Provincias y diputaciones
He le¨ªdo con atenci¨®n el art¨ªculo que el profesor Sorribes public¨® en estas mismas p¨¢ginas, d¨ªas atr¨¢s, sobre las Diputaciones Provinciales. Es, en l¨ªneas generales, un art¨ªculo con el que estoy de acuerdo. Probablemente, las Diputaciones Provinciales respondan a una distribuci¨®n pol¨ªtica del territorio que ya no tenga demasiado sentido mantener hoy en d¨ªa. Pero me hubiera gustado que el profesor Sorribes ahondara algo m¨¢s en la cuesti¨®n. Fue una l¨¢stima que no lo hiciera, porque ahora conocer¨ªamos qu¨¦ ventajas reales, de orden material, tiene la organizaci¨®n comarcal sobre la provincial. De ese modo, adem¨¢s, la reflexi¨®n hubiera rebasado los c¨ªrculos pol¨ªticos y acad¨¦micos, en los que hasta ahora se ha desenvuelto, y habr¨ªa llegado a los ciudadanos.
Mi impresi¨®n es que la insistencia en suprimir las provincias obedece a una postura te¨®rica, de un vago car¨¢cter nacionalista, de la que no tengo demasiado clara su necesidad. No me opongo a ella, pero, insisto, me agradar¨ªa conocer las ventajas que reportar¨¢ su implantaci¨®n. Es probable que las provincias sean un anacronismo y deban desaparecer. Pero no es menos cierto que su establecimiento desde hace muchos a?os les confiere un tinte afectivo al que muchas personas son sensibles. Por no hablar de la eficacia administrativa que han mostrado en ocasiones.
Algunos tememos que la sustituci¨®n de las provincias por las comarcas suponga un mayor campo de acci¨®n para el centralismo valenciano. Ya s¨¦ que quienes propugnan el cambio no se consideran en absoluto centralistas y sonr¨ªen cuando se les hace esta reconvenci¨®n. Durante los ¨²ltimos a?os, nos hemos reunido, en un par de ocasiones, unas cuantas personas -profesores, pol¨ªticos, periodistas, escritores- procedentes de Valencia y Alicante. Las reuniones, promovidas por la Sede de la Universidad de Alicante, pretend¨ªan favorecer el conocimiento entre ambas ciudades. Fueron unas reuniones clarificadoras, donde debatimos sobre la realidad de la Comunidad Valenciana con una total libertad.
Para mi sorpresa, me he encontrado que, ante la oportunidad de demostrar de un modo pr¨¢ctico la efectividad de esos debates, nada hab¨ªa cambiado. Llegada la hora de hacer pa¨ªs, se ha optado por hacer exclusivamente Valencia. El centralismo valenciano se ha producido -estoy convencido de ello- sin que mediara ninguna intenci¨®n previa, de un modo completamente natural, inevitable. Y el hecho lo han protagonizado personas que, cuando las escuch¨¦ hablar, me parecieron ap¨®stoles de la descentralizaci¨®n.
Se suele afirmar que los alicantinos constituyen uno de los mayores obst¨¢culos para la desaparici¨®n de las provincias. Tal vez por ello, cualquier reivindicaci¨®n que se formula desde Alicante es tildada de inmediato de cantonalista. As¨ª ha sucedido recientemente con las declaraciones del presidente de la C¨¢mara de Comercio, Fern¨¢ndez Valenzuela. En ning¨²n momento he visto, sin embargo, que esas descalificaciones estuvieran argumentadas. Es cierto que Alicante se ha desarrollado de un modo peculiar que la ha situado, por as¨ª decirlo, un tanto al margen de la Comunidad. Pero tengo la impresi¨®n de que, para juzgarla, contin¨²an utiliz¨¢ndose los mismos argumentos que Josevicente Mateo expuso, en su Alacant a part, 40 a?os atr¨¢s. ?Nada ha cambiado desde entonces?
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