¦poca en La Scala. Sus direcci¨®n vibrante, su energ¨ªa contagiosa, su capacidad de aligerar el sonido orquestal hasta convertirlo en un acompa?amiento poco menos que camer¨ªstico han sido proverbiales. Insufrible Muti, ciertamente. Pero se le va a echar de menos. Y no va a ser nada f¨¢cil encontrar sucesor.
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